Hace exactamente 13 años el maestro Juan Emilio Friguls (1919-2007), Premio Nacional de Periodismo José Martí y Premio Nacional de Radio, partió a encontrarse con el Espíritu Universal en ese mundo lleno de música, poesía, luz y color, adonde van las ánimas de los hombres buenos que, según el genio martiano, «aman y construyen».
En el Día Nacional de la Prensa quiero evocar la memoria de quien fuera en vida reportero de lujo de la septuagenaria Radio Reloj, emisora a la que se consagró en cuerpo, mente y alma durante una buena parte de su fecunda existencia terrenal, y a la que le entregó lo mejor y más puro del intelecto y el espíritu humanos..
El primer chispazo que acudió a mi memoria poética cuando decidí escribir acerca de su fecunda trayectoria profesional en el campo de la prensa, fue la última vez que vi y hablé con el decano de los periodistas cubanos en la conferencia de prensa convocada por el Ballet Lizt Alfonso Dance Cuba, en el Centro Histórico de La Habana, donde radica la sede de esa emblemática compañía, tan cubana como universal. Allí, humilde y sencillo (rasgos esenciales de su carismática personalidad), se hallaba el entrañable maestro, colega y amigo, para quien pasar desapercibido era parte de su irreprochable comportamiento…, pero muy pocas veces lo lograba, porque sin pretenderlo –nada más lejos de la realidad ni de su verdadera intención- se convertía en «punto focal» de cualquier actividad que él honrara con su presencia.
Charlar con Juan Emilio era encontrarse con la historia, la sabiduría, la sencillez, porque interiorizó e incorporó a su noble profesión, percibida por él como fuente nutricia de ética, patriotismo, humanismo y espiritualidad, el aforismo martiano de que «la primera lección de la sabiduría es la humildad»
Esa rápida conversación que, en aquel contexto, sostuvo con la colega Nora Sosa —periodista de la centenaria revista Bohemia— y con el autor de esta crónica devino lección magistral de periodismo cultural, registrada en el componente espiritual del inconsciente freudiano de cuantos tuvimos el privilegio de escuchar, en la serena voz del maestro, los principios «clave» en los que se estructura dicha especialización.
Friguls era un fiel amigo y entusiasta colaborador de la centenaria Biblioteca Nacional José Martí, cuyas actividades culturales reseñaba para el «Matutino» de Radio Reloj, el espacio de mayor audiencia nacional con que cuenta ese paradigmático medio de prensa. Como hombre culto, era un ávido lector, y en una entrevista que le hiciera el periodista Moisés Anazco (1951-2017), corresponsal de Radio Progreso en la provincia de Holguín, Friguls le reveló que sus lecturas preferidas eran La Edad de Oro, de José Martí, y Corazón, de Edmundo de Amicis, en la infancia y adolescencia, así como toda la literatura especializada cuando —desde joven— se le alojó en la mente y en el alma el «virus» del periodismo, y consecuentemente, decidió dedicarse por entero al ejercicio de nuestra profesión, enaltecida por Félix Varela, José Martí, Ernesto Che Guevara y por el propio Juan Emilio Friguls.
Es mucho —y no creo que quepa en una crónica- todo lo que pudiera decirse de la vida y la obra ejemplares de quien percibió la praxis periodística como un verdadero sacerdocio laico, pero no puedo dejar de destacar —con letras indelebles— su inclaudicable actitud como revolucionario-fidelista (así se autodefinía), y como cristiano sin tacha y sin mancha. En cierta ocasión, un pequeño grupo de discípulos del venerado maestro nos reunimos en el local de la Revista Semanal de Reloj para tomarnos un «te literario», y Friguls nos contó una anécdota que, por su hondo impacto, quedó archivada en el «baúl de los recuerdos»: en la lejana época en que la Iglesia Católica y el Estado socialista cubano adoptaron posiciones —al parecer irreconciliables- le preguntaron a Friguls, ¿por qué él seguía siendo cristiano si era revolucionario? Interrogante a la que respondió de inmediato: «porque he caído en la cuenta de que, en su esencia íntima, el humanismo revolucionario y el humanismo cristiano tienen ideales comunes, y en Cuba, tenemos varios ejemplos […], pero solo voy a mencionar dos: la Heroína del Llano y la Sierra, Celia Sánchez Manduley (1923-1980), la Flor más autóctona de la Revolución, y el comandante, doctor Eduardo Bernabé Ordaz (1921-2006), verdadero artífice del humanismo revolucionario y cristiano en la patria de Varela, Martí y Fidel. ¿Le queda alguna duda al respecto?».
¡Gloria eterna al maestro Juan Emilio Friguls en el Día de la Prensa Cubana!
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