Félix Varela: primer psicólogo cubano con orientación ético-humanista (+Vídeo)

En el aniversario 170 del deceso del venerable padre Félix Varela y Morales (1788-1853), 1-2 quiero evocar la sagrada memoria del también educador, escritor, periodista y patriota cubano, a través de este sucinto ensayo, cuyo objetivo fundamental —además de conmemorar tan histórica fecha— es indagar en una faceta poco explorada de la carismática personalidad del hombre que, según don José de la Luz y Caballero (1800-1862), «fue el primero que nos enseñó en pensar», y que junto a José Martí (1853-1895) y don Enrique José Varona  (1849-1933) es una de las piedras fundacionales de la psicología cubana. 3

Esa decisión responde —básicamente— a factores de índole cognitivo-afectiva: para la psicología con enfoque ético-humanista, la conducta del soberano de la creación tiene dos motivaciones fundamentales:

Una superficial, que se advierte a simple vista, y otra profunda, que muy pocos perciben, y que nace, crece y se consolida en el componente espiritual del inconsciente freudiano: «el afecto y el respeto ternísimos» que, al decir del Apóstol, me inspira la egregia figura de ese ser humano excepcional, para quien no existe —al menos en nuestra lengua materna— elogio digno de él.

No obstante, «roedores del intelecto y el talento ajenos» (frase con la que el fundador del periódico Patria estigmatiza a los envidiosos, que los hay en todas las épocas y en todos los tiempos), trataron de escamotearle a Varela el título de primer psicólogo cubano e incurrieron en algunos errores acerca de la aparente contradicción entre ciencia y fe, 4 que —según sus detractores—existía en el mundo interior del santo sacerdote. Criterios que distorsionaban el pensamiento científico vareliano y que generaron, en el intelecto y en el espíritu de este cronista, la acuciosa necesidad de enmendarles la plana (expresión utilizada con frecuencia en el argot periodístico)

En respuesta a esa tergiversada interpretación, acepté el hecho de que Varela conoció y divulgó la obra de ilustres pensadores europeos, y que formuló severas críticas a la tesis de la reflexión o experiencia interna sustentada por John Locke (1632-1704). Juicios emitidos desde posiciones eminentemente filosóficas y no psicológicas, por la sencilla razón de que, en la primera mitad del siglo XIX, la psicología aún no se había independizado de la scio mater y hasta 1879 no rompería el vínculo filial que la unía a la filosofía.

Por lo tanto, el padre Varela no hizo aporte teórico-conceptual alguno al desarrollo de la ciencia psicológica en nuestro país, pero, con el genio y el ingenio que caracterizaran su pensamiento creador e innovador, supo poner la práctica psicológica, derivada del ejercicio de su ministerio pastoral (del que nunca se apartó), y de su experiencia pedagógica, en función de la espiritualidad cristiana, la educación y la labor periodística (como se explicará más adelante)

A propósito, alrededor de la religiosidad y la espiritualidad del padre Varela se percibe, en los planteamientos críticos enunciados, un silencio sepulcral, que solo es roto para señalar aparentes antagonismos entre su pensamiento teológico y científico, que únicamente existían en las circunvoluciones cerebrales de quienes —de forma consciente o no— descontextualizan a nuestros grandes hombres y pretenden ocultar la verdad histórica, con lo que olvidan una antológica frase de Varela: «la mentira puede durar años; la verdad la rebasa en un instante». 5

A tono con esa línea de pensamiento, se sostiene que el padre Varela se «enfrentó», en materia de filosofía y ciencia, a los Santos Padres de la Iglesia. Si bien es cierto que combatió el escolasticismo como método, ya que constituía un freno para el desarrollo consecuente de la filosofía, la ciencia y la pedagogía, en modo alguno atacó, ni siquiera puso en duda (algo que es perfectamente comprensible en un creyente, sea sacerdote o laico), los principios fundamentales de la fe cristiana, tan arraigados en la mente y en el alma del venerable padre, y además, razón de ser de una vida consagrada a Dios, a la Patria, a la educación y al ejercicio del periodismo revolucionario. En síntesis, Varela siempre fue fiel a su formación teológico-cristiana.

En consecuencia, su actitud y comportamiento eran coherentes con el credo religioso que profesaba y las posiciones humanísticas que adoptara, porque el hecho de que defendiera con ardor el carácter objetivo, práctico y experimental de la ciencia y la técnica, no quiere decir que abrazara —necesariamente— la filosofía materialista de aquel entonces, y muchísimo menos que negara o renunciara a la fe católica.

