Perfectos desconocidos

Perfectos desconocidos, del escritor y cineasta italiano Paolo Genovese, es el título de la obra que, con dirección y puesta en escena —«a la cubana»— del dramaturgo Hugo Vargas, lleva a la acogedora sala «El Sótano» la agrupación «A Teatro Limpio»; puesta que —a petición especial del público capitalino— se mantuvo en cartelera durante los fines de semana del mes de marzo del año en curso.

Integran el elenco artístico el primerísimo actor Mario Aguirre, Premio Nacional del Humor, así como los carismáticos actores y actrices José Alejandro («José»), Yamira Díaz («Carmen, esposa de «José»), Orelvis Díaz («David»), Yanel Gómez («Ana, psicoanalista»), Lisandra Arteaga («Dulce», recién casada con «David»), Misael Álvarez («Iván», cirujano y esposo de Ana), y Elena Navarro («Elena», hija de «Iván» y «Ana»)

La trama y la acción dramática de esa divertida comedia de enredos y equívocos tienen lugar en el hogar de un cirujano y una psicoanalista, donde se reúnen varios amigos para agasajar a «Pepe» (Mario Aguirre), un cofrade muy querido por los dueños de la casa y los visitantes.

«Entre trago y trago», la psicoanalista propone un juego relacionado con los teléfonos celulares: abrir el audio para escuchar los mensajes de voz o leer los textos enviados a los respectivos móviles. Esa sugerencia es aceptada con beneplácito por las mujeres, pero encuentra cierto rechazo o reticencia por parte de los hombres, quienes —al principio— se niegan, pero luego lo aceptan.

A partir de ahí, se abre —de par en par— la «Caja de Pandora», y salen a la palestra pública infidelidades conyugales, traiciones, crudas verdades y hasta la identidad sexual «gay» de «Pepe», quien —hasta ahora— la había mantenido bien oculta, ya que temía las reacciones machistas y homofóbicas de algunos de sus amigos…, como en efecto sucedió, sobre todo por parte de «Carmen».

Los «enredos» provocados por ese «inocente juego» subieron de tono y de intensidad emocional cuando «Pepe» —a instancias de «José»— accede a intercambiar los celulares, para que «Carmen» no descubriera sus «aventuras extramatrimoniales»; por lo tanto, se vio en la necesidad de contestar las llamadas de la «pareja» de «Pepe», lo cual desató una acalorada discusión entre todos los «amigos», quienes se convirtieron —como por arte de la peor «magia»— en «perfectos desconocidos», ya que esos «secretos», celosamente guardados por todos los implicados, trajeron como consecuencia rupturas matrimoniales, amistades quebradas o perdidas, entre otras graves disfunciones en el campo de las relaciones interpersonales y sociales.

En medio de ese «desencuentro», signado por la desconfianza y la pobre o nula comunicación entre parejas y amigos, aparece en el proscenio «Elena», la hija adolescente de los anfitriones. Con la «rebeldía» inherente a esa etapa del ciclo vital humano, la joven reclama con insistencia más «libertad» (¿sin responsabilidad?) desde todo punto de vista (incluida la psicosexual), y arremete contra la «forma obsoleta» —extrapolada de épocas socio-históricas pretéritas— en que la figura materna trata de modelar su comportamiento.     

Por otra parte, habría que destacar —con letras indelebles— la profesionalidad que identifica a esos actores y actrices en el campo de las artes escénicas insulares, ya que —entre otras virtudes— utilizan inteligentemente las herramientas teórico-conceptuales y prácticas adquiridas en la academia, emplean un lenguaje verbal y gestual (incluidas las palabras «malsonantes»), del que no abusan en ningún momento, y hacen excelentes caracterizaciones psicológicas de los personajes que interpretan en esa simpática comedia, que hace reir «a mandíbula batiente» a los amantes del «arte de las tablas», y al mismo tiempo, los invita a reflexionar acerca de esas situaciones complejas y complicadas que pueden acaecer en cualquier reunión de «amigos», donde no solo se abuse de la ingestión de alcohol, sino también de las «trampas» que la tecnología digital les tiende a los usuarios, lo que no quiere decir —en modo alguno— que debamos renunciar al desarrollo tecnológico de la sociedad.

Ese es, con pocas palabras, el mensaje ético-humanista que —por vía subliminal— le envían Paolo Genovese y Hugo Vargas a quienes han hecho de la tecnología digital el non plus ultra en su existencia terrenal.

Finalizo con una frase antológica del Dr. José Orlando Suárez Tajonera (1928-2008), profesor emérito de la Universidad de las Artes (ISA) y Premio Nacional de Enseñanza Artística 2007: «el arte [teatral] es un reflejo de la realidad […], pero —al mismo tiempo— crea otra realidad en la mente y en el alma del artista, el crítico y el espectador».

No creo que, en nuestra lengua materna, haya una frase que mejor sintetice la enseñanza (sin didactismo), que le aporta al auditorio la obra Perfectos desconocidos, independientemente de que le regala más de hora y media de buen humor criollo.            

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

cuatro + 12 =