En el aniversario 53 del vil asesinato del comandante Ernesto Guevara de la Serna (1928-1967), he decidido honrar su memoria con una evocación a su prolífica producción intelectual y espiritual en los campos de la literatura y el periodismo.
La primera aproximación del Guerrillero Heroico a esas disciplinas humanísticas, percibidas como fuente inagotable de ética, patriotismo, humanismo y espiritualidad, datan desde la más tierna infancia cuando el futuro médico devoraba a los clásicos de la literatura universal y era un ávido lector de los periódicos y revistas que circulaban en la ciudad de Rosario, el terruño donde vio por primera vez la luz del Astro Rey.
Las lecturas sistemáticas de libros y publicaciones periódicas fueron dejando una huella indeleble en el archivo mnémico del invicto Comandante de América, y así, «poco a poco, como llega cojeando la verdad de la mano del tiempo», al decir del filósofo griego Annon, fue forjando la vocación que —años más tarde— lo convertiría, por derecho propio, en un prolífico escritor y periodista; profesiones que dignificara con su recto ejercicio.
Uno de los primeros y más importantes títulos que, como escritor, dio a la estampa fue El socialismo y el hombre en Cuba, publicado con posterioridad al triunfo de las armas rebeldes en la mayor isla de las Antillas, su segunda patria, a la que amaba —al igual que a la humanidad— con todas las fuerzas de su ser espiritual.
Después del alevoso crimen de que fuera víctima en la escuelita rural de La Higuera, en Bolivia (hoy Estado Plurinacional de Bolivia), apareció El diario del Che, editado en nuestro país y re-editado en varias naciones del orbe, además de los libros Diarios de motocicleta, La guerra de guerrillas y Pasajes de la guerra revolucionaria, entre otros títulos que póstumamente han ido viendo la luz de la publicidad en los cinco continentes.
El médico-guerrillero era un escritor con un estilo literario que refleja —con meridiana claridad— la coherencia que existía entre las esferas cognoscitiva, afectivo-espiritual y conativa, que configuran la carismática personalidad del Héroe de la Batalla de Santa Clara; maneras de pensar, sentir y actuar en las cuales jamás se manifestó la más mínima fisura o contradicción, ya que era un hombre que predicaba con el ejemplo.
El método utilizado por el Che para transmitirle al lector pensamientos, ideas, sentimientos, hechos, situaciones o pasajes, que —de una u otra forma— habían influido en su mundo interior, se caracterizaba por establecer un fluido vínculo autor-lector; requisito básico indispensable para poder alcanzar los principales objetivos que se trazara mientras creaba: instruir, educar y entretener, con la ayuda de jocosas anécdotas, porque jamás perdió el sentido del humor, si bien habría que destacar que era un humor cortante y filoso, característico de la personalidad básica de los hijos de la patria de don Domingo Faustino Sarmiento.(1811-1888) .
El lenguaje era claro, llano, directo, sin arabescos lingüísticos que le dificultaran al lector entender y comprender el mensaje ético-humanista que cada una de sus obras literarias lleva implícito.
El Che era un escritor único e irrepetible, al igual que su persona, signada por la sencillez, humildad y lealtad a Fidel y a la Revolución; rasgos que lo identificaran en la sierra o en el llano, así como en la guerra o en la paz.
El periodismo revolucionario fue otra de las grandes vocaciones que cultivó con razón y emoción, porque, al igual que el laureado escritor y periodista Gabriel García Márquez (1927-2014), Premio Nobel de Literatura, definía nuestra noble profesión como «literatura con prisa». El francotirador (seudónimo que adoptara para escribir en la revista Verde Olivo). Incursionó con éxito en casi todos los géneros periodísticos, en los cuales plasmó —desde una óptica objetivo subjetiva por excelencia— las concepciones revolucionarias acerca de cómo debía desarrollarse en nuestra geografía insular el socialismo que soñó para el pueblo que le aportó a la humanidad hombres de la talla excepcional del venerable padre Félix Varela Morales, José Martí Pérez, Antonio Maceo Grajales y Fidel Castro Ruz.
Concepciones políticas y filosófico-ideológicas, signadas —fundamentalmente— por el enfoque ético-humanista que les imprimiera a sus colaboraciones, no solo con el órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), sino también con otros medios nacionales y foráneos de prensa, que acogieron con beneplácito los artículos, comentarios, crónicas y reseñas de quien ofrendara su preciosa vida, en un oscuro rincón de la nación andina, por la libertad de la patria grande latinoamericana.
La prosa empleada en sus textos periodísticos se ajustaba a las necesidades cognoscitivas y espirituales de los lectores, para que pudieran, no solo aprehender el mensaje ético-humanista que —al igual que en su fecundo quehacer literario— les hacía llegar a través de la prensa plana, sino también que lo interiorizaran e incorporaran a su estilo de afrontamiento, lo cual los convertiría —sin duda alguna— en mejores revolucionarios y mejores seres humanos.
Por último, Ernesto Guevara de la Serna enalteció la literatura y el periodismo contemporáneos; disciplinas de las que fuera —y es— una de las figuras más prominentes, y a cuya obra periodístico-literaria es absolutamente necesario revisitar una y otra vez.
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