Texto y fotos: Daniela García Zamora
Hace dos años, Marco Antonio Cruz Guevara quiso hacerle un regalo diferente y original a su niña. Sin presupuesto para enfrentar el elevado precio de los juguetes, decidió apostar por muñecos tejidos. Al explorar el mercado y encontrar precios muy costosos, buscó hilo y aguja para confeccionarlos con sus propias manos.
Lo que comenzó con visitas a costureras en busca de hilo lo llevó, en menos de tres meses, a dominar la técnica, tener la muñeca para su niña y descubrir una nueva pasión: el tejido a crochet. Un giro inesperado en su destino que hoy lo identifica como «POP.CROCHET_CUBA», un negocio especializado en muñequería que demuestra que tejer no es solo cosa de abuelitas.
A Lidice Soto, el crochet también le cambió la vida. Hace poco más de tres años, le diagnosticaron una enfermedad crónica que la tenía muy angustiada, y descubrió que tejiendo calmaba su ansiedad. Hoy es una mujer sana que sale adelante con su negocio «Libélulas Crochet» y asegura que «el crochet salvó su vida».
En el Día Internacional del Crochet, este viernes 12 de septiembre, 50 emprendimientos reunidos en Habana Espacios Creativos realizaron una expoventa de artesanías como parte del tercer Encuentro de Tejedoras Habaneras. El evento, que incluyó talleres, conferencias y presentaciones audiovisuales, se convirtió en un espacio de intercambio y aprendizaje.
Yuneidy Fleites, directora del proyecto «Yfansi» y organizadora del evento, explica que la idea de estos encuentros es agrupar al gremio de tejedoras y dar a conocer la versatilidad textil y las distintas técnicas que se pueden dominar.
«Yfansi es una palabra griega que significa «tejer», y actualmente el proyecto está enfocado en realizar piezas de vestir masculinas, ya que el hombre cubano no acostumbra utilizarlas, aunque son prendas que lucen mucho. Hoy ya no es solo un trabajo que hacían nuestras abuelas, sino que podemos vestir crochet», asegura.



Muchos de estos emprendimientos salen por primera vez de sus hogares, por lo que este espacio es una oportunidad para crecer y también motivar a jóvenes que no heredaron el tejido de sus mayores, como Rosario Cruz quien aprendió sus primeros puntos viendo tutoriales en Youtube, y hoy defiende su trabajo con la misma pasión.
Liliam Sarmiento sueña con tener un lugar para vender sus creaciones y otro para enseñar lo que aprendió a los 9 años con su abuela materna. A sus 27 años, asegura que para ella el crochet sigue siendo una apuesta segura a pesar de las dificultades, y reconoce que este tipo de eventos ayuda a mantener el crochet como un oficio vivo.
Para Yadira Rachel Vargas, miembro de la Red Cubana de Mujeres Emprendedoras, llegar a este tipo de eventos y ver la técnica, el perfeccionamiento, la calidad y la dimensión de estos productos, con alto valor patrimonial y de herencia cultural, confirma la importancia de apoyar estos proyectos.
Yanet Solís lleva más de 40 años tejiendo, pero hasta junio de este año decidió crear «Sol y Hilo», un proyecto familiar que comparte con sus dos hijas. Dayana Solís, su hija menor, asegura que el crochet no es solo su negocio, sino la identidad de su familia, y que lo que siempre había sido una solución hoy las convierte en mujeres emprendedoras.



La abuelita de Angélica María Pérez Lao ya no teje, pero le enseñó desde los 7 años, y hoy ella continúa esa labor. Desde su emprendimiento «Crocheterías by Angie», ofrece una amplia gama de productos, donde predomina la muñequería, y enfrenta los muchos retos que supone ser tejedora en Cuba.
Aunque tejer es más que un oficio y la pasión de estos creadores, también requiere inversión de tiempo y dinero. Todos coinciden en que uno de sus principales retos es la carencia de proveedores. Generalmente, lidian con un mercado informal que maneja precios elevados, lo que encarece sus productos. Por ello, Sara Ida Hernández, jurista y fundadora de «Yo Puedo Emprender», insiste en la importancia de la capacitación empresarial para que los emprendedores cubanos tengan negocios exitosos.
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