Hoy en Cuba celebramos el Día del Educador, una ocasión especial que trasciende el simple reconocimiento. Esta jornada honra a los maestros y, a la par, nos invita a reflexionar sobre su profunda influencia en nosotros.
El Día del Educador es un momento propicio para agradecer las lecciones aprendidas y las oportunidades. La influencia de un buen maestro perdura incluso después de haber dejado el aula, como guía en nuestro desarrollo personal y profesional.

Todos tenemos uno o más profesores determinantes en nuestras vidas, ya sea por su preparación, carisma, entrega o reprimenda oportuna. Quién no se ha visto de nuevo en un aula, en medio de clases, risas y anécdotas, junto a profes y amigos, en uno de esos recuerdos imborrables.
Ser maestro es más que una profesión; es un compromiso con el futuro de la sociedad. Ellos no sólo transmiten conocimientos, sino también inspiran confianza y determinación en sus estudiantes, cultivan valores y habilidades, para formar ciudadanos conscientes y responsables.

Una vez más, reconozcamos su impacto duradero y dedicación. Los educadores merecen todo nuestro respeto y afecto: gracias por cada lección y momento compartido.