Cuba se entristece cada 6 de octubre y, ante la impunidad de un crimen como el de Barbados, considerado uno de los actos más sangrientos y dolorosos que ha vivido la patria, prosigue la demanda del pueblo cubano al gobierno de Estados Unidos.
Es esta la fecha en que la isla despierta con solemnidad para conmemorar el Día de las Víctimas del Terrorismo de Estado, porque tenemos en la memoria a los más de 3 400 víctimas mortales de las acciones de grupos de emigrados de origen cubano representativos de organizaciones extremistas asentadas en territorio estadounidense.

Para las víctimas del vuelo CU-456 de Cubana de Aviación, el 6 de octubre de 1976 y las ocasionadas por otros 681 actos terroristas, el homenaje eterno teniendo como premisa los pronunciamientos del líder histórico Fidel Castro: “La Revolución nos inculcó a todos la idea de la fraternidad y la solidaridad humana… Por eso el dolor es de todos, el luto es de todos, pero la invencible y poderosa fuerza de millones de personas es nuestra fuerza… Nuestra fuerza es, en fin, la fuerza del patriotismo…
Mucha dignidad y la irrebatible decisión de ser libres e independientes por siempre, por ser un pueblo en resistencia y bandera ejemplar de paz y respeto desata la ira del imperio que con sus nuevas estrategias desanda por el continente aplicando sanciones, bloqueos, los golpes militares como instrumentos de terrorismo, los golpes parlamentarios, las falsas noticias y persecuciones judiciales.
Ni la criminalización de las huelgas de los pueblos latinoamericanos, ni las amenazas y represalias además de otros métodos ilegítimos para producir miedo por parte del imperio impedirán que la lucha antiterrorista se detenga, aún con la secuela de víctimas que la misma deja tras de sí.
En Cuba lloramos y lloraremos a nuestros muertos. Y como buenos martianos lo haremos no para reconfortarnos con el alivio de tal acción, sino para adoptar resoluciones enérgicas porque como dijera el apóstol en su poema lírico “A mis hermanos muertos el 27 de noviembre” ¡Cuando se llora como yo, se jura!, para no permitir que muera el fervoroso sentimiento patriótico.
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