Rolando Aniceto Ramos, contra el olvido y la muerte

Tuvo el privilegio de ser, como se autoproclamó en vida, el único quiroperiodista- quiropedista y periodista- de Cuba. Pero Rolando Aniceto Ramos, quien falleció el martes 14 de julio de 2020 en La Habana, superó con creces la rara y exclusiva alquimia entre dos profesiones tan diferentes, las cuales supo llevar con insuperable dedicación y sapiencia.

Disfrute durante décadas de su amistad, cálida, cordial y sin dobleces, esa extraña cualidad en la existencia humana, sobre todo en tiempos de nuevas tecnologías y redes sociales, en que un ´´me gusta´´ o un ´´selfin´´, pretenden sustituir el abrazo fraterno y el rapor de una conversación in situ, en ´´tiempo real´´, hablando en términos informáticos.

En Radio Ciudad de La Habana, donde compartí con él las verdes y las maduras de este hermoso oficio, se hicieron proverbiales las bromas realizadas por Aniceto a otros colegas y trabajadores de la planta, casi siempre en complicidad con otro jodedor cubano impenitente, el locutor Braulio Cancio. El entrañable Elías Gracias Roy puede aún dar fe de aquellas ´´anicetadas´´. Pocos pudimos escapar a sus memorables ocurrencias.

En la propia Radio Ciudad surgió el amor entre Aniceto y María Victoria Pardo Miranda- Vicky, para los del gremio-. De ese enlace, a prueba del tiempo, nacieron Carlos Manuel y José Julián, cuyos nombres constituyen una expresión fehaciente del otro amor eterno que llevó consigo Aniceto: la historia patria. Como olvidar a Rolandito, quien hizo sus primeros pininos en el periodismo en la referida emisora.

Fue un verdadero erudito en el citado tema, especialmente en cuanto a rarezas e historias no contadas de San Cristóbal de La Habana. Hablar con él de ´´Bigote de Gato´´; ´´La Macorina´´; ´´El Caballero de París´´ y el Trío Los Embajadores, entre otras celebridades de su entrañable ciudad natal, constituía un gustazo para sus interlocutores, y se disfrutaba mucho mejor, cuando  Aniceto se hacía acompañar de un trago y un buen tabaco.

Escribió y publicó varios libros, entre los cuales figuró Primeros en La Habana, un verdadero vademécum de quienes en esta urbe quicentenaria fueron pioneros en ejercer los más disímiles oficios y profesiones. Su probado saber e ingenio animó no pocas tertulias, como la que desarrolló durante años en la Acera del Louvre, en actual Hotel Inglaterra, junto a otro ilustre capitalino, Eduardo Robreño.

Colaboró, de forma asidua, con varios medios de prensa. A saber Canal CH-TV- luego Canal Habana-; Habana Radio; Tribuna de La Habana; Agencia Cubana de Noticias y la revista Bohemia, entre otros. La Unión de Periodistas de Cuba y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba se honraron al contar con un afiliado de sus méritos profesionales.

Un día, con particular satisfacción y entusiasmo, le comenté que este último órgano de prensa publicó una reseña de su obra bibliográfica y profesional, en la columna Autores cubanos, auspiciada por la Dirección de Promoción del Instituto Cubano del Libro. Ante mis elogios, no se dio por enterado. Así era Rolando Aniceto Ramos, alma que vivió ajena a oropeles, orgullos y vanidades, tan efímeras como inútiles.

Cuando el colega Wilfredo Gil Figueredo llamó a mi casa para ofrecer la infausta noticia, entre las múltiples remembranzas que vinieron a mi mente sobre esta imperecedera amistad con Aniceto, preferí quedarme con una, parafraseando al historiador Eusebio Leal Spengler: ¡Ojalá Rolando Aniceto Ramos logre escapar a dos terribles asechanzas: el olvido y la muerte!

Desde Radio Progreso, la emisora de la familia,  el recuerdo permanente al legado dejado por este cronista de su tiempo,  al hacedor de palabras para ver a través del sonido de programas como Epigramas y la revista dominical RP 105.

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