Los encuentros que Maritza Hernández Álvarez tuvo con Fidel, se hicieron perpetuos en la memoria de esta doctora espirituana, a quien no le transcurre un día sin que acaricie con su mirada el álbum de fotografías que inmortaliza cada momento. La historia comenzó cuando ella lució su bata blanca ante el gigante a tres años de graduada.
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