Por Diosmel Galano Oliver
Hoy revisé su muro bien temprano, quería estar entre los primeros en felicitarlo; esperaba encontrar ya alguna foto delante de un pastel, rodeado de amigos, una muestra pequeña de los tantos que tiene, mientras lo invitaban a soplar la vela y pedir el acostumbrado deseo de cumpleaños.
Llevaba días de repasar algunas ideas para el mensaje, no estaba decidido aún en si le agregaría emojis, si sería en tono jovial y cercano o más acorde a su temple guerrera, de joven Quijote… debía ser perfecto para que lo leyera, no quería que se perdiera en el océano de publicaciones que seguro inundarían el perfil.
Espero a la medianoche y abro Facebook, el círculo que da vueltas me indica que la conexión está lenta o me quedé sin datos; es lo segundo. Rápido compro un paquete y vuelvo a la carga, entonces sí abre la aplicación y escribo en el buscador su nombre; nunca me atreví a enviarle una solicitud de amistad, por suerte no tiene el perfil restringido.
Pero no sale nadie con ese nombre, rectifico y acierto (definitivamente este muchacho si sabe hacer de las suyas, pienso). Entonces empiezo a mirar, a conocer desde esta ventana al mundo a uno de mis referentes, uno que siento amigo, aunque en la red social no ostentemos esa categoría.
Las primeras fotos están ubicadas en México, muy bella y risueña la joven que tiene a su lado, no creo que aquí deba dejar el mensaje, aunque me detengo a leer el texto que acompaña la imagen: «He conocido a un hombre maravilloso»; huelo fiera pasión entre estos, pienso, y creo que hasta me sonrojo.
Luego veo otras imágenes en lo que seguro son los juegos deportivos de la Universidad de La Habana (los Caribe); posa junto a los que supongo sean los integrantes del equipo de remo. En otra se ve leyendo Alma Mater, la revista de los universitarios cubanos.
Me detengo en una donde está feliz y victorioso, muestra con igual orgullo una sonrisa inmensa, caribeña, y el carné de militante del Partido Comunista de Cuba; no podía ser de otra manera para quien lo fundara y pusiera a disposición del pueblo la educación más elevada, con la creación de la Universidad Popular José Martí.
Entre los comentarios de este post, que van más allá de simples felicitaciones, me llama la atención uno escrito por Alejandro: «Tu extraordinaria personalidad, ideas y combatividad atemorizan demasiado al imperialismo yanki».
Entonces decido poner el mensaje sin más; si continúo, seguro doy paso a las inseguridades y al final pesa más todo lo que nos une (salvando las distancias claro): la juventud, Cuba, la Revolución, la universidad, el pueblo, las ganas de echar pa’lante, de vivir en un mundo más humanizado.
Así que, bajo una foto tan desenfada y comprometida como él, escribo un fragmento de texto de su autoría, y que llegue así mi felicitación:
«¿Cómo puede el Amazonas, cuando está desbordado, preocuparse de la conveniencia que para aumentar su caudal pueda tener, una nube que pasa cargada de agua, si esta se rompe en llovizna? Así mi corazón».
*Para Julio Antonio Mella, en el aniversario 122 de su natalicio
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