Liborio Noval: el amor a la fotografía me dura hasta hoy

En el cumpleaños 60 de la fundación de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y en el noveno aniversario del lamentable deceso del laureado fotorreportero Liborio Noval Barberá (1934-2012), Premio Nacional de Periodismo «José Martí» por la obra de la vida, quiero evocar —a través de esta entrevista, la última que le hiciera en vida— la memoria del carismático artista del lente, cuya amistad me honrara durante más de tres lustros.

Los lectores podrán apreciar, en las respuestas de mi interlocutor a las preguntas que tuviera a bien formularle, la sencillez y humildad que —desde el punto de vista personográfico— lo identificaran, tanto en el contexto profesional en que se desenvolvía, como fuera de él.

Liborio era miembro ilustre de la UNEAC y de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC). Si bien es cierto que no le agradaban —en lo más mínimo— las entrevistas, a mí me la concedió de inmediato, ya que —según me confesó— «a ti no te la puedo negar, porque eres uno de mis grandes amigos». Sin embargo, me advirtió que no la diera a la estampa hasta que no la revisara, ya que deseaba hacerle algunos cambios estilísticos que, desafortunadamente, no pudo efectuar, porque falleció —de forma repentina— como consecuencia de la afección cardiovascular que silenció para siempre el obturador de su cámara inquieta.   

¿Cuáles fueron los factores motivacionales que le inocularon en la mente y en el alma la vocación hacia las artes visuales en general, y el fotoperiodismo en particular; disciplinas en las que ocupa un lugar privilegiado en el archipiélago cubano y fuera de nuestras fronteras geográfico-culturales?

En enero de 1953, hace exactamente cincuenta y nueve años, comencé a trabajar en el departamento de Investigaciones Comerciales de la agencia de publicidad, cuyo nombre era Publicitaria Siboney. Concretamente, en la aplicación de ese tipo de encuestas a la población que en la Cuba republicana se llamaba surveys.

En el desempeño de esa función recorrí todo el país (desde Pinar del Río hasta Guantánamo), para realizar investigaciones, tanto de productos comerciales como de radio y televisión. A principios de 1957, la agencia había crecido en clientes y me propusieron el traslado al departamento de Fotografía.

En realidad, estaba un poco cansado de realizar esas pesquisas, y dije que sí, sin pensarlo dos veces. Ahora bien, debo confesarte que nunca había tenido una cámara fotográfica en mis manos. Entonces, me llevaron al cuarto oscuro, pusieron un negativo en la ampliadora e imprimieron una foto que fue pasando por los líquidos como el revelador, el baño de paro y el fijador.

Al finalizar dicho proceso, se encendió la luz y vi la foto impresa. En ese momento, formulé una pregunta, que ahora me parece estúpida: si después de imprimir la foto el negativo se botaba o desechaba. La respuesta fue que no, ya que con ese negativo podían hacer todas las copias que yo quisiera. Considero que ese fue mi primer amor a la fotografía, que me dura hasta hoy.

Poco a poco, fui haciendo las cosas más simples, logotipos en diferentes tamaños y copias de algunas fotos que se pondrían en los anuncios de la publicitaria. En Siboneyhabía un excelente grupo de dibujantes, con quienes salía a tomar las fotos. Ellos me decían cuál ángulo querían y yo apretada el obturador de la cámara. Así, fui aprendiendo —y aprehendiendo— los conocimientos básicos indispensables de la fotografía publicitaria.

A mediados de 1958, hacía fotos en colores de los anuncios y todo lo que pidieran los clientes: fotos en programas televisivos o en la calle, para retratar las vidrieras de los comercios donde se ofertaban los productos a los cuales se les hacía propaganda visual.

En Siboney, funcionaba una pequeña célula del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), donde se hacían cosas para el periódico Revolución (clandestino en aquella época sociohistórica). El compañero que nos atendía por el M-26-7 fue nombrado administrador de ese medio de prensa y me propuso que trabajara como laboratorista. Solicitud que acepté de inmediato, pero seguí laborando en Siboneyhasta febrero de 1960, en que fueron cerradas las agencias de publicidad en nuestra geografía insular. Y me quedé en el diario Revolución, donde recogía —cámara en ristre— todo lo que estaba sucediendo en el país. De ese modo, empecé mi trabajo como fotógrafo de prensa […].

De la fecunda labor estético-artística realizada por usted como fotorreportero de emblemáticas publicaciones periódicas cubanas, ¿cuál ha sido la que ha dejado una mayor huella en usted?

Lo relacionado con el inconsciente freudiano te lo dejo a ti, que eres un experto en eso, para que hagas las interpretaciones psicodinámicas pertinentes.

De lo único que era consciente era de que había que reflejar en fotos  para y por qué se había hecho la Revolución. Mostrar cómo vivían los campesinos y sus familias, denunciar a través de esas fotos el millón de analfabetos que había en la mayor isla de las Antillas y cómo se iban construyendo escuelas, hospitales, fábricas, etc.

