La macabra trama de los falsos positivos, como se conoce a la práctica del ejército de Colombia de asesinar a jóvenes civiles y luego presentarlos como guerrilleros caídos en combate para obtener prebendas, estremece de nuevo a esa sociedad tras el descubrimiento de una tumba clandestina con numerosos restos humanos.
Revelaciones de un militar anónimo permitieron localizar la fosa común en el cementerio Las Mercedes, del municipio Dadeiba, a unos 170 kilómetros de Medellín, zona de notable influencia de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, hoy convertida en partido político.
Investigadores de la Jurisdicción Especial de Paz, un organismo surgido de los acuerdos firmados entre las FARC y el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos, indicaron que en el lugar podría haber hasta 50 cadáveres de personas asesinadas por los militares.
Los forenses realizarán análisis a los cuerpos que ya fueron exhumados para determinar las causas de la muerte y si, como se presume, fueron ejecutadas por miembros del ejército en uno de los episodios más oscuros del enfrentamiento armado interno.
Los falsos positivos tienen su origen en una directiva adoptada durante el gobierno derechista de Álvaro Uribe, de 2002 a 2010, cuando se aprobó otorgar estímulos económicos, descansos, ascensos y otros privilegios a quienes documentaran haber causado bajas a las filas rebeldes.
Grupos de militares colombianos comenzaron entonces a reclutar a jóvenes con promesas de darles trabajo en zonas alejadas de las ciudades y cuando éstos llegaban los asesinaban, les vestían con uniformes de guerrilleros y los presentaban como caídos en combate
para reclamar sus premios.
El escándalo estalló en 2008 y esa práctica se detuvo, pero ya entonces habían muerto de esa manera más de dos mil personas, si bien organizaciones humanitarias estiman que la cifra es mucho más alta.
Uribe despidió a varios altos mandos militares, pero jamás asumió la responsabilidad por los crímenes cometidos, a pesar de que estos se derivaron de una orden suya y que él, en tanto jefe de Estado, era el comandante supremo de las fuerzas armadas.
La realidad es que esta conducta del ejército colombiano jamás se detuvo del todo. Este año otro caso sacudió al país cuando se conoció que varios cuerpos presentados en agosto de 2018 como muertos en un combate contra supuestos disidentes de las FARC, eran jóvenes y adolescentes, entre ellos una niña de 12 años, víctimas de un bombardeo militar.
Sólo cuando estas graves violaciones al derecho nacional e internacional sean por completo investigadas y sus culpables sancionados, comenzarán a cerrar las heridas de más de medio siglo de guerra interna en la patria de Jorge Eliecer Gaitán y Gabriel García Márquez.