Desde aquel 7 de abril, cuando naciste, la patria quedaría iluminada, para siempre, con la luz de tu sonrisa. Trajiste tanto de sencillez y carisma, que tu presencia se estamparía, alegre y cálida, en la memoria de tu pueblo.
Cómo no recordarte, mujer de excepcional estirpe, inmejorable ser humano, dulce protectora de los humildes, guerrera incansable. Impregnaste de gloria, con tu ejemplo, el lugar conquistado por el brazo femenino en el intenso batallar por la definitiva libertad de Cuba. Y en tu noble actuar vivieron, otra vez, las sagradas heroínas de una historia en la que también tu nombre se inscribió, gracias al mérito que se conquista con los más elevados sacrificios.
Fuiste, eres y serás siempre una mujer en Revolución, atemperada a tu tiempo y capaz de tender lazos de sensibilidad y respeto hacia quienes te rodeaban. Fue tan preclara tu visión de los derechos de las hijas de esta Isla, que no puede hablarse de un país avanzado en la equidad de género, en la igualdad de oportunidades, sin mencionar tu nombre.
Tus compañeros de lucha aprendieron a escucharte, y el eterno Comandante en Jefe de esta obra, sintió hacia tu persona no solo admiración, sino respeto, y reconoció en ti la madurez patriótica distintiva, la sabiduría de tus palabras, cuando en cada escenario defendiste con vehemencia la necesidad de que el socialismo cubano se erigiera como paradigma ante el mundo, por ser una sociedad inclusiva, con plenas oportunidades para la emancipación y crecimiento femeninos.
Pero ahí no quedó tu obra. La obra grande que edificaste desde la Federación de Mujeres Cubanas demostró que el compromiso de la Revolución con sus hijas era recíproco, y que tan apremiante resultaba empoderarlas, como hacer que cada día fuera mayor su aporte al crecimiento del país. Y así fue, así es, y así será.
Entonces, mientras la mujer cubana se levante cada día dispuesta a hacer por el bien de todos, mientras siga a la vanguardia en cada tarea titánica, mientras dé otro paso en el camino para despojarse de estereotipos y roles frívolamente asignados, para erguirse como protagonista de su tiempo, de su presente y su futuro, ahí estarás tú renacida, inmensa en tu sencillez, orgullosa de haber abonado ese camino.
Agradecidas de tu ejemplo, de tu bondad y de la fuerza de tu espíritu, será la nuestra una extensión de tu sonrisa, para que la plena luz que irradiaste se mantenga intacta.
En estos tiempos de duras sacudidas, de constantes pruebas a la dignidad y a los principios, no han claudicado tus pupilas, al contrario, se han crecido, porque atesorar ejemplos como el tuyo es fuente de inspiración y empuje constante, a fin de plantar cara, con firmeza, a los escollos del presente y a los retos que aún nos queden por vencer.
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