Giselle: perla del arte danzario universal

El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, que jerarquiza la primera bailarina Viengsay Valdés, llevó a la Sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, sede principal del XXVII Festival Internacional de Ballet «Alicia Alonso», el ballet romántico Giselle, con coreografía de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), y el acompañamiento musical de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso».

La versión insular diseñada por la eximia ballerina está basada en la original de los maestros Jean Coralli y Jules Perrot. Libreto de Théophile Gautier y Vernoy de Saint Georges, inspirado en una leyenda popular germánica, recogida por Heinrich Heine, y música del maestro Adolphe Adam.

En el contexto de los aniversarios 74 de la fundación de una de las mejores compañías del orbe y 79 del debut de Alicia en el papel de «Giselle», así como en el repertorio del BNC, esa joya del arte danzario universal posee una gran trascendencia, no solo en lo que respecta a su propia historia, caracterizada —básicamente— por el amor, el engaño, la traición, la psicosis (locura), la maldad, la envidia enfermiza y la vida más allá de Tanatos (la muerte en el vocabulario psicoanalítico ortodoxo), sino también porque con esa obra y con Alicia Alonso, su genial intérprete, la mayor isla de las Antillas trasciende —por primera vez— en el contexto internacional de la danza.

Los papeles protagónicos («Giselle» y «Albrecht») fueron desempeñados por los primeros bailarines Anette Delgado (BNC) y Ricardo Castellanos (Ballet Nacional de Noruega), nieto de la primera bailarina Mirta Plá (1940-2003), una de las cuatro joyas del ballet cubano y universal, y encantador joven dotado de excepcionales condiciones técnicas y cualidades físicas y psicológico-espirituales, que lo convierten —por derecho propio— en un danseur noble Esos talentosos artistas estuvieron muy bien secundados por solistas e integrantes del cuerpo de baile, cuya actuación se caracterizó —entre otras virtudes— por la plasticidad para adaptarse al ritmo coreográfico y dramatúrgico de la obra llevada a escena y el respeto a la técnica académica y al estilo que la distingue.

Annette y Ricardo demostraron —con creces— que han incorporado a su estilo personalísimo de bailar, las sabias enseñanzas del insigne maestro ruso A. Schaiskevich, quien estima que «no son los battements a la barre [ni los espectaculares pirouettes y fouettés], ni el virtuosismo de una elevada técnica, los que producen el milagro del vuelo, [sino] el arranque espiritual […]». Intelectualizar y espiritualizar la técnica académica; he ahí la «llave» que —al decir del maestro Fernando Alonso (1914-2013), uno de los padres fundadores de la Escuela Cubana de Ballet— «abre todas las puertas del fascinante mundo coreográfico-dramatúrgico».

¿Qué otro recurso aportado por las artes escénicas o la ciencia psicológica podría utilizar Anette para representar la impactante muerte de «Giselle», la joven campesina que fallece por amor al noble «Albrecht», y se convierte —por la «magia de la danza»— en una Willie? ¿Para que pueda irradiar, por todos y cada uno de los poros del cuerpo y el alma, tanto la ternura como la dulzura que identifican —desde la vertiente caracterógenica— al personaje de «Giselle»? ¿O para que evidenciara sobre las tablas que danzar deviene una fuerza interior que transmite energía positiva, y por ende, permite emplear —con precisión y exactitud— los disímiles medios que ofrece, tanto la técnica académica, como la interpretación teatral, para caracterizar magistralmente, en el primer acto, a la inocente aldeana que muere virgen, y en el segundo acto, a un espectro fantasmal, a un ser inanimado, que vaga por un «bosque encantado»? Preguntas que esa primerísima figura del BNC contesta desde el proscenio del coliseo capitalino para satisfacer las necesidades cognoscitivas de los balletómanos insulares y foráneos.

Por otra parte, Castellanos le prestó pie y alma al apasionado «duque de Silesia», quien estuvo a punto de morir bailando por el amor que le profesa a «Giselle». Por otra parte, se desempeñó como excepcional partenaire, cuyas virtudes fundamentales son —entre otras— la caballerosidad, así como la elegancia y limpieza en los complejos pas de danse.

Anette Delgado, Ricardo Castellanos y el resto de los bailarines que participaron en esa puesta en escena, interpretaron —con indiscutible excelencia artístico-profesional— esa obra romántica de todas las épocas y todos los tiempos, ya que —para ellos— danzar es sentir el ballet como un «chispazo de electricidad» que les recorre, no solo el esquema corporal, sino también les acaricia el intelecto y el espíritu. En consecuencia, los incita a entregar lo mejor de su yo íntimo para regocijo de los amantes del «arte de las puntas» y los colegas de la prensa especializada, quienes percibieron —desde lo más hondo de su ser espiritual— ese «corrientazo» que los hizo vibrar de emoción y ovacionar hasta el cansancio la maestría de tan ilustres representantes de la danza mundial.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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