La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) instauró el 24 de enero como día Mundial de la Cultura Africana y Afrodescendiente; la fecha busca celebrar la riqueza de la cultura africana, sus ritmos, su arte, sus creencias, en fin, todo lo que hace a este continente ser lo que es.
Rememorar que durante más de 400 años, alrededor de 15 millones de hombres, mujeres y niños fueron víctimas de la deplorable trata transatlántica de esclavos, uno de los capítulos más negros de la historia de la humanidad conlleva a visualizar una realidad que aunque distante en el tiempo hace pensar en los reclamos internacionales de una deuda pendiente con el continente negro.
Esta celebración si que dignifica, porque no obstante al sufrimiento y explotación a los que fueron sometidos, los esclavos africanos dejaron su impronta en el mundo, principalmente en los países del continente americano donde llegaron en multitudes generando una mezcla cultural y sincretismo únicos.
Las condiciones en las que fueron atrapados y esclavizados no les impidieron mantener viva su cultura a escondidas asimismo, al no poder adoptar a sus dioses libremente los esclavos africanos lo hicieron a través de los santos e imágenes de la religión cristiana católica europea predominante e impuesta por los esclavistas.
Muchas costumbres nos legaron, en formas y contenido, el color de su piel, lenguaje, cantos bailes, religiosidad, sabor, colorido, la forma de cargar los niños en la cintura, las articulaciones corporales, el peinado, mitos y tradiciones, arte culinario, medicina tradicional y toponímicos.
Percibir su influencia es cuestión no sólo de un día, sino de siempre porque están en la cotidianidad formando parte de la identidad nacional sobre la base de un amplio proceso de mestizaje, indudablemente están presentes en nuestros genes.
Cuando en buen cubano decimos el que No tiene de Congo tiene de Carabalí, hacemos un tácito reconocimiento a los ancestros que viven en nuestros torrentes sanguíneos.
Es una realidad probada científicamente donde estudiosos del Centro Nacional de Genética Médica definieron interrogantes ancestrales acerca de quiénes somos y de donde venimos.
Mediante una muestra de 1019 individuos y utilizando marcadores genéticos precisaron que el 20 por ciento de los genes de la población cubana proviene de africanos y que no encontraron ningún individuo donde el ciento por ciento de su información genética fuera de origen europeo o africano.
Entonces, cuando bailamos al compás del son, de la samba, la rumba, la salsa o un merengue o escuchamos un buen Jazz, están latentes los ritmos del continente africano que vibra en cada latinoamericano y trascienden por sus esencias, por lo que somos una fusión de culturas que induce a arrollar tras una conga al estilo de Con Cuba no te metas.
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