A la memoria del multilaureado poeta y ensayista Cintio Vitier (1921-2009), 1 el hombre, el cubano, el cristiano, el intelectual inmenso, dedico esta crónica con motivo del centenario del natalicio de uno de los más grandes estudiosos de la vida y la obra del Apóstol, a cuyo conocimiento integral se entregara en cuerpo, mente y alma, tanto en la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional «José Martí», como en el Centro de Estudios Martianos, del que fuera director fundador, y por último, en la revista Honda, que dirigiera hasta su lamentable deceso.
Para entender en toda su dimensión y magnitud la carismática personalidad del también Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y Caribeña «Juan Rulfo» 1993 y Premio Nacional de Literatura 1986, debo hacer —necesariamente— un poco de historia, basada —en lo fundamental— en el pensamiento ético-humanista sustentado por el sacerdote carmelita, poeta y ensayista Marciano García Hernández (1934-2017), 2 exdirector de la Editorial de Espiritualidad del Caribe.
Desde épocas inmemoriales, los seres humanos han adoptado comportamientos agresivos unos contra otros. Desde aquellos tiempos remotos, el homo sapiens ha tomado parte en acciones que generaban problemas, o por el contrario, ayudaban a resolver esos problemas en la medida de sus posibilidades.
Los hombres —desde entonces— han quedado incluidos en dos grandes grupos: los que han sido parte de los problemas y los que han sido parte de las soluciones a esos acuciantes problemas que enfrenta la humanidad.
Integran el primer grupo quienes han usado la violencia contra otros seres humanos para someterlos a su dominio, así como quienes han permanecido neutrales ante semejante situación, la han justificado, permitido o consentido.
Forman parte del segundo grupo quienes nunca han sometido a nadie a su voluntad o intereses, ni han justificado, consentido o permanecido neutrales ante ese antiético comportamiento, que degrada a quienes lo adoptan, sino que se han rebelado contra la situación injusta (sea cual fuere).
A lo largo de miles de años, el ser cognoscente ha generado una situación de desigualdad entre él y el otro, que cada vez se ha tornado más honda y más compleja. Hoy los problemas de la humanidad pueden ser resumidos en una sola frase: desigual desarrollo de los pueblos.
Si todos los problemas tienen su base en la desigualdad, entonces la solución de todos ellos estará en la igualdad. Quienes crean desigualdad están desencadenando los problemas, están siendo parte de los problemas, mientras quienes buscan igualdad están siendo parte de la solución de los problemas
Si esa situación de desigualdad la llamamos injusticia, entonces son hombres injustos quienes crean desigualdades. Ahora bien, si la igualdad es el contenido de la justicia, hombres justos con aquellos que buscan la igualdad Hoy es posible que las cosas sean tan complejas y complicadas que no le sea fácil a nadie discernir —con precisión y exactitud— qué debe hacer concretamente para dejar de ser parte del problema y comenzar a ser parte de su solución.
Sin embargo, existen seres privilegiados que sí lo hacen. Entre ellos, se encuentra el maestro Cintio Vitier, quien junto a otros ilustres intelectuales cubanos, fue uno de los fundadores del mítico Grupo Orígenes. 3
La sensibilidad de ese hombre único e irrepetible, tan cubano, tan cristiano, tan revolucionario, nos hace pensar que se puso de parte de la solución de los problemas desde que su preclara inteligencia global y emocional y su noble corazón le revelaron la situación real de la existencia humana. Como ser humano, como ser consciente, no solo de su condición como tal, sino también de la condición de la humanidad del prójimo, se colocó voluntariamente al lado de lo justo, de lo equitativo, de lo ético, pero no solo pensaba en él y en la familia que formara junto con la también multipremiada poetisa y ensayista Fina García Marruz, su fiel compañera en la vida y en el arte, sino también en el no yo.
Cintio no era un hombre que escribía, que componía poemas sin compromiso, sin vibración ético-humanista. A Cintio lo iluminaba ese sol del mundo moral que lo comprometía al comprometerse como parte de los demás, ya que pensaba y sentía como nosotros y no única y exclusivamente como yo (lo que es tan frecuente hoy día).
Esa conciencia universal, él la vivió como creyente en un Dios lleno de amor y perdón hacia todos, devenido faro y guía de su conducta; sólida roca en que se apoyara hasta el final de su existencia terrenal. Era un enamorado de la verdad, que hace libre, de la bondad, que emana del Ser Divino. Era un cristiano de fe, de amor, de una invencible esperanza, que lo convirtiera en profeta, en salmista, en poeta de lo divino y humano. Era un hombre religioso, un cristiano comprometido con su patria.
No era un cubano por accidente geográfico, era un cubano de pura cepa, con convicciones profundas, o mejor, un cubano, cubano, que percibía no solo la luz del Astro Rey ni los valores humanos que caracterizan a los héroes, sino que captaba la esencia telúrica que nos configura y nos hace cubanos, que vivimos, amamos, creamos y soñamos en la mayor isla de las Antillas. No convirtió a la patria en pedestal, sino en ara, porque su divisa era la honestidad que funda la justicia y la defiende de las apariencias.
Por otra parte, Cintio estaba convencido, al igual que Martí, uno de los padres fundadores de la psicología insular, que el cerebro es la envoltura material de la psiquis y el sustento del espíritu, y que cuerpo, mente y alma integran una unidad indivisible. 4-5
No era solo un genial poeta y ensayista, con intuiciones luminosas como el sol tropical que baña las playas caribeñas. Era todo eso y mucho más. Lo que caracterizaba —esencialmente— a Cintio era el hecho de ser un poeta y escritor comprometido.
Ese hombre, hombre, ese cristiano, cristiano, ese poeta, poeta, ese escritor, escritor, solo podía ser revolucionario, ya que solo él podía entender, y lo entendió como pocos, la dignidad que hay en el hecho de ser humano y cristiano, y la encaró con pasión de guerrero. Su vasta obra poético-literaria refleja la dignidad plena del hombre con toda la claridad de la bóveda celeste y lo dijo como suelen decirlo los verdaderos poetas. Tenía esos poderes y quien tiene esos poderes y los pone en función de lo justo, ese es —sin duda alguna— revolucionario.
Y por eso hoy, a cien años de su nacimiento, ese cubano, ese cristiano, ese revolucionario a carta cabal, merece nuestro respeto y reconocimiento eternos. ¡Que así sea!
Notas
- Cintio Vitier. Diccionario de la literatura cubana. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1980, pp. 1104-1108
- P. Marciano García Hernández. El origen de todos los males. La Habana: Ediciones Vivarium, 2017
- «Grupo Orígenes». Diccionario… Ob. Cit.: pp. 395-396
- Jesús Dueñas Becerra. «Varela, Martí y Varona: padres fundadores de la psicología cubana». www.cubaliteraria.cu (Sección: Luego insisto)
- Jesús Dueñas Becerra, Noemí Pérez Valdés y Raúl Fuillerat Alfonso. «La unidad cuerpo, mente y espíritu: una reflexión histórico-filosófica». La Habana: VI Encuentro de Psicoanalistas y Psicólogos Cubanos, 1996 (tema libre)