En el año en que la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019) celebraría el aniversario 103 de su natalicio, se conmemora el aniversario 75 de la aparición, en el orbe danzario insular, del Ballet «Alicia Alonso», devenido Ballet Nacional de Cuba (BNC), hoy Patrimonio Cultural de la Nación, después de la alborada revolucionaria de Enero de 1959.
En ese contexto festivo, estoy celebrando mis veintitrés años como cronista de esa emblemática compañía, que tantos éxitos ha cosechado dentro de nuestra geografía tropical, y fuera de ella, al punto de ser considerada —por parte de los más afamados críticos de danza— como una de las mejores agrupaciones de ballet clásico, a escala internacional.
Los padres del BNC, y por ende, de la prestigiosa Escuela Cubana de Ballet (ECB), son los maestros Alicia, Fernando (1914-2013) y Alberto Alonso (1917-2007).
A la eximia ballerina se debe el virtuosismo técnico-interpretativo que caracteriza a las generaciones de bailarines formados al calor de las concepciones pedagógicas sustentadas por esos maestros de todas las épocas y todos los tiempos. A Fernando, la intelectualización y espiritualización de la técnica académica y la interpretación teatral, para convertir los sentimientos en movimientos corporales, uno de los indicadores fundamentales en que descansa la danza clásica; mientras que a Alberto, las coreografías cubanísimas que identifican a esa agrupación en cualquier escenario de los cinco continentes, donde ha actuado y cosechado éxitos de público y de crítica.
Por otra parte, habría que destacar que del BNC salieron las cuatro joyas del ballet cubano y universal: Josefina Méndez, Mirta Plá, Loipa Araujo y Aurora Bosch, y ha sido fértil cantera de grandes bailarines, que han alcanzado fama mundial: Carlos Acosta, Premio Nacional de Danza, José Manuel, Lázaro Alihaydée y Joel Carreño, Viengsay Valdés, actual directora de la compañía, Sadaise Arencibia, Anette Delgado y Dani Hernández, por solo citar los más significativos, aunque hay muchos otros no menos importantes, que honran —con creces— al BNC, así como a la ECB.
Podría estar enumerando hasta el cansancio, éxitos y triunfos alcanzados por el BNC en esos 75 años de duro bregar, pero he decido finalizar esta crónica con un hecho que ilustra muy bien el planteamiento del Dr. Miguel Cabrera, historiador oficial de esa institución cultural, quien afirma que «la época de oro del BNC se mantiene y se mantendrá, a través del tiempo, desde que la compañía saliera a la palestra hace más de siete décadas».
Ese hecho no es otro que el de haber exaltado al ballet cubano a la cima de la montaña, y consecuentemente, convertido a Cuba en plaza fuerte del ballet universal.
¡Muchas felicidades a los integrantes del BNC en su cumpleaños 75!
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