«Luchadora, guerrera, provocadora, retadora, amante apasionada de la vida y la obra de Carlos Marx y de Fidel Castro […]» fueron algunos de los principales rasgos personográficos que definen a la crítica, periodista y escritora «Paquita» Armas Fonseca (1950-2023), cuya sagrada memoria fuera evocada —con no disimulada emoción— en la sala «Villena» de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), donde tantas veces expuso los criterios que sustentara acerca de la crítica en los medios masivos de comunicación, sobre todo en la radio y la televisión cubanas.
Dicho homenaje, «formalmente informal», como le hubiese agradado a la también miembro ilustre de la UNEAC y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), que se le recordara postmortem, se desarrolló en forma de panel, moderado por la Dra. Magda Resik Aguirre, directora de la emisora Habana Radio, e integrado por los intelectuales Waldo Ramírez, vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Luis Morlote Rivas, presidente de la UNEAC, Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la UPEC, Fidel Díaz Castro, director de la revista El Caimán Barbudo, y Yasel Toledo Garnache, presidente de la Asociación «Hnos. Saíz» (AHS), todos ellos muy vinculados profesional y afectivamente al quehacer crítico, periodístico y literario de la tristemente desaparecida colega.
Las palabras de apertura estuvieron a cargo de la cineasta Lourdes de los Santos, quien preside la Asociación de Cine, Radio y Televisión, a la que «Paquita» pertenecía y seguirá perteneciendo, ya que ese homenaje se le tributa en tiempo presente, ya que su alma noble y bella nos acompaña aquí y ahora a través de un «fenómeno parapsicológico» (lo que está en la confinia entre lo «normal» y lo «anormal»), nombrado «percepción extrasensorial», que solo nos llega mediante los «sentidos espirituales» y la esfera afectiva.
De acuerdo con la Dra. Resik Aguirre y el resto de los panelistas, «Paquita» era una guardiana incansable, infatigable, del buen hacer de la radio y la pequeña pantalla insulares, «cazadora» sin piedad de lo mal hecho o de aquello que se alejara un ápice de la proyección estético-artística y ético-humanista que debe caracterizar, sobre todo a la producción audiovisual (léase, televisiva).
Ella tenía un «látigo con cascabeles en la punta» para señalar los errores que solo una mirada de águila como la suya, podía descubrir en la dramaturgia o en la acción dramática de alguna telenovela, teleserie u otro material audiovisual que saliera al aire por los canales de la televisión nacional.
Según los ponentes, «Paquita» hablaba de frente, no andaba con «medias tintas», sin dobleces, con una sonrisa franca, de «oreja a oreja», exponía sus puntos de vista ante funcionarios del ICRT, de la UNEAC, realizadores, productores, artistas, o colegas suyos en el quehacer crítico, y los defendía con razón y emoción hasta sus últimas consecuencias; y según la opinión unánime de los disertantes, casi siempre —por no decir siempre— daba en el centro de la diana, porque los calzaba con apoyo en fundamentos teórico-conceptuales y metodológicos inobjetables.
Por otra parte, se consagró en cuerpo, mente y alma a la crítica artístico-literaria y al periodismo cultural, lo cual constituye un valiosísimo aporte en lo referente a una «mirada crítica» en relación con la pantalla chica, una de las grandes pasiones de nuestra homenajeada. «Paquita» no esperaba a que el producto audiovisual estuviese «acabado», sino cuando aparecía en pantalla por vez primera ahí comenzaba para ella el martiano ejercicio del criterio, con todas y cada una de las consecuencias que implica hoy practicar la crítica, la cual percibía como fuente nutricia de ética, humanismo, patriotismo y espiritualidad
Su relación con los jóvenes críticos y periodistas era muy especial, ya que los sentía como «discípulos» o «hijos adoptivos», a quienes escuchaba con suma atención y orientaba en el diario quehacer de sus respectivas profesiones.
«Paquita» colaboraba con el Portal de la Televisión Cubana, donde tenía —por derecho propio— una columna de autor, para desmontar todo aquello que, a su agudo juicio, no respondiera en todas y cada una de sus partes a los objetivos esenciales de la pequeña pantalla: «entretener educando» y «educar entreteniendo».
Además, fue jefa de redacción de El Caimán Barbudo y de la revista Somos jóvenes, así como columnista de varios medios nacionales de prensa (Juventud Rebelde, Sitio Web de la UNEAC, La Jiribilla, Cubadebate, Cubasí), donde no solo ejerciera la crítica con eticidad, honradez y valentía, sino también dejara una estela de grandes afectos en todos esos medios de prensa, donde se le recuerda con cariño y respeto.
Una vez finalizadas las intervenciones, algunos asistentes hicieron uso de la palabra para relatar anécdotas, devenidas verdaderos retratos que «desnudan» —desde la vertiente psicológico-espiritual— a la inolvidable «Paquita» Armas Fonseca, un ser humano único e irrepetible.
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