«Los hombres generosos han de encontrarse muchas veces con los hombres agradecidos». Con apoyo en ese aforismo martiano, quiero evocar la sagrada memoria del comandante, doctor Eduardo Bernabé Ordaz (1921-2006), director fundador del Hospital Psiquiátrico de La Habana, en el año del centenario del natalicio de ese gigante del humanismo revolucionario y cristiano.
Desde los albores de la humanidad, el homo sapiens se ha integrado a tres grandes grupos: los hombres que crean problemas, generadores de injusticia social, y apelan a la violencia y al crimen para defender sus intereses. Los hombres que se mantienen indiferentes o apáticos ante el statu quo imperante y se convierten en cómplices de la injusticia. Y los hombres que tratan de solucionar los graves problemas que enfrenta la gran familia humana, se rebelan contra la injusticia social y su única divisa es servir al otro.
El también profesor emérito de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, pertenecía —por derecho propio— a esa última categoría de hombres excepcionales.
Para hablar del Héroe Nacional del Trabajo de la República de Cuba tengo a mi disposición «todas las palabras del diccionario [de la lengua española], pero prefiero hacerlo con el corazón abierto, porque las frases fluyen entonces de manera espontánea y sentida». 1
Desde que el doctor Bernabé Ordaz decidiera estudiar Medicina, la más noble de las profesiones, optó por resolver problemas sociales y humanos; luchar contra la injusticia en cualesquiera de sus manifestaciones; y hacer del amor universal su principal arma de combate, para eliminar las desigualdades y todo lo que separa, discrimina o divide a los hombres.
En esa épica batalla, que comienza en la clandestinidad, luego en la Sierra Maestra y continúa en el Hospital Psiquiátrico de La Habana durante más de cuarenta años, el expresidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina (APAL) (1998-2000), no sólo demostró su acendrada vocación ético-humanista, sino también su condición de médico ejemplar y revolucionario sin tacha y sin mancha…, a pesar de las burdas acusaciones de que fuera objeto por parte de la mafia terrorista anticubana y sus asalariados internos, quienes enlodaron la frase martiana de que un «gran hombre merece respeto»;2 respeto que los «defensores» de la cacareada libertad de prensa, la democracia y los derechos humanos (¿?), jamás han experimentado… ni siquiera por ellos mismos.
Nuestro ilustre biografiado nació el 13 de octubre de 1921, en San Antonio de los Baños, actual provincia de Mayabeque, donde cursa sus primeros estudios, que más tarde continúa en el instituto de segunda enseñanza de Marianao, hoy municipio de la capital del país.
En la Universidad de La Habana, donde matricula la carrera de Medicina y se gradúa de doctor en Medicina en 1951, desempeña funciones dirigentes en la Federación Estudiantil Universitaria (FEU). Una vez finalizados los estudios superiores, ejerce su profesión en el hospital universitario «General Calixto García», donde se especializa en Anestesiología.
Poco después, se integra a la lucha insurreccional en la Sierra Maestra y es designado director del hospital «La Plata», donde recibían atención médica no solo los miembros del Ejército Rebelde, sino también los soldados de la dictadura batistiana, prisioneros de guerra, y los campesinos de la zona montañosa, donde operaba la guerrilla revolucionaria.
Nueve días después del triunfo de la Revolución, el Comandante Fidel Castro Ruz (1926-2016) nombra al doctor Bernabé Ordaz, comandante del Ejército Rebelde, director del antiguo Hospital de Dementes de Cuba, devenido floreciente Jardín de la Esperanza, que él cultivara con amor, ciencia y devoción durante más de 44 años.
Desde 1959, el doctor Bernabé Ordaz se da a la gigantesca tarea de convertir el otrora Infierno de Dante, como lo calificara Fidel, en el Hospital Psiquiátricode La Habana, donde se aplicara, de forma masiva pero personalizada, el programa de rehabilitación psicosocial a pacientes con enfermedades mentales de larga evolución.
El enfoque ético-humanista con que se acometiera esa hermosa obra en el campo de la rehabilitación psicosocial, no sólo hizo merecedor al comandante-médico-guerrillero de un sólido prestigio científico, tanto nacional como internacional, sino también le permitió crecer —¡y en qué medida!— en ética, humanismo y espiritualidad (fieles aliadas de la práctica médica cubana), y consecuentemente, darle pleno sentido a su fecunda vida, signada por la sencillez y la humildad…, no obstante los merecidos honores (científicos, académicos, sociales, entre otros), que el Académico Titular de la Academia de Ciencias de Cuba recibió a lo largo de sus 84 años de fecunda existencia terrenal.
El Miembro de Honor de las sociedades cubanas de Psicología y Psiquiatría, uno de los pioneros en globalizar el amor y la solidaridad humana, era fuente inagotable de fe y esperanza para aquellas personas, que por padecer una afección mental crónica son discriminadas en casi todos los rincones del planeta.
Por otra parte, con esa visión de futuro que lo caracterizara, le presta su incondicional apoyo al Psicoballet, proyecto artístico-terapéutico valorado por el líder histórico de la Revolución Cubana como genuino aporte al desarrollo de la psicología y la cultura insulares.
No cabe duda alguna de que la frase del Apóstol «ver pena es bueno, porque nos hace creer y nos aviva la capacidad de consolarla» 2dejó una huella indeleble en el intelecto y en el espíritu del único cubano candidato a los premios Nobel de la Paz y de Medicina, que —en paz consigo mismo, porque cumplió con creces su misión en la tierra— duerme el sueño eterno en los amorosos brazos del «Espíritu Universal», leitmotiv en la obra literaria y periodística de José Martí; y desde esa nueva dimensión espiritual, donde se dan cita hombres y mujeres como usted, doctor Eduardo Bernabé Ordaz, hágase «inmenso contemplando la inmensidad». 3
Notas
- Peláez Orfilio. «La lengua es nuestra patria común». Granma. 2001; 37 (231): p. 6.
- Martí, José. Citado por Jorge Sergio Batlle. En: José Martí: aforismos. La Habana: Centro de Estudios Martianos, 2004: p. 182
- Ibídem. P. 300.