Después de un prolongado espacio de tiempo sin estrenar filmes de producción nacional, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), lleva a los cines de la urbe capitalina el largometraje Oscuros amores, con guión y dirección del realizador audiovisual Gerardo Chijona, dedicado a la sagrada memoria de los cineastas Raúl Pérez Ureta (1942-2021), Premio Nacional de Cine 2010, y Juan Carlos Tabío (1943-2021), Premio «Goya» a la mejor película iberoamericana, así como al primerísimo actor Enrique Molina (1943-2021), Premio Nacional de Televisión 2020.
El elenco artístico es de lujo y lo integran los primerísimos actores Vladimir Cruz, Isabel Santos, Osvaldo Doimeadiós, Yeny Soria, Carlos Alberto García, Yailín Coppola, Carlos Enrique Almirante, Enrique Molina, Yailene Sierra, Paula Alí, Diana Rosa Suárez, Aramís Delgado, y Mario Guerra, Premio Nacional del Humor, entre otros.
Oscuros amores es una comedia de humor negro, donde la trama principal gira alrededor de un tema filosófico: Tanatos (la muerte, en el vocabulario psicoanalítico), aunque desarrollado de una forma humorística y sin grandes pretensiones antropogénicaspor parte de los personajes involucrados en una historia de necrofilia (la libido o deseo sexual se orienta hacia los cadáveres), como expresión de una grave psicopatía sexual descrita por los clásicos de la psiquiatría clínica, y que, en ese contexto audiovisual, adquiere un carácter de puro divertimento, perceptible —sobre todo— en el lenguaje desenfadado que emplean los actores Isabel Santos, Osvaldo Doimeadiós, Vladimir Cruz, Yeny Soria, Carlos Alberto García y Enrique Molina, quienes interpretan a los personajes que le aportan brío y color a esa «macabra» historia de amor.
En la misma cuerda o línea dramatúrgica, se trata el tema de un apuesto joven (Carlos Enrique Almirante) quien —después de dos décadas de ausencia— retorna a la capital cubana a la reconquista de un amor adolescente…, pero se encuentra que su antigua novia (Yailín Coppola), una bailarina físicamente estilizada, ha aumentado mucho de peso corporal, y lo que el «galan» percibe como «lo peor»: se muestra muy feliz con el sobrepeso que arrastra consigo y lo defiende «a capa y espada».
Por esas habilidades y licencias literarias, que utilizan con indiscutible profesionalidad los guionistas cinematográficos, esas historias que —en apariencia— no guardan relación alguna entre ellas, se funden en un abrazo que —en un principio— pudo haber sido trágico, pero que —después— se convierte en un desenlace feliz, como debe concluir toda comedia que se respete, aunque sea de humor negro o gris. No quisiera finalizar sin antes destacar las magistrales actuaciones de esas primerísimas figuras del cine y la televisión insulares y de un poco más allá de nuestras fronteras geográficas, que se dieron cita puntual en Oscuros amores, sobre todo las que protagonizaron Isabel Santos (la «necrofílica») y Osvaldo Doimeadiós (el «cadáver»), quienes con sus diálogos «extraterrenales» hicieron reír al público, en ocasiones «a mandíbula batiente», y en otras —las más «espeluznantes»— a sonreír, y al mismo tiempo, a reflexionar acerca de dos procesos íntimamente vinculados entre sí: la vida y la muerte; por otra parte, la breve pero certera presencia de Paula Alí en ese filme, desmiente la falacia de que, en el séptimo arte o en la pantalla chica, «hay papeles pequeños», ya que una actriz de grueso calibre como ella es capaz de engrandecerlos y dignificarlos.