Vidrio en el techo y piedras en la lengua

Donald Trump debe tenerle una envida sideral a Cuba. Solo así se explicaría –si explicación tiene-  que encima de aplicar casi un centenar de malsanas normas para acrecentar un bloqueo suficientemente asfixiante, también se dedique a difamar a un país pequeño, hostigado durante decenios, pero capaz de probar que los imperios, no amedrentan a los pueblos corajudos.

En lenguaje popular, la tiene cogida con los cubanos. En situación tan grave como la actual, ni siquiera nos permite comprar o acceder al suministro de equipos y medicamentos para el combate contra la Covid-19. ¡Ah! Pudiera ser que al presidente le pique no tener médicos para enviarle a otras naciones o, ¡cómo le gustaría!,  ser capaz de liderar internacionalmente el enfrentamiento al nuevo coronavirus e imponerse, también con ese motivo sobre los demás.

Está claro: apenas pueden hacerle frente al mal dentro de sus fronteras. Y la culpa no la tiene el totí, sino un Jefe de Estado que consideró un gasto inútil mantener los institutos y componentes dispuestos por su antecesor para prevenir situaciones agudas como la actual. Los resultados están a la vista. No escuchó a la comunidad científica ni los reiterados alertas de los servicios de inteligencia. El resultado es gravísimo.

Si no hubiera desmantelado los establecimientos al respecto o de preocuparse en serio por la salud general de los norteamericanos, casi seguro  no se contabilizaran, en este momento, más de un millón de contagiados y 50 mil fallecidos. Horrible.

Tener privatizado lo que es un derecho humano de primer orden, exagerar el concepto capitalista de ganancias ante todo, provoca que Estados Unidos no tenga un sistema sanitario decente. William Clinton intentó mejorar las irregularidades deshumanizadas existentes durante mucho, y hasta nombró a su esposa Hilary al frente de una comisión para investigar y proponer soluciones.

Nunca se habló más al respecto, pero es obvio que las grandes farmacéuticas, las corporaciones dedicadas a recursos de este tipo, y los influyentes circuitos médicos, más interesados en llenarse los bolsillos que en curar, se impusieron. Hasta en las series producidas en EE.UU. hacen referencia frecuente a este tipo de problemas

Fracaso parecido tuvo Bush padre cuando dijo que sería el presidente de la educación. Otro lamentable chasco en un frente tan necesario para el buen desempeño de cualquier sociedad. Por eso tienen que robar cerebros, o inventarse políticas inescrupulosas para comprar profesionales.

Sí, es un problema viejo, pero Trump lo ha imperado. Cuando mira hacia las 24 brigadas cubanas desempeñarse con éxito en naciones que solicitaron el concurso de la isla caribeña, compelidos por la magnitud de la pandemia, quisiera ostentar esa fuerza desplegada en una veintena de países, y como no tiene nada parecido, pretende denigrarla.

Esta historia no comenzó en las últimas semanas. La infamia tampoco. La actual administración viene calificando de trata de personas el ejercicio de una solidaridad ejercida en muchos sitios y circunstancias. La brigada Herny Reeve, no se olvide, se creó para ofrecer ayuda cuando el desastre del Katrina.

Si fuera trata de personas más de 28  mil colaboradores cubanos no hubieran asistido a las naciones centroamericanas cuando feroces huracanes les asolaron, ni asistido a situaciones como la provocada por el terremoto de Paquistán o el de Haití, donde mucho antes del devastador fenómeno existían médicos cubanos curando. Tampoco se habría creado la Escuela Latinoamericana de Medicina, para formar doctores de forma gratuita. De esas instalaciones se han graduado 29 mil 749 jóvenes de 115 países,incluyendo decenas de estadunidenses de bajos recursos.

¿Trata de personas, explotación de esos profesionales? ¿Acaso es posible traficar con cerca de 30 mil colaboradores que van y vienen hacia y desde tan diversos países del mundo?  La Organización Mundial de la Salud y sus extensiones regionales, la ONU misma, reconoce y avala este trabajo. ¿Por qué tantos países pidieron el concurso de Cuba en situación tan comprometida?

Si pretenden ocultar su incapacidad para emprender  labor semejante, o la obsolescencia criminal del bloqueo contra Cuba, no será por esta vía adulterada y moralmente viciosa, que lo consigan. Ellos sólitos se ponen en evidencia. Un poco más de lo ya sabido.

Las misiones cubanas, en lo individual y en lo colectivo,  gozan del prestigio que le falta al zafio mandatario estadounidense que tan insuficiente, errática e incompetente labor ha desplegado ante la pandemia.

Sin temor a equivocarme, creo que el pueblo norteamericano se merece algo mejor.

Publicado Por: Elsa Claro

Periodista, poeta, narradora de altos quilates, que ejerce el ejercicio del comentario de manera cotidiana y de una excelencia de referencia. Su obra poética ha sido reconocida por el poeta nacional Nicolás Guillén desde sus primeros títulos líricos. Actualmente, este Premio Nacional de Periodismo José Martí transmite sus trabajos periodísticos en el espacio En Vivo Directo. Correo: elsa.claro@icrt.cu

1 thought on “Vidrio en el techo y piedras en la lengua

    Richard garcia

    (1 mayo, 2020 - 12:04 pm)

    El nombre del expresidente de estados unidos es bill clinton no william clinton

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