El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés, llevó a las tablas de la sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, del 20 al 24 de octubre, tres gemas de la danza mundial, como parte de las actividades por el aniversario 75 de la constitución del Ballet «Alicia Alonso» (hoy BNC), una de las mejores agrupaciones de danza clásica en todo el orbe.
EL programa artístico incluye el primer acto de Coppelia, el tercer acto de Don Quijote y el segundo acto de El lago de los cisnes, todos con versión coreográfica de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019.
Los papeles protagónicos de esas joyas del arte danzario universal fueron desempeñados por las primeras bailarinas Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, y Grettel Morejón, así como por los primeros bailarines Dani Hernández y Yankiel Vázquez, muy bien secundados por bailarines principales, solistas y miembros del cuerpo de baile de la emblemática compañía, tan cubana como universal.
En esta crónica, solo me voy a referir a la excelencia artístico-profesionalque caracteriza a Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, así como a sus partenaires Dani Hernández y Yankiel Vázquez, quienes —en el segundo acto de la cubanísima versión de El lago de los cisnes— desempeñan los papeles del «Cisne Negro» y el «Príncipe Siegfried», respectivamente.
¿Por qué —se preguntará el lector— solo fijar la mirada crítica de este cronista hacia esa puesta en escena? Porque es —junto al ballet romántico Giselle— su obra predilecta en el campo del ballet clásico, sin subestimar —nada más lejos de la realidad ni de su verdadera intención— a ninguna de las otras obras clásicas o contemporáneas que integran el extenso repertorio del BNC.
De acuerdo con la poética y la estética del Romanticismo, el argumento se apoya en una historia fantástica que incluye prodigiosas transformaciones, encantamientos y monstruos malignos, pero donde florece el amor, que todo lo puede, como eje o núcleo central en ese contexto coreográfico-dramatúrgico o como una fuerza triunfante sobre los más terribles poderes.
Esas talentosas bailarinas —con el virtuosismo técnico-interpretativo que las identifica en cualquier escenario nacional o foráneo— le prestan pie y alma a Odile, el «cisne negro», símbolo inequívoco de la maldad, la insidia; personaje que —según la teoría psicoanalítica ortodoxa— ocupa un espacio en el componente instintivo del inconsciente freudiano, donde nace, crece y se oculta la «bestia salvaje» que todo ser humano lleva dentro.
Por otra parte, tanto esas figuras insignia del BNC como sus respectivos partenaires, quienes caracterizan —con elegancia, amplitud y potencia viril que los identifica en las tablas— al enamorado «príncipe Siegfried», dominan al pie de la letra la técnica académica y la interpretación teatral; indicadores teórico-prácticos en que se estructura el arte danzario en general, y el ballet clásico en particular, y que les facilita a los bailarines intelectualizar y espiritualizar los movimientos corporales, a través de los cuales exteriorizan sentimientos, emociones, pensamientos, vivencias y experiencias, y en el caso específico del «cisne negro», irradiar hacia el universo la carga negativa que brota de las regiones más oscuras de la enrevesada psiquis de Odile.
Los experimentados bailarines les imprimen a los movimientos físicos — magistralmente sincronizados— una gran fuerza expresiva, limpieza, naturalidad e impactantes giros; por otra parte, se entregan en cuerpo, mente y alma a la noble profesión que los ha hecho crecer como artistas y como seres humanos realizados desde todo punto de vista; virtudes que generaran en el público nacional y extranjero las más disímiles reacciones afectivo-emocionales.
Un párrafo aparte requiere el óptimo desempeño de los solistas e integrantes del cuerpo de baile de la septuagenaria agrupación; «pinos nuevos» que —junto a los ya consagrados— supieron adaptarse con ductilidad digna del más cálido elogio a las exigencias técnico-expresivas y estilísticas que implica llevar al proscenio el segundo acto de El lago de los cisnes, y consecuentemente, aportarle a esa puesta en escena la dosis exacta de elegancia y cubanía…, como solo suelen y pueden hacerlo las primerísimas figuras del BNC.
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