Tampoco pensaba —ni sabía— que estaba realizando una labor estético-artística, que se ha ido convirtiendo en parte de la historia gráfica de la Revolución Cubana. Ninguno de nosotros, estoy seguro de ello, pensamos que, en algún momento, seriamos «importantes»; eso no estaba en nuestra mente, hoy —en modo alguno— me siento importante: hice e hicimos lo que nos tocó hacer en cada momento.

De las innumerables anécdotas y experiencias acumuladas por usted durante más de cinco décadas de fructífero ejercicio profesional con marcado enfoque ético humanista, ¿podría relatar alguna que lo haya impactado desde los más disímiles puntos de vista?

Anécdotas tengo muchas: la forma que tenía el Che para educar con el ejemplo vivo de cómo había que hacer las cosas, como no se debía malgastar el tiempo ni los recursos materiales y humanos en cosas innecesarias. Cómo el trabajo voluntario iba formando conciencia social en las masas de obreros, campesinos, intelectuales y estudiantes, entre otros sectores de la población insular.

Fidel en recorridos hablaba con infinidad de personas de diferentes edades, preocupado por si tenían algún problema, cómo estaba la educación, la salud, la calidad de vida de las personas. Criticaba lo mal hecho (la chapucería), en algún lugar, y también — ¿por qué no?— hacía un buen chiste con algún trabajador o con un campesino.

Todo eso me fue formando como una persona más humana y no puedo olvidar la esmerada educación que recibí de mis padres y tíos; personas humildes que —sin tener conciencia de ello— tenían sentimientos humanitarios muy arraigados. En el seno de mi familia, descubrí los valores éticos, patrióticos, humanos y espirituales sobre los cuales no solo se estructura la célula fundamental de la sociedad, sino también la nación donde vivimos, amamos, soñamos y creamos.

En su autorizado criterio, ¿cuál es, en realidad, la función desempeñada por la capacidad de observación que debe caracterizar al fotoperiodista o al artista del lente para lograr una imagen, donde arte y técnica se fundan en cálido abrazo?

Siempre he dicho que en las fotos de prensa el fotógrafo debe estar siempre «en la viva», no estar pensando en las musarañas. Tienes que olvidarte, incluso, de la familia, de los hijos, de los problemas reales o imaginarios que puedas tener. Debes estar al tanto de lo que pueda pasar en un momento dado, y no si estás cansado y no dormiste lo suficiente o si no sabes si podrás comer a alguna hora del día o la noche.

Desde que estábamos en el periódico Revoluciónnos acostumbramos a trabajar 15 ó 16 horas diarias, esperar a que saliera la edición, para ver nuestro trabajo, esa era nuestra mayor satisfacción personal: ver reflejado en el medio de prensa nuestra obra fotográfica.

Tienes que estar en el lugar preciso, saber cuándo hay que apretar el obturador de la cámara, esperar un gesto de la persona que estás fotografiando, sea Fidel, el Che, un campesino o un obrero. A todos debes tratarlos de la misma forma, eso para mí se llama profesionalidad y respeto a quienes son objeto y sujeto de nuestro trabajo.

¿Algo que desee añadir para que no se le quede nada en el tintero?

Por supuesto que sí. Nos tocó, a ti y a mí, vivir la etapa primaria de la Revolución, lo que alguien mucho más intelectual que yo calificó como laépica. En aquel momento, en cada órgano de prensa había alrededor de treinta o más fotógrafos. Como manifesté anteriormente, teníamos que reflejar todo lo que se estaba haciendo en aquella coyuntura socio-histórica.

Si cubríamos alguna actividad, nos movíamos por cualquier parte, cuando llegábamos al periódico e imprimíamos, todos los fotógrafos que participábamos en la actividad teníamos fotos diferentes, lo cual daba la visión completa de lo que ocurría en aquel momento.

Hoy cuando hay alguna concentración en la Plaza, por ejemplo, todos los fotógrafos están ubicados en una tarima o en dos, o sea, todos están en el mismo ángulo, lo cual lleva a que muchas de las fotos sean parecidas.

Pero, los tiempos cambiaron: a partir de la década de los noventa, los periódicos devinieron tabloides y la fotografía casi desapareció, ya no se hacían reportajes, solo una foto ilustra el texto. Ahora, en los periódicos, solo hay en plantilla cinco o seis fotógrafos, quienes muy pocas veces salen a provincia a realizar algún reportaje. Se les han entregado cámaras fotográficas a los corresponsales y ellos hacen las fotos. No obstante, solo publican una o dos imágenes, que —desde mi punto de vista muy personal— muchas veces no son lo periodísticas que deben ser.

Conozco a varios fotógrafos que son muy buenos, pero ya no es lo mismo, las mejores fotos periodísticas las estoy viendo en Páginas Web.

A mis colegas jóvenes en particular, les recomiendo que sigan trabajando con el mismo amor e ímpetu con que trabajamos nosotros, que traten de hacer las fotos lo mejor posible y que no importa si se publican o no, servirán para seguir haciendo la historia gráfica de nuestra Revolución.

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Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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