Para las mujeres y hombres del pueblo de Cuba y de su tiempo, la desaparición física de Vilma Espín Guillois, una mujer de excepcional dimensión, constituyó un momento de dolor, pero también de reafirmación en los principios revolucionarios y en la seguridad de la victoria.
Nos referimos a la curtida combatiente del llano y la Sierra, a la madre, a la amiga, a la heroína, a la compañera de trabajo, a la federada y esposa leal, que caló como pocas en el corazón de los cubanos.
El conocimiento pleno de sus virtudes y cualidades, imprimieron la certidumbre de que su invaluable legado seguirá presente en la continuidad de la construcción del Socialismo en la Isla y en el patrimonio político-cultural de nuestra historia.
En La Habana, el 18 de junio de 2007, a las 4:14 p.m., dejó de existir físicamente, mas no su ejemplo, y menos aún su comprometida obra con la Patria, con el Partido y con Fidel.
Nuestro Comandante en Jefe, en sus Reflexiones acerca del luctuoso acontecimiento, culminó su despedida con hondo sentimiento, devenida ráfaga que recorrió toda Cuba: «¡Ha muerto Vilma. Viva Vilma!».
Y es que su coraje y determinación están sembrados en cada mujer cubana, y en su Federación, en marcha actualizada y ascendente, que a fuerza de trabajo, preparación y convicciones siguen la batalla por la conquista plena de toda la justicia posible.
Con su inconfundible sonrisa para transmitir seguridad y ecuanimidad ante los retos más grandes, estuvo siempre con su voz, delicada e inquebrantable, para reclamar un papel activo e igualitario de la mujer dentro de la sociedad.
Inteligente, creativa, audaz, culta, apasionada y raigalmente martiana, forjó su humanismo, sus ideas y trayectoria de vida, en los postulados del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, y tomó como vía y ejemplo su máxima: «Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar».
Así lo declaró al recibir el premio Utilidad de la Virtud, expresando con nitidez sus motivaciones: «…si algún mérito personal me corresponde es haber sido fiel a estos ideales, de ser martiana de raíz, de sentir en mi mejilla la injusticia; de amar, como amo desde que nací, a mi pueblo…».
Su valentía, su afán de lucha y fe en la victoria, su irrefutable antimperialismo, se hicieron patentes desde sus tiempos de estudiante, en el tesonero combate por la oficialización de la Universidad de Oriente, como genuina santiaguera.
Desafió, junto con Asela de los Santos, con Frank País, y un numeroso grupo de la juventud santiaguera, a los esbirros de la tiranía batistiana, y juntos, desde 1952, decidieron pelear de frente, con la palabra y el fusil. Luego del asalto al Moncada, en 1953, se unieron a las fuerzas revolucionarias del Movimiento 26 de Julio, fundado por Fidel.
El alzamiento de Santiago de Cuba, el 30 de noviembre de 1956; el asesinato de Frank en 1957, máximo dirigente de la lucha clandestina en la entonces provincia de Oriente, su designación como coordinadora en ese territorio en sustitución de Frank, y luego su incorporación al ii Frente Oriental, comandado por Raúl Castro Ruz, constituyen páginas conocidas y admiradas del proceso revolucionario.
Alicia, Mónica, Déborah y Mariela fueron sus seudónimos en la lucha clandestina y en la guerra. Al triunfo de la Revolución, nuestro pueblo la conoció por su verdadero nombre.
Como destacara Fidel, tras el Primero de enero de 1959, Vilma comenzó otra incesante y compleja batalla por las mujeres y los niños cubanos.
Fue ejemplar gestora y ejecutora de la Revolución de las mujeres cubanas dentro de la Revolución Socialista.
Brillantes iniciativas y útiles actividades impulsó para elevar la autoestima de las cubanas, con planes concretos y específicos de preparación educacional, técnica, profesional y científica, bases del derecho inalienable para desempeñar el papel de constructoras de la nueva sociedad, tal como Fidel lo concibió y Vilma cumplió.
Profundas huellas marcó en la sociedad cubana su incesante actividad de elevado valor humano. El más contundente y enorgullecedor ejemplo de hoy: las médicas, enfermeras, técnicas, científicas y trabajadoras de la Salud, reconocidas internacionalmente como ejemplo de altruismo y amor.
Su papel como dirigente del Partido, integrante de su Comité Central y de su Buró Político; como Diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la que presidió su Comisión de Atención a la Infancia, la Juventud y la Igualdad de Derechos de la Mujer; su eficaz gestión en las Comisiones de Atención y Prevención Social y del Centro de Educación Sexual, ocuparon cada instante de su fructífera vida.
Su especial vínculo con Fidel, los lazos de amor y de ideales compartidos con Raúl, toda la consagración que dedicó a la defensa y al progreso de la Revolución, la situaron en el espacio que la memoria de los pueblos reserva a sus héroes.
En aquellos tristes días de 2007 se recibieron millares de mensajes solidarios del país y del mundo. Bellísimas páginas le dedicaron escritores, periodistas, músicos y poetas. Nancy Morejón la vio levitar, cuando Vilma concentraba su pensamiento en el trabajo de ahora y del futuro; Pablo Armando Fernández supo, verazmente, que el Verde era su color preferido, el color de la esperanza, de los montes y jardines, y el que distinguió a las fuerzas rebeldes y a las invictas Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Como Fidel vaticinó, el ejemplo de Vilma es hoy más necesario que nunca.
Vilma en junio
Junio trajo la lluvia tempestuosa,
la estrella natural que mece el viento.
Junio poblaba el mar de sentimiento
con la fina presencia de una rosa.
Vilma sabrá guardar la primorosa
espuma fiel de un cielo derramado
como el silencio de su bienamado
bajo el cristal amigo de otra rosa.
Yo la vi levitar como una estrella
viva, serena, amena, encendida.
Vilma, brillando aún como centella,
en la perenne rosa convertida,
hecha canción y sueño realizado
como una clara estrella amanecida.
Nancy Morejón
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