En el año 1896, Pierre de Coubertin reivindica prioritariamente la paternidad de los Juegos Olímpicos de la era moderna y a la par aquilata que los mismos impulsarán el amor por la paz y el respeto a la vida.
El también pedagogo, en su ideario visualiza al olimpismo como un elemento indisolublemente relacionado con la Paz; al punto de referir que …Para asegurar la paz social, no bastará desde luego, con repartir entre los hombres de manera más equitativa el esfuerzo de producción y la facilidad de consumo de los objetos necesarios para la vida material…; conviene que el placer muscular, productor de la alegría, de energía, de calma y de pureza, sea puesto también al alcance de los más humildes y bajo las múltiples formas con las que le han revestido el perfeccionamiento de las industrias modernas. Este es el olimpismo integral y democrático.
Coubertin sintetiza asimismo la idea exponiendo que en la práctica de los deportes, están en germen los principios que sirven de base y de punto de partida a toda democracia razonable por eso, pondera al olimpismo en un contexto social como un derribador de muros que reclama aire y luz para todos, además de constituirse en fuente de dicha y fraternidad.
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