En el año del centenario de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), el Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, que jerarquiza la primera bailarina Viengsay Valdés, rindió emotivo homenaje al Comandante Fidel Castro Ruz (1926-2016), para evocar el cuarto aniversario de la desaparición física del líder histórico de la Revolución Cubana, así como a los heroicos trabajadores de la salud, y al maestro Alberto Méndez, Premio Nacional de Danza, por el medio siglo de entrega en cuerpo, mente y alma al arte de las puntas.
El programa artístico incluyó el Gran pas de Quatre, La muerte de un cisne, La flauta mágica (pas de deux), Prólogo para una tragedia, Paso a tres, y Tributo a José White.
Por otra parte, el público y los colegas de la prensa especializada pudieron apreciar y disfrutar una selección de las obras de Alberto Méndez: A escena (Grand pas), Vals, Tarde en la siesta (coda), El río y el bosque, Muto, Rara Avis (III movimiento) y Muñecos.
Los papeles protagónicos de esas presentaciones estuvieron a cargo de Anette Delgado, Sadaise Arencibia, Grettel Morejón, Ginett Moncho, Claudia García, Chanell Cabrera, Ely Regina, Katherine Ochoa, Chavela Riera, Daniela Gómez, Dani Hernández, Rafael Quenedit, Yankiel Vázquez, Adrián Sánchez, Diego Tápanes y Narciso Medina, muy bien secundados por el cuerpo de baile de la emblemática compañía, tan cubana como universal.
En esas funciones de lujo, no solo cautivaron al auditorio las figuras insignia de una de las mejores agrupaciones danzarias del orbe, sino también se destacaron —sobre todo— Claudia García, Chavela Riera, Daniela Gómez y Diego Tápanes, concretamente en las obras coreográficas salidas del intelecto y el espíritu de Alberto Méndez, quien lleva la danza en los genes y en el alma.
Esos jóvenes danzantes, quienes —al decir martiano— «crecen como las palmas […], como los pinos» demostraron, en el proscenio, que no solo dominan al pie de la letra la técnica académica y la interpretación teatral, sino también que son capaces de intelectualizar y espiritualizar los movimientos corporales en que se estructura el ballet clásico, y consecuentemente, convierten en sentimientos u otros estados subjetivos del yo esos indicadores físicos, que —sin duda alguna— cautivan al espectador y le acarician la mente y el alma.
Esos talentosos bailarines, al igual que el crítico Norge Cedeño, perciben la danza [no solo como una disciplina artística, sino también] como «un universo de emociones y sensaciones, como si tuviera muchas pieles, vidas y mutara a su antojo […]. ¡Algo fascinante!
Los integrantes del BNC, con sus magistrales interpretaciones, honraron la memoria del inmortal Guerrillero del Tiempo, así como a los heroicos trabajadores de la salud, y los 50 años de vida artístico-profesional del maestro Alberto Méndez.
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