Con apoyo en la bien fundamentada valoración crítica realizada por el colega
Pedro de la Hoz acerca del capítulo «El diablo los junta», en el contexto del
espacio dominical Tras la huella, y publicada en la página cultural del diario
Granma, he decidido retomar esa línea temática, desbrozada por el también
vicepresidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), e
incursionar —desde una óptica eminentemente objetivo-subjetiva— en el
capítulo «Castillos de arena».
Dicho capítulo salió al aire en ese espacio audiovisual, que transmite el Canal
Cubavisión, con guión del escritor y primerísimo actor Raúl Enríquez, y la
dirección de la laureada realizadora y primerísima actriz Vicky Suárez,
integrante del elenco dramático de Radio Progreso, y Premio Best Drama
Radio Programma por su dirección del cuento Intercambio; reconocimiento
internacional que le confiriera la Caribbean Media Awards.
Ante todo, debo aclarar que el título es expresión simbólica de un hecho
delictivo (la estafa que llevaba a cabo un grupo de individuos transgresores de
la legalidad), que carecía por completo de una sólida estructura, y por ende, un
ligero «vientecito» lo desmoronó, y los involucrados comparecieron ante los
tribunales de justicia, y por supuesto, fueron condenados por los delitos de
estafa continuada y robo con violencia en las personas, así como por compra-
venta de objetos robados.
Por otra parte, ese es un caso más de Tras la huella; audiovisual que el público
percibe como un espacio que —no obstante gozar de la preferencia de los
televidentes insulares— carece de guiones consistentes, historias verosímiles,
desarrollo de la vida personal de los oficiales investigadores, para ofrecerle
credibilidad al caso que se lleva al set de filmación.
Ese capítulo no escapa —en modo alguno— a esos aspectos negativos, que
han sido muy bien documentados en el análisis crítico que le dedicara Pedro de
la Hoz, y en los que deseo profundizar, por ahora, en solo uno de ellos:
El equipo de oficiales investigadores —integrado por un elenco actoral de lujo,
de eso no hay duda alguna— están diseñados —según la ciencia psicológica—
de acuerdo con un «estereotipo estático», que se mantiene inalterable a través
del tiempo, sin cambiar o modificarse en lo más mínimo, o sea, no son
verdaderos seres humanos con virtudes (que las tienen y en grandes
cantidades), defectos (de los cuales los hombres y mujeres no podemos
escapar), inconsistencias, debilidades y necesidades que configuran la
personalidad del «soberano de la creación».
Con respecto a ese «defecto» o «deficiencia» que presenta —desde sus
inicios— Tras la huella, debo destacar cuánto se alejan de ese comportamiento
detenido en el tempo psíquico, los oficiales investigadores del gustado espacio
UNO (Unidad Nacional de Operaciones), que tanto caló en el gusto popular y
en el de los colegas de la prensa especializada. No creo necesario insistir
mucho más sobre el particular.
Como indicadores positivos, que caracterizan —en lo fundamental— el capítulo
«Castillo de arena», podría argumentarse que, en el elenco artístico, se puede
apreciar en pantalla a actores conocidos (Renecito de la Cruz, Faustino Pérez,
Carlos Treto, Alfredo González, Armando Valdés, «Chala» en el multipremiado
filme Conducta, entre otros), y algunos no tan conocidos, pero que —en líneas
generales— refrescaron con sus rostros juveniles la pequeña pantalla y se
integraron armónicamente al trabajo en equipo, y por consiguiente, se logró
muy buena actuación grupal, lo que —lamentablemente— es excepción y no
regla en dicho espacio televisivo.
Los actores que interpretan a los policías estuvieron mucho más convincentes,
lo que —en ese contexto audiovisual— es algo poco frecuente, que no siempre
se concreta. Muy natural, por ejemplo, la escena grupal en que participan los
oficiales investigadores cuando tratan el tema relacionado con las «uñas
pintadas» del sujeto que, por la fuerza, se apropiara de la moto; hecho que
destapó la «Caja de Pandora». Un comentario hecho por la mayor Lucía
propicia una jocosidad en el grupo, al igual que las bromas que intercambian
los actores Leonardo Benítez (mayor Julio) y Yasmani Beltrán (capitán Michel),
lo cual les aporta un ápice de frescura a esos momentos específicos, y en
consecuencia, le propone al telespectador una mirada más humana hacia esos
investigadores policiales.
Entre otras cosas, habría que destacar el desempeño artístico-profesional de la
primerísima actriz Maikel Amelia Reyes como líder del equipo, en sustitución
del teniente coronel, que interpreta el primerísimo actor Omar Alí. Se aprecia
en ella la actitud solidaria hacia sus colegas, pero —a la vez— prevalece el
«ordeno y mando», como es usual en una institución militar. A Leonardo
Benítez se le vio muy seguro y analítico durante toda la acción dramática, pero
—en especial— cuando le solicita información al agente «Tinguilla», encarnado
por el joven actor Armando Valdés («Chala»).
Por otro lado, habría que referirse a los protagonistas, cuyas características
psicológicas están muy bien delineadas en cada personaje, así como a la
acertada interpretación de los actores Yeni Soria, Abel Molina, Cinthya
Paredes, Edgar Medina y Reitel Oro («El Bala»). Con su actuación especial, los
actores Renecito de la Cruz, el vecino que observa el robo de la moto, y a partir
de ese momento, decide ayudar a la «víctima», y prestar declaración ante las
autoridades, y Alfredo González, uno de los muchos engañados por los
delincuentes que operaban en la «sombra», demuestran que no existen
papeles pequeños en ningún medio de comunicación. El histrionismo que
ambos artistas despliegan convence —en solo pocas escenas— a los fieles
seguidores de esa serie policiaca cubana.
El capítulo final les deparó grandes sorpresas a los televidentes, y mucho más
movimiento y acción en la pantalla chica, ya que —entre otras virtudes dignas
de elogio— habría que señalar la coherencia y compacta estructura que se les
dio a los interrogatorios, llevados a cabo —«cara a cara» con los acusados—
por parte de la mayor Lucía y de la capitana Mabel (la actriz Miriam Alameda),
así como la «bronca» desatada en el estadio de pelota, y protagonizada por el
personaje del agente «Tinguilla», quien se muestra muy natural, convincente, y
sobre todo, creíble desde la vertiente dramatúrgica.
El capítulo «Castillos de arena» demuestra —con creces— el conocimiento
conceptual y teórico-práctico que posee Vicky Suárez acerca del controvertido
apartado «dirección de actores», en el complejo medio audiovisual, lo que no
quiere decir —en modo alguno— que su primera incursión en ese espacio
televisivo haya eliminado —como por «arte de magia»— los componentes
negativos que aún lastra el policiaco dominical Tras la huella.