Conversar «cara a cara» con el multifacético escritor e investigador Pedro Urbezo, quien este año llega al aniversario 80 de su natalicio, y a los 60 años de fecunda labor profesional en la radio y la televisión insulares, constituye un verdadero privilegio para cualquier profesional de la prensa que ejerza el periodismo cultural.
Mi interlocutor es miembro distinguido de la Asociación de Cine, Radio y Televisión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), autor de dos libros acerca de la historia del legendario Teatro América, guionista de los más disímiles géneros dramáticos: novelas, aventuras, series, cuentos, escritos especialmente para esos medios de comunicación, amante apasionado del séptimo arte, y fiel admirador –al igual que este cronista- de la Orquesta Aragón, la «Reina de las Charangas Cubanas».
Hace 10 años, entrevisté a Pedro por sus 50 años de vida profesional, y ahora, a los 60, vuelvo a la carga.
¿Qué representa para usted haber llegado a los 80 años de vida y a los 60 de entrega en cuerpo, mente y alma a la radio y la televisión caribeñas?
Creo que es un buen récord, ¿no lo cree así? Cuando yo llegué al Circuito CMQ hace exactamente seis décadas, recuerdo que José Antonio Caiñas Sierra me dijo: «el problema, Pedro, no es llegar, sino mantenerte». ¡Creo que he cumplido! En CMQ Radio, que luego se convirtió, en Radio Liberación, incursioné en casi todos los géneros dramáticos.
Ahora recuerdo que escribí una serie La semilla dio fruto en la arena, basada en un libreto del intelectual chileno Volodia Teitelboim. A mí me ayudó mucho el hecho de que escribía desde niño: yo llenaba mi libreta escolar de aventuras creadas por mí, y ese ejercicio inicial en el arte de la escritura me dio el oficio que tengo hoy y me ha ayudado mucho.
Después que desapareció del éter Radio Liberación, fui ubicado en Radio Rebelde, ya que, en los años 70 de la pasada centuria, fueron distribuidos los escritores y guionistas por emisoras, y a mí me correspondió Rebelde, donde escribí para el espacio Estudio 4, que después se trasladó para Radio Progreso; programa que sigue en el aire y a la misma hora: 2: 45 pm, y para el que he continuado escribiendo.
¿Qué significa para usted haber dedicado una buena parte de su fecunda trayectoria profesional a Radio Progreso, que el próximo 15 de diciembre cumplirá 95 años en el aire?
Para mí, es un gran honor trabajar en Radio Progreso, una emisora nonagenaria a la que llegué en los años 80 del siglo pasado, cuando era su director Antonio («Ñico») Hernández, y si no me equivoco, la más escuchada por la radioaudiencia nacional y foránea. Yo conozco a familias de aquí, y de toda la geografía insular, que están en sintonía todo el día y la noche con la «Onda de la Alegría». En la «Emisora de la Familia Cubana» he incursionado en casi todos los géneros que integran su parrilla de programación dramática: novelas, aventuras, series, cuentos.
Radio Progreso es, sin duda, mi segunda casa, así como una verdadera escuela para actores, periodistas, locutores, realizadores; en fin, para toda persona que se acerque a ese poderoso medio de comunicación, que lleva más de nueve décadas en el éter y sigue cautivando a cubanos y extranjeros con su variada programación, que abarca casi todo el espectro radiofónico.
De las muchas anécdotas y experiencias vivenciadas por usted durante su fructífero tránsito por la radio y la televisión cubanas, ¿podría relatar alguna que le haya dejado una profunda huella en su memoria poética?
Tengo varias, pero solo me voy a referir a una que me marcó como escritor radial: el director Gilberto Enríquez, responsabilizado con el espacio Caminos de libertad, me pidió que sustituyera al escritor Santiago Arias, en una serie soviética que debía salir al aire un miércoles, y él me formula ese planteamiento un viernes por la tarde.
A mí me sorprendió el poco tiempo que tenía para preparar ese material radiofónico, pero cuando leí el libreto, me motivó mucho el tema que trataba, y le dediqué ese fin de semana íntegro a escribir el capítulo que debía salir el miércoles […], salió, y fue un éxito rotundo. Tanto fue así, que Santiago me envió una carta de felicitación, que la conservo con mucho afecto en el «baúl de los recuerdos», y en la que destaca la profesionalidad que le imprimí, no solo a ese capítulo en particular, sino a la serie en general.
En este fluido intercambio de opiniones, no puedo dejar de preguntarle ¿qué satisfacción profesional y personal le provocó escribir la serie Los Tres Villalobos, que trasmitió hace algunos años la televisión cubana, y que constituye un clásico del audiovisual en nuestro país y fuera de nuestras fronteras geográficas?
Los Tres Villalobos es una obra original mía, ciento por ciento cubana, y basada en los personajes creados por el escritor Armando Couto, a quien mucho admiro y respeto. Tanto fue así, que les pedí a los productores del desaparecido espacio Aventuras, que en los créditos reflejaran que la serie es original mía, pero con apoyo en los personajes de esos tres aventureros, creados por la fértil imaginación de Couto, y así se hizo.
Esa teleserie tiene una connotación especial para mí, porque me recuerda mi infancia, cuando yo escuchaba Los Tres Villalobos, primero por la desaparecida RHC Cadena Azul, y posteriormente, por CMQ Radio. Dicha teleserie, que gustó mucho en el patio, así como en el exterior, se vendió con éxito en República Dominicana y Venezuela. Fue filmada en Camagüey, y fueron sus protagonistas tres carismáticos actores: Kristell Almazán («Rodolfo»), Vladimir Villar («Miguelón»), y Carlos Luis González («Machito»). Les gustó mucho a los telespectadores, y como usted bien dice, es un clásico del audiovisual cubano contemporáneo.
Ahora que ha llegado a la octava década de vida y a los 60 años de ejercicio profesional en la radio y la televisión, ¿cuáles son sus perspectivas?
Buena pregunta: continuar hasta que me lo permitan, y destacar que, en cualquier medio en que nos desenvolvamos, es fundamental amar lo que uno hace y entregarse a ello en cuerpo, mente y espíritu (como usted afirma), porque cuando escribo y creo los personajes de mis aventuras, novelas, series, cuentos o cualquier otro dramatizado, me olvido del mundo exterior, y solo me concentro en lo que estoy haciendo y a lo que le añado la «dosis exacta» de amor y respeto.
¿Algo que desee agregar para que no se le quede nada en el tintero?
Por supuesto que sí. Desde que comenzó mi bregar por la radio y la televisión escribo los guiones con la ayuda de una máquina de escribir Remington, la cual no cambio por la computadora más «inteligente» que exista, y no es que niegue la importancia del desarrollo de la ciencia, la técnica y la tecnología, nada más lejos de la realidad ni de mi verdadera intención, sino que –sencillamente- mi salud visual no me permite hacer un uso racional del ordenador. Y continuaré escribiendo en mi Remington hasta que haga mi último dramatizado.
Por último, muchas gracias, querido amigo, por esta entrevista, que me ha hecho evocar la historia de mi vida en la radio y la televisión cubanas, las cuales forman parte de mi humilde leyenda personal.
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