Delio Carreras Cuevas: historiador emérito de la Universidad de La Habana

El doctor Delio Carreras Cuevas (1937-2012), profesor emérito de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana (UH), hasta su lamentable deceso ―acaecido hace casi una década― fue historiador emérito de la capitalina Alma Mater, socio honorario de la Unión Nacional de Juristas de Cuba (UNJC), el miembro más antiguo y exsecretario perpetum de la Academia Cubana de la Lengua (ACL), miembro de honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba (APC) y miembro ilustre de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Los valiosos aportes del profesor Carreras Cuevas al desarrollo de la docencia universitaria y la bibliografía pedagógica y jurídica, tanto en el archipiélago cubano, como fuera de nuestras fronteras geográfico-culturales, han sido recogidos en varias publicaciones. Entre las más destacadas, habría que citar: Una nueva pedagogía en tiempos contemporáneos, El seudo-estudiante, la calidad de «oyente» y la pedagogía del estudiante no presencial, Interculturalidad de la Pedagogía y el Derecho, y Nociones de pedagogía en un mundo contemporáneo municipalizado.

Fue colaborador periodístico de las revistas que edita nuestro máximo centro de educación superior, así como de varios medios nacionales e internacionales de prensa. Impartió ciclos de conferencias en universidades cubanas, latinoamericanas y europeas, donde obtuviera la categoría docente de profesor titular y consultante. Recibió en vida los siguientes reconocimientos: Orden Internacional de Mérito, Ética y Estética Universitaria, del Colegio de la Real Academia Española. Membrum Perpetum y Summa Cum Laude.

Hace más de dos décadas tuve el inmenso privilegio de conocer al doctor Carreras Cuevas en el templo católico, El Carmelo, a donde acudíamos a escuchar la misa dominical que celebrara el padre Marciano García Hernández (1934-2017), cuyas homilías ―con enfoque eminentemente psicológico― disfrutábamos al máximo, ya que ambos compartíamos una sincera amistad con el exdirector de la Editorial de Espiritualidad del Caribe, con sede en Santo Domingo, República Dominicana.

Después de finalizada la ceremonia religiosa, nos reuníamos con el sacerdote carmelita para conversar acerca de problemas divinos y humanos. Evoco en Carreras Cuevas su erudición, que no abrumaba a quienes lo escuchábamos; todo lo contrario, cautivaba con su verbo elocuente, pero pausado, sin prisa, con una dicción perfecta, que emulaba en belleza y elegancia con las voces estelares de la locución insular.

Si bien era un hombre con un temperamento sanguíneo por excelencia, su esmerada educación, vastísima cultura general e inteligencia global y emocional, fueron capaces de endulzarle el carácter, poco a poco, «como llega cojeando la verdad de la mano del tiempo», según el pensador heleno Annon, hasta convertirlo en una persona única, especial, irrepetible, encantadora, a quien había que profesarle el más tierno afecto por ser quien era y como era, además de respetar la inviolable condición humana que lo identificara, tanto en el medio académico, como en cualquier otro contexto.

Con otras palabras, honraba ―con creces― a cualquier persona a la cual distinguiera con su trato afable y bondadoso, sin que adoptara poses magisteriales a ultranza ni ocultara dobles raseros (defectos que, lamentablemente, hoy son tan frecuentes).

En nuestros encuentros dominicales, los temas desarrollados por Carreras Cuevas giraban alrededor de la historia de su idolatrado centro docente, donde primero fue discípulo y después compañero de labores académicas de los eminentes maestros que integraran el claustro profesoral de la emblemática Facultad de Derecho, donde cursara estudios superiores el Comandante Fidel Castro Ruz (1926-2016), líder histórico de la revolución cubana, y consecuentemente, se graduara de doctor en Derecho.

De las muchas anécdotas protagonizadas por el eminente profesor, jurista, historiador y periodista cubano, hay una que ―por su carácter excepcional― jamás podré sepultar en el olvido, ya que fue la única vez en el relativamente breve lapso que duró nuestra relación afectivo-espiritual que vi molesto e irritado a Carreras Cuevas.

En cierta ocasión, visité el Archivo Histórico de la UH para trabajar con el expediente administrativo de la doctora Aurora García Herrera (1893-¿1983?), profesora emérita de la Facultad de Educación y primera rorscharchista cubana, mientras que, en el edificio del rectorado, me encontré casualmente con el historiador oficial de esa casa de altos estudios.

Nos saludamos como siempre lo hacíamos cada vez que nos veíamos, en la colina o fuera de ella, pero había algo en él que delataba su incomodidad, y sin pensarlo dos veces, me dijo: «Doctor, por favor, si no está muy apurado, quisiera formularle una pregunta y quiero que me responda con la mayor sinceridad». Entonces, le contesté: yo siempre tengo tiempo libre para dedicárselo a usted. Por lo tanto, pregúnteme lo que desee.

Sin más preámbulo, fue directo al grano: «hasta mí, han llegado noticias fidedignas de que un titulado historiador cubanoamericano ha publicado, en Miami, una historia de la Universidad de La Habana y esa persona nunca ha visitado nuestro Archivo Histórico, porque ahí se lleva una relación de los investigadores que acuden a él con el objetivo de indagar en los expedientes administrativos y académicos, y su nombre no aparece en la relación oficial de visitantes. En ese aspecto, los trabajadores del Archivo Histórico son muy estrictos. Tanto es así, que para autorizar el acceso de cualquier investigador a dicho local, hay que dirigirse por escrito a la secretaría de la universidad para que esta emita la orden correspondiente. ¿Usted me podría ayudar [él sabía que yo conocía por referencias al autor de ese texto] a desmentir tal falacia? Ese señor asegura que había obtenido los datos pertinentes en el Archivo Histórico y eso no es cierto […] Lo juro por mi honor».

En respuesta a dicha solicitud, le respondí que realizaría las pesquisas de rigor y que le informaría de su resultado cuanto antes. En efecto, el polémico volumen había sido editado en La Florida y el autor citaba el Archivo Histórico de la UH como una de las fuentes primarias que había utilizado para su confección.

Cuando le notifiqué los hallazgos de mi pesquisa, pensé que se infartaría, pero por suerte para él, para la universidad y para quienes verdaderamente lo apreciábamos, la sangre no llegó al río, sino se quedó coagulada en la orilla.

Esa fue la última vez que conversé cara a cara con el doctor Delio Carreras Cuevas. Después, coincidimos dos o tres veces más en el Aula Magna, pero no pudimos ni siquiera saludarnos, porque tanto él como yo estábamos enfrascados en el desempeño de nuestras respectivas profesiones. Por la prensa local, me enteré de la triste noticia relacionada con su defunción, devenida pérdida irreparable para la cultura y la educación superior cubanas, de las que fuera uno de sus más genuinos representantes.    

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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