Ángel para pacientes anónimos

Tiene espejuelos y aparenta más años de los que en realidad tiene: 52; de ellos, 35 frente a un torno. Lleva ropa de trabajo, una camisa a cuadros, una gorra medio desteñida y la mitad de la cara oculta, a «la moda» que obliga la pandemia.

Ángel Sánchez Lugones es el retrato fiel de la humildad, y domina el arte de la tornería como el más avezado de los orfebres. Ha perfeccionado de tal modo el oficio, que es capaz de hacer la pieza que le pidan, lo mismo de bronce que de hierro, de cobre, de plástico…, y Ángel siempre está dispuesto a servir.

Una raya aquí, un cilindro allá, un cuadrado, una circunferencia…, ese es su proyecto, su diseño. Así comienza «la idea», dice, que después transforma en las piezas necesarias para mantener de alta los barcos y todos los equipos de la unidad empresarial de base (UEB) Flota Marina Pesca Júcaro, en Ciego de Ávila: la adaptación de turbinas de agua a los motores, de reductores; la fabricación de las patecas del varadero; el cloche para el sistema de izaje de los camaroneros; los rodillos de la máquina elaboradora de picadillo, de la cual sale la materia prima para otras producciones…

Estas son algunas de las soluciones técnicas que han salido del ingenio y de las manos de Ángel Sánchez, siempre prestas a «lo que haya que hacer».

El 13 de agosto pasado fue llamado para una solución de «vida o muerte». Sin ser médico ni enfermero, ni trabajar en el sector de la Salud, contribuiría decisivamente a salvar vidas, armado con gubia, lima, broca, macho de roscar, cincel y tenaza…

Sucedió luego de una visita del vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca a la marina Marlin Azulmar, en Júcaro, en busca de alternativas para que las embarcaciones produjeran oxígeno para los pacientes afectados con la COVID-19.

No hubo que explicar en demasía. Con la popa hacia tierra firme estaban los barcos, las plantas eléctricas para echar a andar los compresores, y las mangueras especiales. También estaba la voluntad de los trabajadores de la marina –que, desde el 13 de agosto, laboran en brigadas que cubren las 24 horas–, pero faltaba una pieza que permitiera conectar el sistema a los balones de oxígeno medicinal, directamente desde las embarcaciones; algo inusitado, pues no es lo mismo llenar tanques para bucear.

Del otro lado de la cerca que separa ambas unidades estaba Ángel Sánchez, quien, ante la propuesta, propuso la inventiva relámpago.

Con palabras deletreadas, escurridizas y parcas, ahora dice que solo hizo lo que le pidieron. «No es nada extraordinario. Fue un entredós que algunos llaman anillas. Me explicaron, y enseguida cogí la idea. Dije que yo hacía el trabajo, porque en Júcaro no son muchos los torneros.

«Había urgencia y con la vida no se juega. Después supe que los entredós salvaron a muchas personas necesitadas de oxígeno. Yo hice diez más, por si hacían falta», comentó, sin pensar en créditos.

Horas después, el doctor Mario Muñiz Ferrer, jefe del Departamento de equipos y dispositivos médicos del Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), explicaba que la labor de aquel hombre fue determinante en las primeras horas de zozobra, cuando hubo que acudir a los buques de la marina Marlin Azulmar para que tributaran la mezcla de oxígeno al 40 %.

«Aquel hombre hizo los primeros 16 entredós –relató el doctor– para que las cuatro embarcaciones pudieran entregar el oxígeno, en un momento de máxima demanda. Aquel día estuvo ocupado desde el mediodía hasta la medianoche».

La cifra vital que Ángel Sánchez no conoce, y por la que su modestia no pregunta, es que con su pieza y el trabajo de las embarcaciones ha sido posible llenar más de 3 000 botellones de oxígeno.

Ahí ha estado la vida de muchísimos pacientes, en el ingenio y labor de tanta gente humilde, como ángeles anónimos.