Constancia, entrega, tesón… Quizás, como pudieran pensar algunos, esta sería la definición más precisa para sintetizar, en pocas palabras, los principios que han guiado la vida y la obra de Haydée Arteaga.
Es cierto que esta mujer –que acaba de decir adiós, y celebró el aniversario 105 de su llegada al mundo, el 29 de abril de 1915, en su natal Sagua la Grande– ha logrado, por esas tres cualidades, atesorar una envidiable hoja de servicios a favor de la cultura cubana.
Una rápida mirada a su biografía, confirma tal certeza y, aún lo más importante, cómo logró, de manera autodidacta, no solo convertirse en una artista de la palabra, sino también contribuir a la formación de varias generaciones de niños y jóvenes.
Es imprescindible recordar, por supuesto, su idea de crear en 1935, hace más de ocho décadas, las Charlas Culturales Infantiles, una auténtica invitación a los pequeños a aprender a disfrutar del arte y la literatura.
No debe olvidar en esa larga historia de vida, su acción –luego de la alborada de enero de 1959– en diversos proyectos: la labor con el movimiento de aficionados, la experiencia en la radio, la dirección de la Escuela de Narración Oral de Cuba…
Los vínculos con Eusebio Leal Spengler y con la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana protagonizan un capítulo esencial de la vida, tanto personal como profesional, de Haydée Arteaga.
En el Centro Histórico capitalino nacía, en la Casa de la Obra Pía, en los años ochenta de la pasada centuria, el proyecto Haydée y los niños, fiel continuador de los presupuestos defendidos en las Charlas Culturales Infantiles.
En la otrora villa de San Cristóbal de La Habana, a inicios de este siglo XXI, fundaba otro de sus proyectos –Haydée y sus invitados–, dirigido al público adulto que, en los últimos años, se desarrolla en su vivienda, la Residencia Habana 620.
Otras muestras de constancia, entrega, tesón, de La Señora de los Cuentos –ganado sobrenombre que la acompaña desde hace décadas– son los libros publicados, las actuaciones dentro y fuera de la isla, los reconocimientos recibidos…
Sería injusto, pienso, solo hablar de la constancia, la entrega y el tesón de Haydée Arteaga, porque así tal vez se olvidarían su talento, su lealtad, su compromiso y, sobre todo, su inquebrantable cubanía.
«El alma humana –escribía el Héroe Nacional José Martí– es paz, luz y pureza». Aseguraba, igualmente, que «el alma humana es como una caja de colores que, al sol de la gloria, resplandece».
El elogio oportuno para Haydée Arteaga, porque ha logrado en su vida algo difícil de alcanzar: que, con paz, luz y pureza, al sol de la gloria, resplandezca el alma.
Texto: Fernando Rodríguez Sosa
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