Los genios como Varela y Martí no caben en ningún encasillamiento ideológico, ya que su preclaro pensamiento es libre como el viento y el vuelo de las aves; y su connotación, repercusión y alcance son universales, y por consiguiente, patrimonio no de un pueblo, sino de toda la humanidad.

Veamos, ahora, los criterios objetivo-subjetivos en que descansa mi réplica a las posiciones seudointelectuales que sustentaran los detractores de ese «cubano entero» (como lo califica el poeta mayor de la patria grande latinoamericana).

En la época en que el venerable padre Félix Varela ocupa la cátedra de Filosofía en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, claustro materno de ciencia, conciencia, ética, patriotismo, cultura, humanismo y espiritualidad, la Psicología no había logrado independizarse de esa rama del conocimiento humano, cuya fundamentación conceptual se sustentaba en las teorías aristotélicas, las cuales desempeñaran una función básica en el contexto de la enseñanza de la ciencia que estudia las leyes más generales que intervinculan la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano, tanto en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, como en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana.

Así las cosas, no cabe duda alguna de que Varela llega al conocimiento de la Psicología por dos vías fundamentales: la Filosofía  y la Pedagogía. Y si bien es cierto que, en aquel entonces, la disciplina que nos ocupa no había roto el «cordón umbilical» que la unía a la filosofía, la aguda inteligencia del «más sabio y virtuoso de los cubanos» 6 comprende —con meridiana claridad— tres hechos esenciales: el conocimiento psicológico debía estar en función de la espiritualidad cristiana, de la educación; criterio sintetizado en su antológica frase «el que enseña y el que aprende sólo son compañeros, el verdadero maestro del hombre es la naturaleza […]», 7 y del ejercicio periodístico. Las Cartas a Elpidio, por ejemplo, devienen un tratado de ética periodística, y además, lecciones magistrales de psicología infanto-juvenil con marcado enfoque humanista.

Por otra parte, Varela advierte —con la sagacidad que distingue su pensamiento creador e innovador— la íntima y estrecha relación entre Psicología y Espiritualidad, así como entre Psicología y Pedagogía.

He ahí, el antecedente de que, después del aborto republicano de 1902, la Psicología fuera incluida como asignatura en el diseño curricular de la Escuela Normal para Maestros y en los institutos de segunda enseñanza (hoy pre-universitarios), así como en el de las carreras universitarias de Pedagogía, Derecho y Filosofía y Letras, y fuera fundada, en 1946, la carrera de Psicología en la Universidad Católica de Villanueva, y en 1956, en la Universidad Masónica «José Martí»; instituciones educacionales privadas, que desaparecieron en 1961 como consecuencia de la Ley de Nacionalización de la Enseñanza, dictada por el Gobierno Revolucionario cubano.

El concepto de educación elaborado por el padre Varela: «mostrar alternativas, caminos u opciones diferentes, para que el alumno decida cuáles ha de elegir»; 8 la premisa metodológica de que «lo más interesante para el maestro debe ser enseñar al hombre a pensar desde sus primeros años, o mejor dicho, quitarle los obstáculos que le impiden pensar por sí mismo»; 9 y los consejos dirigidos a la juventud y al magisterio, y recogidos en sus Cartas a Elpidio, son pruebas fehacientes de que Varela fue capaz de fundamentar, no desde la vertiente teórico-conceptual, pero sí desde la práctica psicológica, su fecundo quehacer docente-educativo, y a la vez, desbrozar el camino que luego transitarían sus más fieles discípulos; albacea testamentaria de la herencia intelectual y espiritual que legara a la humanidad uno de nuestros más insignes educadores.

Con apoyo en dichas concepciones teórico-metodológicas, la Dra. Nancy Luis Fernández, profesora titular de la Universidad de Ciencias Pedagógicas «Félix Varela» de Villa Clara, opina que es requisito indispensable « […] penetrar en las esencias humanistas […] del magisterio vareliano, ese amplísimo conjunto de lecciones [éticas] que nos puede guiar en no pocas etapas de la vida, y del que todavía tenemos mucho que aprender». 10

De acuerdo con los elementos de juicio desde los cuales esbozara la función relevante desempeñada por el esclarecido patriota en el contexto de la psicología cubana, he llegado a la conclusión de que la ciencia que nos ocupa puso a disposición de Varela un valioso instrumento, que le permitió descubrir —entre otras cosas— que la palanca que mueve el mundo es el amor y no el odio; la verdad y no la mentira; la justicia y no la injusticia; la bondad y no la maldad.

Desde esas posiciones, coherentes con su sólida formación cristiana y humanística, y reveladoras per se de la verdadera esencia humana, luchó sin tregua ni descanso por la libertad de Cuba y educó en el amor a Dios y a la Patria a generaciones de cubanos de buena sangre y buen corazón.

