La directora de casting cubana Libia Batista fue seleccionada recientemente para integrar el jurado de los premios Óscar, junto a otros 819 nuevos miembros de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos, lo que la convierte en la primera profesional de América Latina y el Caribe de su especialidad en conseguirlo.
Nació un 26 de julio en los montes de Baracoa, Guantánamo. Desde hace cuatro décadas, esta rebelde de 60 años trabaja con ilusión y entrega por el bien de nuestro cine.
El Sitio Web de Radio Progreso, la Onda de la Alegría, reproduce la entrevista publicada a la artista en Cubadebate.
—¿Cómo se enteró de su elección como miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos? ¿Qué significa tal honor?
Llevo 40 años trabajando gracias a Miguel Mendoza, Mayra Segura, Susana Ríos, Roberto Viñas y Tania Carvajal, quienes fueron mis maestros. Entré al ICAIC en la década de los ochenta como secretaria de producción y Miguel, por mi carisma, me dijo que yo iba a hacer casting. Comencé en tal función con la serie francesa Azul índigo y desde entonces no he parado de trabajar para películas, series, videoclips y otros audiovisuales.
Haber sido seleccionada me sorprendió muchísimo porque ni lo soñaba, ni pensaba en nada de eso. Pero aquí vino buscándome el director de casting internacional de la Academia, quien radica en Hollywood y Nueva York. Me entrevistó muy rápido y tomó mis datos. Luego, buscaron y encontraron mis trabajos principales para fundamentar dicha elección.
En realidad, me enteré a través del presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, Iván Giroud, quien me escribió felicitándome. Entonces, le respondí que no era mi cumpleaños, que por qué me felicitaba, hasta que este me envió el link de una noticia y cuando vi mi nombre, me quedé pasmada. Aparecía ahí junto a otros dos cubanos, la actriz Ana de Armas y al trompetista Arturo Sandoval.
Entonces, revisé mi correo de nuevo y tenía uno del presidente de la Academia, David Rubin, invitándome a ser miembro de la misma, para lo cual tuve que llenar un documento larguísimo en inglés, pero hoy ya tengo un número de inscripción y todo.
En resumen, te repito, ni en sueños imaginé conformar el jurado de especialistas que premian las cintas en los distintos géneros, cada año. Tendré que ponerme de acuerdo con Jorge Perugorría (Pichi), quien ya pertenecía a la Academia para ver y valorar las películas.
—¿En qué consiste la labor de una directora de casting?
Primero, el director que va a trabajar contigo, te hace llegar el guion del filme. Uno lo lee cuidadosamente y, al menos en mi caso, que ya lo llevo en la sangre, a medida que voy leyendo pienso en los actores o actrices que van a interpretar cada personaje. Realizo la selección para cada rol. Desde que leo un guion, sé quiénes actuarán.
Por ejemplo, a Antonio, quien es un hombre de tal manera, pudieran encarnarlo los actores Pepe, Mario o Fernando. Y es que a los cineastas hay que ofrecerles siempre varias opciones por papel.
Más adelante, cito a los posibles actores aquí en mi casa, donde tengo las luces, las telas y demás condiciones para realizar una prueba de casting. Así, junto con el director, seleccionamos a quienes actuarán, pero también a los figurantes, músicos, bailarines y extras, en resumen, todo aquel que saldrá en el filme.
—¿Por qué cree que en nuestro país los directores de casting no son apreciados como debieran?
En Cuba no existe la costumbre de colocar en los créditos de los audiovisuales, ya sea al principio o al final, a los directores de casting. Solo he visto a Perugorría hacerlo. Y no debiera ser, pues todas las películas a nivel mundial ponderan esta especialidad, que merece ser distinguida, ya que no somos asistentes de nadie. Casting propone para representar a los personajes, no representa a los actores.
También resulta penoso que no haya un departamento de casting en la televisión cubana y que el del ICAIC no funcione bien, porque así se podrían evitar equivocaciones al elegir a los actores y actrices para telenovelas, policiacos y demás dramatizados.
Sin embargo, reconozco que los jóvenes actores graduados de la Escuela Nacional de Arte (ENA) son talentosísimos y me encanta trabajar con ellos en producciones del ICAIC, institución que fue la que me descubrió y me formó.
—¿Qué me puede decir sobre los cineastas con quienes ha trabajado?, ¿tiene anécdotas con ellos?
Somos como familia y tenemos muchas historias. Por ejemplo, cuando el director (Paddy Breathnach) de la película irlandesa Viva vino a verme con un guion muy bueno basado en hechos reales, desde que empecé a hojearlo supe que el protagónico era para Héctor Medina y que también estarían en el proyecto Luis Alberto García y Pichi.
No obstante, el director y el productor del filme ―elegido como la entrada de Irlanda para la mejor película extranjera en una edición de los Óscar― querían probar con otras personas antes de decidirse. A raíz de ello, hicimos un casting que se extendió por cuatro meses, pero al final los roles principales fueron Héctor, Luis Alberto y Perugorría, como yo creía.
Existen directores muy inseguros, pero yo soy segura. Visualizo a los actores en mi mente para cada uno de los personajes, aunque el director al final es quien decide, a fin de cuentas es su obra. En tal sentido, Gerardo Chijona (Perfecto amor equivocado, Boleto al paraíso, Los buenos demonios) me agrada mucho, pero siempre le gusta probar a más y más actores.
Arturo Sotto (La noche de los inocentes, Bocaccerías habaneras, Nido de mantis) y yo somos muy amigos, pero él es muy cabezón, perfeccionista e inteligente, todo lo contrario a mí que soy más desenfadada, impulsiva y apasionada.
Asimismo, trabajar con Alejandro Brugués en Juan de los muertos, una película sobre “el amor a Cuba”, fue una experiencia maravillosa.
Cuando veo los ojos del director durante el casting, sé por dónde va la historia. Por eso resulta muy complejo cuando debemos trabajar a distancia.
—¿Qué películas la han marcado en lo profesional?
Fui la directora de casting de 7 días en La Habana (2012), con siete realizadores diferentes, y me atrevo a decir que fue la vivencia más amarga de toda mi carrera, debido a que tuve muchos problemas de comunicación al no hablar el mismo idioma de algunos de estos cineastas, y también al trabajar con métodos muy distintos. En ese proyecto con quien mejor me sentí trabajando fue con Benicio del Toro, a quien quiero como si fuera mi hijo. Pero fue muy duro todo el proceso creativo, pues se trataban de siete películas en una.
A la hora de trabajar, Juan Carlos Tabío es mi director preferido de todos los tiempos. A su vez, me divierto mucho con los filmes dirigidos por Pichi (Afinidades, Se vende, Fátima o el Parque de la Fraternidad). Además, siempre estamos de acuerdo en casi todo respecto a los actores, tenemos muy buena química porque es muy decidido al trabajar, igual que yo.
Otra anécdota simpática ocurrió antes de rodar la octava parte de Rápido y furioso, de cuyo casting estábamos a cargo otro especialista y yo. Pero yo creía que yo iba a asistirlo a él, hasta que llegando al final de todo, me entero que mi asistente era él. Fue muy gracioso.
—¿Y cómo le fue con la serie de televisión estadounidense House of Lies?
Pues conocí a uno de sus productores ejecutivos, Matthew Carnahan, acá en la Isla, y a su exesposa, la conocida actriz Helen Hunt. Hicimos un pequeño casting, ya que consistía más en figuración que actuaciones, salvo algunas muy específicas que ellos ya traían en mente. Fue un trabajo muy bonito y me entendí a la perfección con ellos, pese a ser norteamericanos (sonríe).
Like (0)