Rafael Terry Aldana: dirigir RP-105 es parte de mi vida

En el aniversario 27 de la salida al aire de la Revista RP-105, de Radio Progreso, deviene un deber ineludible, al menos para mí, evocar la sagrada memoria del periodista y filólogo Rafael Terry Aldana (1940-2006), quien fuera el director de dicha revista hasta su lamentable deceso.

En cierta ocasión, le pedí a Terry que me concediera una entrevista en agradecimiento al hecho de que, cuando era subdirector de información de la Onda de la Alegría,  me abrió de par en par las puertas de nuestra emisora. Pero la sencillez y la humildad que caracterizaran la carismática personalidad de mi inolvidable colega y amigo, devinieron una barrera imposible de franquear para que accediera a mi solicitud.

Entonces, decidí utilizar ese género periodístico y no la crónica, para mostrarles a los lectores su forma de pensar, sentir y actuar en lo que al ejercicio de nuestra noble profesión se refiere.

Para ello emplearé, como contexto referencial, aquellas inolvidables pláticas sabatinas que solíamos entablar en la sala de mi casa, donde me narraba alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, conflictos laborales y familiares, que fueron tejiendo su leyenda profesional y personal.

A la pregunta inicial de cómo llegó al medio radial, el cual lo marcó durante la mayor parte de su relativamente corta, pero fructífera existencia terrenal, contestó:

Yo vine muy joven de Camagüey, mi ciudad natal, para estudiar Medicina en el Instituto de Ciencias Básicas y Pre-clínicas Victoria de Girón, donde cursé primero y segundo años. Sin embargo, cuando llegué a tercer año y fui ubicado en un hospital docente de la capital, comprendí que ser médico no era mi vocación y decidí dejar la carrera. Entonces, solicité el traslado para la Escuela de Periodismo, y una vez graduado, matriculé en la Facultad de Filología, de donde egresé cinco años después.

Di mis primeros pasos en el periodismo radial [precisó mi interlocutor] en emisoras provinciales, y luego, en la Dirección Provincial de Radio de la entonces provincia de Ciudad de La Habana, hasta que llegué a Radio Progreso [y aquí permaneció hasta que exhaló el último aliento].

En la Onda de la Alegría [señaló] he dirigido noticieros y espacios informativos, fui durante un tiempo subdirector de información, y en la actualidad, me desempeño como director de RP-105, y jefe de corresponsales, reporteros y colaboradores.

Cuando indagué que representaba RP-105 para él, respondió de inmediato:

Ha sido para mí una verdadera escuela dirigir RP-105, que es parte de mi vida,  ya que contribuyó a mi formación integral como periodista radial, y al mismo tiempo, me permitió conocer a un grupo de colegas a quienes he incorporado —con carácter definitivo— a mi esfera afectivo-espiritual (como sé que te agrade decir a ti). No voy a mencionar nombres, porque podría olvidar alguno y no quisiera que nadie se sintiera omitido o preterido.

Por otra parte [prosiguió su testimonio] no te voy a ocultar que he tenido grandes disgustos y sinsabores, pero —como tú mismo me has enseñado— eso es parte de la sal que condimenta la vida de un ser humano. En consecuencia, voy a seguir al pie de la letra tus consejos profesionales, basados en la filosofía oriental, madre de la sabiduría y la espiritualidad: «sobre que no se abre, no se conoce su contenido».

Por lo tanto, ese sobre —o mejor dicho, esa caja de Pandora— está sellado para siempre.

Mi entrevistado, espontáneamente, me relata una anécdota de esos momentos agrios que le deparara la vida:

Una colega [fallecida dos años después que él], quien en aquel entonces atendía la prensa en el Comité Central (CC) del Partido Comunista de Cuba (PCC) y era dirigente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), me colocó algunas piedras que entorpecieron mi camino profesional. Una tarde, esa persona se presentó en tu casa, porque era una gran amiga tuya, y ahí mismo le recordé todos los obstáculos iniciales que hicieron un tanto escabroso mi desarrollo en el medio.

Después de escuchar en silencio mi catarsis emocional, me pidió disculpas y me dijo más o menos lo siguiente: «Terry, perdóname, me equivoqué contigo, pero equivocarse es de humanos y rectificar a tiempo es de sabios. Hoy nadie duda de que eres un excelente profesional de la prensa […]».

Claro que la perdoné —lo admitió en ese momento— porque mi alma no incuba insectos ponzoñosos ni despide olores malolientes, pero no olvido nunca los agravios de que soy objeto. En adoptar dicha decisión, tú desempeñaste una función «clave» por el sincero afecto que te une a ella. Entonces, no me quedó otra alternativa que «hacer con el limón una buena limonada».

Con respecto a la afección maligna que lo llevó inexorablemente a la tumba, una tarde, después de tomar una taza de café que le preparara la señora Odorica Montero (1920-2007), casi una madre sustituta para mí, Terry me confesó, casi en un susurro inaudible:

Cuando estaba ingresado en el Hospital «Hnos. Ameijeiras», los médicos decían tiene una T, porque pensaban que yo desconocía el vocabulario científico-médico, ya que ignoraban que había sido estudiante de Medicina. Yo estoy consciente de que padezco de una grave dolencia, pero tengo tremenda fe en la ciencia médica. Y con apoyo en esa fe inmensa, estoy dispuesto a dejarme intervenir quirúrgicamente, porque mi mayor deseo es volver a dirigir RP-105 y atender a los corresponsales, a quienes quiero como a los hijos que no tuve […]».

Desafortunadamente, ese deseo nunca se pudo hacer realidad y desde hace  16 años, Rafael Terry Aldana duerme en paz consigo mismo el martiano sueño de los justos.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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