Para el Dr. Armando Hart Dávalos (1930-2017), director hasta su fallecimiento de la Sociedad Cultural «José Martí» y de la Oficina del Programa Martiano, en Félix Varela, al igual que en don Enrique José Varona, « […] la forma científica [descansa en] el cimiento ético [sobre el que se estructura, mientras que en el prelado cubano] está presente un pensamiento humanista […] de valor universal, en el cual se articulan corrientes diversas, [expresión] de una identidad que [le] sirve de sustento […]» a la praxis pedagógica y psicológica desarrollada en las aulas del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y edificada en « […] la transformación ética del hombre a partir del desarrollo [de sus capacidades cognoscitivas, humanas y espirituales, a través] de la educación, la ciencia y la cultura». 11

Una prueba fehaciente del humanismo vareliano la hallamos en sus aforismos filosóficos: «[…] mi máxima es pensar bien de los hombres»;  por lo tanto, «yo no he hecho más que procurar que […] se conozcan mutuamente [así como] su situación, para que en un caso que por naturaleza es inevitable [el estallido revolucionario y la abolición de la esclavitud], se calmen las pasiones, se impidan los desastres, y saque el país inmensas ventajas, que hagan felices a sus actuales habitantes, y a sus futuras generaciones […]», y los seres humanos sean «[…] más rectamente apasionados cuando [se conviertan en] más exactos pensadores». 12

Con base en los argumentos bosquejados en las páginas precedentes, estoy convencido de que la Psicología como ciencia aplicada, ayudó a Varela a entender, ennoblecer y cumplir su histórica misión como ser social; y consecuentemente, lo convirtió en un hombre libre, feliz y realizado desde todo punto de vista, con una dosis inagotable de fe y esperanza, cuyas luces jamás apagara, y un gigantesco espíritu de sacrificio, para afrontar toda suerte de incomprensiones, sufrimientos o calamidades, que pudieran apartarlo un ápice del cumplimiento de lo que él interiorizó como sus más sagrados deberes: Dios y la Patria.

Por último, considero que la psicología cubana se halla en deuda de gratitud con el venerable padre Félix Varela, quien —como el águila— llegara a la cima de nuestra cultura nacional y de nuestro pensamiento independentista, y cuyo «mayor milagro [según el Dr. Eusebio Leal Spengler (1942-2020), eterno Historiador de La Habana] es la nación cubana […], que se levanta sana y salva de la agresión y la pobreza». 13

Notas

  1. Mons. Carlos Manuel de Céspedes. Pasión por Cuba y por la Iglesia. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1998.
  2. Perla Cartaya Cotta. El legado del padre Varela. México, D.F.: Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C., 1998.
  3. Jesús Dueñas Becerra. «Félix Varela, José Martí y Enrique José Varona»: padres fundadores de la psicología cubana. www.cubaliteraria.cu (Luego insisto).
  4. Los interesados en profundizar en la supuesta contradicción ciencia-fe que —según sus detractores— presentaba el venerable padre Félix Varela, pueden consultar con provecho el ensayo del Dr. Roberto Méndez Martínez. «Félix Varela: una espiritualidad activa al servicio de la sociedad». Palabra Nueva. 2011; XIX (204): pp. [35]-44 (Segmento).
  5. Félix Varela. Obras. La Habana: Editorial Cultura Popular, 1997: pp. 4-212 (tomo III).
  6. Gaspar Jorge García-Galló. Bosquejo histórico de la educación en Cuba. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1986: p. 30.
  7. Varela. Ob. Cit.
  8. Ídem.
  9. Ídem.
  10. Nancy Luis Fernández. Citada por Yoelvis L. Moreno, en «La dulce esperanza de la patria». Juventud Rebelde. 18 de marzo de 2011: p. 5 (Nacional).
  11. Citado por Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, en Jorge Luis Acanda y Jesús Espeja (Eds.). Epílogo. Modernidad, ateísmo y religión. 2da. Ed. La Habana Convento de San Juan de Letrán, 2005: p. 214 (Ciclo de conferencias Armando Hart Dávalos. impartidas en el aula «Fray Bartolomé de las Casas»).
  12. María Margarita León Ortiz. Pensamientos de Félix Varela y Morales. La Habana: Ediciones Bachiller, 2008: p. 79.
  13. Eusebio Leal Spengler. «La nación cubana, sana y salva», en Memorias del Coloquio Internacional Félix Varela. Ética y Anticipación del Pensamiento de la Emancipación Cubana. La Habana: Editorial Imagen Contemporánea, 1999: p. 332.
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Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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