A raíz del otorgamiento —en fecha reciente— del Grammy Latino por el Mejor Álbum Tropical, a la emblemática Orquesta Aragón, que dirige el maestro Rafael Lay Bravo, la primerísima actriz y realizadora audiovisual Edith Masola, conductora, guionista y directora del popular espacio televisivo 23 y M, tuvo el supremo buen gusto de reponer el programa dedicado a la Reina de las Charangas Cubanas, con motivo del aniversario 80 de su fundación, en la sureña ciudad de Cienfuegos.
Dicha decisión estuvo motivada —en lo fundamental— por el hecho de que fue, precisamente, en 23 y M, donde se gestó la feliz iniciativa de competir con la obra musicográfica que resultó laureada en el seno del Grammy Latino, en la categoría Mejor Álbum Tropical.
En ese contexto festivo, la carismática artista entrevistó al maestro Rafael Lay Bravo, así como a los violinistas Lázaro Dagoberto González y Rafael Antonio Lay Sánchez, el integrante más joven de la Charanga Eterna, quienes reseñaron la fructífera trayectoria de los «aragonísimos», como los califica la maestra Carmen Solar, Premio Nacional de Radio, y artista emérita del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), durante las ocho décadas que cumpliera la Orquesta Aragón, el 30 de septiembre de 2019.
Por otra parte, el joven Lay Sánchez precisó los posibles cambios que tiene in menti con vistas a adaptar el timbre y el estilo charangueros a los tiempos que corren, sin abandonar —por supuesto— el sonido que identifica a la agrupación insignia de la música popular cubana en todos los confines del universo, donde han actuado los estilistas del cha cha cha.
Una prueba fehaciente de ello, es el experimento que —por iniciativa del talentoso saxofonista Michelle Abreu— consiste en la fusión de una agrupación con formato charanguero y una agrupación con formato jazz band. Esperemos los resultados satisfactorios de dicho experimento.
El cha cha cha es —sin discusión alguna— su «plato fuerte», desde que el maestro Enrique Jorrín (1926-1987), lo creara en los años cincuenta del extinto siglo XX, y lo diera a conocer, no solo a lo largo y ancho del archipiélago cubano, sino también por todo el mundo.
El ritmo comienza ligero y las bien acopladas voces que integran el coro están presentes, con la letra romántica o pintoresca, escrita por el compositor. Y signada por el aliento poético (en el caso de un bolero) o por el gracejo criollo que nos caracteriza (si se trata de un cha cha cha o un son montuno), pero sin la más mínima concesión a la chabacanería, el mal gusto o el irrespeto a mujeres y hombres.
Por lo tanto, a la Orquesta Aragón la distingue una verdadera «magia sonora», que hace inconfundible su estilo, y es el resultado de las caricias melódicas que el maestro Rafael Lay Apesteguía (1927-1982) les hacía a las cuerdas de su violín; caricias extrapoladas —con posterioridad— a los demás instrumentos que configuran el formato charanguero. Al final de cada número, incluido en el repertorio clásico y actual de la agrupación ícono de la música popular bailable cubana, los ingeniosos estribillos, secundados por el acompañamiento sincronizado de los 5 violines, el piano, el bajo y la percusión. Así como los magistrales floreos con la flauta, que recuerdan la presencia espiritual del maestro Richard Egües (1923-2006), refuerzan — ¡y con qué solidez!— la interpretación…, que se torna inimitable.
La que «llegó y triunfó» incluye en su repertorio otros géneros musicales: danzón, nuestro baile nacional, son, bolero, bolero-chá, cha-onda, así como las obras más contemporáneas, que fueron las que interpretó la Orquesta Aragón en ese estelar programa de la pequeña pantalla, con excepción de un popurrí de sones, los cuales sirvieron de contexto musical a los jóvenes bailarines que participaron en el espacio televisivo Bailando en Cuba.
Tanto las obras más actuales, como los sones tradicionales, estuvieron signados —básicamente— por el sonido Aragón, que distingue a esa octogenaria agrupación aquí y allende los mares.
Cada miembro de la orquesta sabe lo que tiene que hacer para llenar de buena música un teatro, un estudio de grabación, las ondas hertzianas, la pantalla chica o un salón de baile. E impregnar de alegría y musicalidad la mente y el alma de sus fieles admiradores, entre los que hay personas de la tercera edad, pero también jóvenes y adolescentes de los dos sexos que bailan al compás de los acordes musicales de la Aragón, sobre todo cuando escuchan su contagioso tema musical: «Aragón, Aragón […], si tú escuchas un son sabrosón […], ponle el cuño es Aragón […], si tu escuchas un rico danzón […], ponle el cuño es Aragón».
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