De necios y fuegos

Alguien debería atar al loco. Una de las últimas ocurrencias o delirio del presidente norteamericano fue decir que los estados gobernados por demócratas no deberían recibir apoyo oficial. Ante los diversos intentos del Congreso para trasladar efectivo a las áreas del país más necesitadas,debido a la disminución de ingresos fiscales locales, y lo provocado por el cierre parcial de la economía, Donald Trump sale con el cuento de que asistirlos “sería injusto para los republicanos”.
Nadie que intente razonar sobre criterio fuera de toda lógica. Pero sirve para evidenciar otra vez, que el mandatario piensa que los fondos federales son suyos. Cuando decidió que los cheques para segmentos sociales de bajos ingresos, tuvieran su firma, actuó con similar prepotencia. Muchos ciudadanos piensan que es un regalo suyo y no es así.
Ni aquel dinero ni el de referencia ahora, procede de su fortuna personal. Luego la autoridad y el mérito no le corresponden. No debería ni adjudicarse laureles que no le pertenecen ni chantajear al partido opuesto pues en la praxis, a quien perjudica, es a la gente común. Por eso tanta peste a politiquería electorera de baja calaña, en lo dicho públicamente.
Aquellos y los en debate, son fondos estatales nutridos con los impuestos de la ciudadanía, luego es natural en una situación de crisis, al menos un poco, retorne hacia quienes los crearon.
Del Congreso partió la propuesta original, finalmente aprobada por las dos cámaras, para hacer uso de unos dos billones de dólares y cubrir con ellos parte de los daños provocados por el Covid-19.
Ante las marrullerías de Trump, buscando adjudicarse inmerecidos provechos, varios legisladores demócratas denunciaron la estratagema. Después, un grupo de republicanos publicaron un video con fuertes críticas a la gestión general del mandatario antes y durante la pandemia.
“La gente necesita ayuda. Son estadounidenses que necesitan ayuda en este momento», dijo el alcalde neoyorkino Bill De Blasio, quien añadió algo de mucha importancia también: «En una crisis, se supone que un líder nos debe unir».
Trump no entiende eso. Viene dividiendo a la sociedad estadounidense colocando a unos contra otros. Los que entienden las medidas de protección contra la epidemia y se atienen a ellas, y aquellos apoyados por un presidente que les alebresta diciéndoles que se coartan sus libertades con las cautelas respetadas por cuantos tienen sentido de responsabilidad.
Los fanáticos o cuatreros de nuevo cuño, no faltan en Estados Unidos Menos cuando cuentan con alguien en el poder vociferando extremismos y banalidades a chorro. Provoca a los siempre peligrosos supremacistas e intolerantes de cualquier marca. Por eso se manifiestan fuertemente armados y en posición beligerante.
Ese desafío no ayuda nunca. Menos en situaciones tan graves como la actual… y la no menos critica que está llegando.
De inicio fueron grupos más o menos desaforados en Michigan, pero no tardaron en expresarse contra las autoridades y el personal médico en Maryland, Wisconsin, Kentucky, Pensilvania y hasta en Nueva York.
Esos grupos son instigados por Trump y pertenecen al universo de la ultraderecha norteamericana que, no es raro, tienen simbiosis mutua. El impulso que se les da desde la Casa Blocan, favorece esquizofrénicas posiciones. Una es el llamado de estos individuos a contagiar a judíos, afronorteamericanos y latinos, buscando eliminarlos en masa. La emprenden, además, contra los agentes de FBI.
¿Cabe atizar esos innobles sentimientos y proyecciones?
Aquí funciona el dicho relativo a los juegos con fuego que concluyen, casi siempre, quemando a quienes malsanamente lo manipula.