Gala especial del Ballet Nacional de Cuba por el aniversario 64 del triunfo de la Revolución

La Magia de la Danza, que incluye obras emblemáticas de la danza universal, es el título del espectáculo que el Ballet Nacional de Cuba (BNC), dirigido por la primera bailarina Viengsay Valdés, llevara a la sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, para festejar —con danza, música, poesía, luz y color— el aniversario 64 del triunfo de la «Revolución de los Girasoles», como la calificara la Heroína del Moncada y la Sierra, Haydee Santamaría Cuadrado (1923-1980), cuyo centenario celebramos este año.

Dicho espectáculo incorporó escenas de las obras Giselle, El Lago de los Cisnes, Don Quijote, Cascanueces, Coppelia, y Sinfonía de Gottschalk, todas con coreografía de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019); por otra parte, recoge momentos relevantes del arte coreográfico del siglo XX, en versiones paradigmáticas que devienen una muestra del respeto y creatividad con que enfrenta la tradición la Escuela Cubana de Ballet, fundada por los maestros Alicia, Fernando (1914-2013) y Alberto Alonso (1917-2007), quienes sentaron los fundamentos teórico-conceptuales, metodológicos, técnico-artísticos y ético-estéticos en que se estructura esa disciplina artística.

En la selección del ballet Giselle el papel protagónico lo interpretó la primera bailarina Grettel Morejón, acompañada por el bailarín Ányelo Montero como «Albrecht, duque de Silesia»; el primer bailarín Ernesto Díaz desempeñó el papel del guardabosques «Hilarión», del cual hace una caracterización digna del más cálido elogio, y la bailarina Estefanía Hernández el de «Mirtha, Reina de las Willis».

Protagonizaron la escena de La bella durmiente del bosque, los primeros bailarines Anette Delgado («Aurora») y Dani Hernández («Desiré»), mientras que, en la selección de Cascanueces, la primera bailarina Sadaise Arencibia y Ányelo Montero, interpretaron el pas de deux del «Hada Garapiñada» y su «Caballero».

Los bailarines Alianed Moreno y Luis Fernández les prestaron pie y alma a «Swanilda» y «Franz» en el pas de deux de Coppelia; en la selección de Don Quijote, actuaron la bailarina principal Chavela Riera («Kitri») y el solista Yasiel Hodelín («Basilio»), quienes —en ocasiones anteriores— se destacaran en el desempeño de esos papeles, y los bailarines Gabriela Druyet y Jorge Guerra, como «Mercedes» y «Espada», respectivamente.

Los papeles protagónicos de El lago de los cisnes estuvieron a cargo de Anette Delgado («Odette») y Dani Hernández (príncipe «Siegfried»); y por último, en la coda de Sinfonía de Gottschalk, participaron todos los bailarines, quienes en ese contexto coreográfico-dramatúrgico han estado muy bien secundados por integrantes del cuerpo de baile, cuya plasticidad y ductilidad quedaron evidenciadas en esos bisoños artistas para adaptarse a los indicadores técnico-interpretativos, así como al estilo romántico o clásico de las obras llevadas al proscenio del coliseo capitalino.

Esas figuras insignia del BNC —con sus magistrales interpretaciones— convencieron, tanto a los amantes del «arte de las puntas», como a los colegas de la prensa, que son dignos continuadores de la Escuela Cubana de Ballet, y además, genuinos exponentes de la excelencia artístico-profesional que los identifica en cualquier escenario nacional o foráneo, donde ha actuado la prestigiosa agrupación insular.

Los bailarines están conscientes de que el dominio de esa manifestación artística no se circunscribe —en modo alguno— al virtuosismo técnico-interpretativo, que trata de alcanzar todo artista escénico…, sino que va mucho más allá: intelectualizar, espiritualizar y aportarles el componente básico de cubanía a la técnica académica, la interpretación teatral y la expresividad gestual, signada —en su esencia íntima— por la «sensualidad tropical» y la seguridad yoica, ya que la danza clásica se caracteriza —precisamente— por convertir los movimientos corporales en sentimientos, emociones u otros estados subjetivos del yo, cuya energía positiva —la cual irradian por todos los poros del cuerpo y el alma— influye en el estado anímico del auditorio, y consecuentemente, nutre con creces el intelecto y el espíritu del «soberano de la creación», uno de los fines primordiales del arte en general, y de la danza en particular.

O sea, dicha conversión supone una síntesis de todos y cada uno de los componentes que integran las esferas cognitiva y afectivo-espiritual de la personalidad humana…, sin subestimar —nada más lejos de la realidad ni de la verdadera intención de este cronista— la función «clave» desempeñada por la esfera conativa(involucra el esquema corporal, factor determinante de los movimientos físicos, columna vertebral del arte danzario).

Los miembros del BNC supieron afinar muy bien el acorde cuerpo-mente-alma, expresión legítima de la esencia danzaria, para celebrar cum dignitate el cumpleaños 64 del triunfo de las armas rebeldes.   

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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