El Teatro América vistió sus mejores galas para recibir a la emblemática Orquesta Aragón, Patrimonio Cultural de la Humanidad, así como Premio Grammy Latino 2020-2021, y cuya carta de presentación es: «Si tú escuchas un son sabrosón […], ponle el cuño es Aragón […] Si tú escuchas un rico danzón […], ponle el cuño es Aragón», para rendir sentido homenaje al centenario del natalicio del maestro Richard Egües (1923-2006), Premio Nacional de Música, y eterno flautista de la Reina de las Charangas Cubanas.
Los acordes del tema musical que, compuesto por el maestro Enrique Jorrín (1926-1987), identifica a la Charanga Eterna llenaron de música y buena vibra el proscenio del Coliseo de Centro Habana que, al igual que Radio Progreso, la Onda de la Alegría, deviene el escenario de los grandes éxitos de la «Charanga Eterna», dirigida por el maestro Rafael Lay Bravo.
La dirección artística de ese espectáculo musical fue de Esperanza Pinal, la dirección general de Jorge Alfaro, y la conducción de la laureada locutora y periodista Rosalía Arnáez, quien hizo una apretada síntesis de la fecunda trayectoria artístico-profesional de la agrupación ícono de la música popular bailable cubana, la auténtica, la verdadera, y evocó la memoria de los ilustres integrantes de la orquesta que ya no están físicamente entre nosotros.
En ese sentido, el auditorio sintió la ausencia del carismático locutor Víctor González Medina (1946-2023), quien fuera estelar presentador de la Orquesta Aragón en esa institución cultural centrohabanera y desde los micrófonos de la Emisora de la Familia Cubana y de la pantalla chica insular.
El repertorio clásico y contemporáneo de los «aragones» incluyó el danzón Bodas de Oro, del maestro Electo Rosell («Chepín») (1907-1984), así como boleros, sones, guarachas, cha, cha, chas, (incluido el antológico El bodeguero, del maestro Richard Egües, un exitazode la Aragón que ha recorrido todo el orbe..
El cha, cha, cha es —sin discusión alguna— el «plato fuerte» de la Orquesta Aragón, desde que el maestro Jorrín lo creara en los años cincuenta del extinto siglo XX, lo popularizara la Orquesta América, y lo diera a conocer, no solo a lo largo y ancho de nuestra geografía insular, sino también en todo el planeta.
El ritmo que caracteriza a la octogenaria agrupación cienfueguera comienza ligero y las bien acopladas voces, que integran el coro, están presentes con la letra romántica o pintoresca, escrita por el compositor, y signada —en lo fundamental— por el aliento poético (en el caso de un bolero) o por el gracejo criollo que nos particulariza (si se trata de un cha, cha, cha, un son montuno o una guaracha), pero sin la más mínima concesión a la chabacanería, el mal gusto o el irrespeto a mujeres y hombres.
Por lo tanto, a la Orquesta Aragón la distingue una verdadera «magia sonora», que hace inconfundible su estilo, y es, según González Medina, el resultado de las caricias melódicas que el maestro Rafael Lay Apesteguía (1927-1982) les hacía a las cuerdas de su violín; caricias extrapoladas —con posterioridad— a los demás instrumentos que configuran el formato charanguero. Al final de cada número, incluido en el repertorio clásico y actual de la agrupación los ingeniosos estribillos, secundados por el acompañamiento sincronizado de los 5 violines, el piano, el bajo y la percusión, así como los magistrales floreos con la flauta, interpretados con indiscutible excelencia artístico-profesional por el maestro René Herrera, quien con su flauta de madera, de 5 llaves, «la que mejor identifica a la charanga por su sonido compacto y redondo», de acuerdo con el criterio sustentado al respecto por el maestro Melquiades Fundora (1925-2009), director fundador de la Orquesta Sublime, la «Pachanguera de Cuba», floreos con el «instrumento de los dioses griegos» que recuerdan la presencia espiritual del maestro Richard Egües, y que refuerzan — ¡con gran solidez!— la interpretación…, que se torna inimitable.
Cada integrante de la Orquesta Aragón sabe muy bien lo que debe hacer para llenar de buena música el Teatro América, e impregnar de alegría y energía positiva la mente y el alma de sus fieles admiradores, entre los que hubo personas de la tercera edad, pero también jóvenes y adolescentes de los dos sexos que movieron el cuerpo y el alma al compás de los acordes musicales de Sabrosona, del maestro Richard Egües, un rico cha, cha, cha que puso a bailar al público, y con el que finalizara tan estelar concierto.
A este cronista no le asiste la más mínima duda de que, al decir de Jorge Alfaro, «la Orquesta Aragón simboliza el respeto a la música popular bailable cubana».
Quisiera finalizar con el vídeo de la memorable pieza Sabrona, del maestro Richard Egues, donde aparecen importantes personalidades de la música y la cultura cubanas.
Like (0)