«Todo el que quiere realmente algo, el universo entero conspira para que ese algo se convierta en hermosa realidad». Con esa cita del ilustre escritor brasileño Paulo Coelho comenzó Eduardo Falcón este fluido diálogo que establecí con un trabajador metalúrgico, devenido actor, por una feliz circunstancia que lo llevó al set de filmación del multipremiado largometraje Inocencia.
Mi interlocutor siempre soñó con ser actor, o por lo menos, trabajar como extra en algún filme, pero veamos cómo Eduardo logró materializar en la práctica el objetivo que se había trazado: participar en el elenco artístico de una producción cinematográfica cubana.
¿Cuáles fueron los factores motivacionales que inclinaron su vocación hacia la actuación en la pantalla grande?
El motivo que inclinó mi vocación hacia la actuación no fue otra cosa que un gran anhelo por actuar en el cine, ya que ser actor era un viejo sueño hecho realidad, y que me apasiona desde que tenía uso de razón. Estoy en deuda de gratitud con quienes me permitieron poder concretar ese sueño, y sobre todo, con el laureado realizador Alejandro Gil, así como con el equipo técnico-artístico, que tanto me ayudó y apoyó desde todo punto de vista.
¿Qué representa para usted haber participado en el elenco artístico del filme Inocencia, del talentoso realizador Alejandro Gil; largometraje que ya puede considerarse —sin duda— un clásico del cine insular y de mucho más allá de nuestras fronteras geográficas?
Yo fui uno de los 209 aspirantes que se presentaron al casting y solo escogieron a 25 extras. Deviene un verdadero privilegio haber trabajado en esa cinta histórica, ya que me sedujo la trama y me conmovió el enseñamiento de que fueron víctima esos adolescentes, casi niños, quienes solo tenían 18 años de edad, y el más joven 17. A esos ocho estudiantes de Medicina, los asesinaron por la avidez de sangre que tenían los voluntarios españoles y cubanos renegados que pusieron sus armas al servicio de la Metrópoli hispana.
De su experiencia primigenia en el proceso de filmación de una cinta, caracterizada —fundamentalmente— por los hechos históricos implicados en la acción dramática, ¿podría relatar alguna anécdota que le haya dejado una impronta en su archivo mnémico?
La trágica historia de los ochos estudiantes de Medicina, que fueron ultimados por las balas españolas para agradar al Cuerpo de Voluntarios de La Habana, influyó tanto en la esfera cognitiva como afectivo-espiritual de mi personalidad; y le habló de tal forma a mi yo íntimo, que devino una lección ético-humanista, que jamás olvidaré: no ser extremista ni intolerante, como lo fueron los voluntarios capitalinos, quienes exigían que se derramara sangre Inocente, y eso —en realidad— fue lo que más me impactó y ha quedado registrado en mi memoria para toda la vida.
¿Podría explicar en apretada síntesis cuáles son sus planes futuros acerca de esa incursión como actor en el arte cinematográfico?
Mis planes futuros es seguir insistiendo en la actuación, porque es una carrera muy vivificante, y a la vez, muy sacrificada. Ahora, esperar a que libren una nueva convocatoria para presentarme de nuevo como aspirante, ya que actuar forma parte de la leyenda personal que estoy escribiendo, y no voy a cejar en este empeño.
¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?
Reiterarles las más expresivas gracias a Alejandro Gil y a Yaremis Pérez por facilitar mi participación en Inocencia. Eso es todo […], por ahora.
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