De paso por la Ciudad Héroe, en medio de una pandemia que trastoca ese tradicional ritmo de su gente por las medidas restrictivas para aplanar la curva de los casos positivos y fallecidos a causa del SARS-CoV-2, procuramos como siempre mantenernos informados acerca del curso de la enfermedad en todo el país y por supuesto, sintonizamos cada mañana las conferencias del Doctor Francisco Durán antes de iniciar cualquier actividad.
La preocupación del especialista, cuando refiere que su provincia de origen inquieta por el índice de contagiados es más que válida y lo confirmo no sólo por ser su coterránea, sino porque aunque resido actualmente como él en la capital me percato que en realidad en el terreno y en el reparto donde nací, por ejemplo, las irresponsabilidades de las personas no coadyuvan a que las cifras de enfermos bajen.
Si bien es cierto que comenzaron con todo éxito la intervención sanitaria con el candidato vacunal Abdala, con una organización excelente, tanto que mi mamá de 100 años, recibió ya su dosis en casa y una hermana que no puede acudir al vacunatorio también y hasta yo, fuera de la lista local, los hechos parecen marcar un exceso de confianza de las personas hacia un virus cada vez más letal.
Créanme que sin salir mucho de casa aprecio diariamente cómo las indolencias contribuyen a que el panorama santiaguero no varíe a pesar de los esfuerzos de mucha gente y les digo, sin ninguna razón se reúnen grupos de jovenzuelos y otros que no lo son, con o sin nasobucos a conversar desde bien temprano en la mañana y sólo se retiran luego de pasadas las cinco de la tarde. Hasta aquí, el problema no pasa de la charla amena al parecer, pero la posibilidad del contagio está ahí precisamente porque ninguno de ellos sabe si tienen la enfermedad consigo.
Por otro lado, en ocasiones el comportamiento adquiere ribetes festivos, pues comparten de un mismo vaso bebidas alcohólicas no obstante a la insistencia de su proceder incorrecto. Esto no tiene otro nombre que irresponsabilidad. En ese mismo grupo apareció también llevado por quien puede ser su padre, un niño de unos 5 meses con su nasobuco, pero en ese entorno de personas adultas además, simulando que conducía el vehículo con sus manitas en el timón.
Estos no son descuidos sino el reflejo de un actuar negligente porque algún familiar, por muy despistado que esté el conglomerado de una familia debe conocer que la cifra de enfermos está rebasando ya los mil 300 diarios en el país y que los casos pediátricos ascienden a más de 22 mil en lo que va de pandemia; el 13,4 por ciento de los enfermos.
El llamado es a ser más combativos y enérgicos, proteger y protegernos y contribuir con un personal de la salud que se agota pero no desmaya asimismo, como santiaguera autóctona me sumo al pedido de una colega de mi otrora centro laboral, el periódico Sierra Maestra que en un comentario titulado Incertidumbre y espera desesperantes pide cumplir con los protocolos establecidos y ser disciplinados.
Como parte de una experiencia personal la reportera narra los momentos tristes generados en su entorno familiar porque sus integrantes fueron trasladados a centros de aislamientos por estar en una posible cadena de contactos. El virus como dice la periodista, en segundos les viró la vida al revés.
Mientras esperaban los resultados de los PCR la inseguridad, el miedo y el desasosiego se apoderó de todos; la experiencia-según nos cuenta- por la que no hubiese querido pasar y aunque los resultados finalmente fueron negativos, siempre exhortó a la inmunización con la “vacuna de la responsabilidad”.
De acuerdo contigo Ángela, si de verdad queremos que nuestra provincia baje esas alarmantes cifras de contagios debemos esforzarnos todos; convencidos y disciplinados para con esa satisfacción unirnos al querido conciudadano Doctor Durán que todas las mañanas con orgullo preconiza que es un santiaguero y confía que si podemos lograrlo. Entonces hagámoslo juntos, los que estamos aquí de por allá y los de aquí.
Like (0)