Merlí: teleserie catalana que invita a la reflexión (+Vídeo)

Si bien no acostumbro a escribir sobre audiovisuales foráneos, cuando finalizó la tercera temporada de la multilaureada teleserie catalana Merlí, con guión del escritor Héctor Lozano y dirección del realizador Eduard Cortes, que transmitió —durante la programación estival— el Canal Multivisión, le formulé una pregunta a mi yo íntimo: ¿vale la pena escribir acerca de ese material?

La respuesta fue afirmativa desde todo punto de vista, y voy a explicar por qué:

La trama de ese audiovisual se desarrolla en un contexto eminentemente docente-educativo, el cual evocó en mi archivo mnémico la entrega en cuerpo, mente y espíritu que le dedicara —durante casi medio siglo— al Sistema Nacional de Educación (desde la enseñanza primaria hasta la universitaria de pre y posgrado).

Ese ambiente —pedagógico por excelencia— les sirve de pantalla, no solo a los chicos que estudian en el barcelonés instituto de segunda enseñanza «Ángel Guimares», sino también a los profesores que allí imparten docencia, para proyectar o exteriorizar los conflictos, miedos y problemas existenciales que unos y otros afrontan.

Por otra parte, las clases de Filosofía dictadas por el profesor Merlí Bergeron (a quien el carismático actor Francese Orella le presta piel y alma), y caracterizadas —básicamente— por los métodos pedagógicos sui generis  utilizados por tan singular pedagogo, y por el carácter dinámico y participativo que adquirían —por parte del estudiantado— las lecciones impartidas por ese educador «fuera de serie», trajeron a mi memoria las aburridas clases de filosofía, dictadas por docentes que solo repetían los conceptos incluidos en  los manuales soviéticos, cuando cursaba estudios en la Universidad Central «Martha Abreu» de Las Villas, y que me hicieron aborrecer la scio mater, hasta que —para suerte mía— descubrí a los doctores Felipe Sánchez Linares, profesor titular de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana, y José Orlando Suárez Tajonera, profesor emérito de la Universidad de las Artes (ISA), y Premio Nacional de Enseñanza Artística 2007, quienes me mostraron la belleza que podemos encontrar en el estudio de la disciplina que estudia las leyes, principios y categorías que intervinculan la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

Merlí es el profesor que todo estudiante sueña tener, no obstante las imperfecciones y contradicciones que —como ser humano— lo caracterizan desde la vertiente personográfica, ya que le muestra al alumno cómo responder tres preguntas fundamentales que el educando debe contestar durante el desarrollo del ciclo vital humano: «¿quién soy, qué objetivos persigo en la vida y hacia dónde encamino mis pasos?», independientemente de que le aporta conocimientos, le da cariño y afecto —tan necesarios en esa etapa de la existencia terrenal del homo sapiens— y además, lo ayuda a crecer intelectual, humana y espiritualmente.  

De acuerdo con el credo pedagógico de Merlí, ese es el fin fundamental que persigue la enseñanza de la «madre de las ciencias».  

Al margen de esas reflexiones de carácter estrictamente personal, hay mucho material positivo que extraer de las lecciones impartidas por el profesor de Filosofía: el vínculo intergeneracional que se establece en el interior del núcleo familiar, la mejor comprensión del complejo mundo subjetivo de la adolescencia; edades en que despierta la libido o deseo sexual, cuya función básica es orientar al erotismo hacia la conducta hetero, homo o bi.  ¿Cómo encauzar la vocación juvenil hacia una u otra rama del conocimiento humano?, las novedosas concepciones pedagógicas defendidas por Merlí, enfrentadas a los métodos pedagógicos tradicionales (léase arcaicos), sustentados por algunos de los profesores que criticaban acremente al docente de Filosofía.

Algunos de los personajes principales (por cierto, muy bien construidos desde el punto de vista psicológico-espiritual), que tuvieron una destacada participación en la acción dramática en que se estructura dicha teleserie, son —entre otros no menos importantes— Bruno (David Solans), el hijo gay, signado por un comportamiento que —en ocasiones— «deja mucho que desear», pero que adora a su progenitor y maestro, y Paul Rubio (Carlos Cuevas), quien —al final de la tercera temporada— puede contestar las tres preguntas esenciales formuladas por su mentor a través no solo de las lecciones de filosofía, sino también de los encuentros «cara a cara» que Merlí y él sostuvieran durante el desarrollo de todo el curso académico; en consecuencia, Paul descubre su verdadera identidad, se encuentra a sí mismo, y se acepta como lo que es: un ser humano único e irrepetible, que vale por ser quien es, no por lo que tiene, sabe o sirve.

Luego de concluir los estudios universitarios, Paul abraza la profesión pedagógica, sigue los pasos de su idolatrado maestro, y se enfrenta a un aula, donde les enseña Filosofía a estudiantes de bachillerato.

Felicitaciones al Canal Multivisión, que supo escoger bien y dar en el blanco, al llevar a la pequeña pantalla la multipremiada teleserie catalana Merlí, dedicada no solo a los adolescentes y jóvenes, sino también a la familia y a los maestros, quienes tienen la sagrada tarea de educar —en el amor a la humanidad y en la solidaridad— a los jóvenes cubanos.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

0 thoughts on “Merlí: teleserie catalana que invita a la reflexión (+Vídeo)

    Malú

    (1 noviembre, 2021 - 6:22 pm)

    Sin dudas una serie que marca la vida. ❤️❤️❤️

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