Roly Chiong: lo principal del guión y del capítulo es el amor…

En la redacción de Radio Progreso, conocí al carismático actor Roly Chiong, quien es —junto a Carlos Solar— uno de los protagonistas del capítulo «Decisión», en la polémica teleserie Rompiendo el silencio, que —dirigida por los realizadores Rolando Chiong y Legna Pérez Cruzata— transmite el Canal CubaVisión de la Televisión Nacional.

De ahí que, cuando vi en la pantalla chica el décimo capítulo de ese dramatizado, decidí conversar con Roly acerca de Alexis, personaje al que le prestara piel y alma; un joven que sabe muy bien quién es, qué objetivos persigue en la vida, y hacia dónde encamina sus pasos.

El diálogo con mi interlocutor fluye, al igual que las aguas cristalinas corren por los ríos subterráneos del espíritu humano, ya que Roly es un magnífico conversador y excelente comunicador.

Alexis se aleja años luz de los personajes con orientación homoerótica, caracterizados —básicamente— por el amaneramiento y el afeminamiento caracterogénicos, y  que suelen presentar los realizadores cuando se deciden a desarrollar tan compleja línea temática en los espacios audiovisuales.  ¿A qué se debió ese cambio radical en el comportamiento de Alexis?

Desde que el realizador Rolando Chiong —mi progenitor— concibió el capítulo dedicado al homoerotismo masculino, se opuso a que ninguno de los dos personajes que desempeñan los papeles protagónicos presentara rasgos amanerados o afeminados en su comportamiento psicosocial.

Cuando tuve el personaje en mi poder, le fui agregando un poco más de mi cosecha, y quise que el homoerotismo en Alexis se expresara por la mirada […], porque él no reprime lo que es, sino que lo lleva con mucho orgullo, pero sin ostentación alguna.

Para darle al personaje una apariencia mucho más «masculina», me dejé un chivo, dejé de practicar ejercicios físicos, me quedé un poco gordito, o mejor «llenito», para que ese hombre fuera lindo por dentro, por el ser humano que es, no por su físico, porque la verdadera belleza es la del alma, no la corporal, que es efímera, al igual que «un relámpago en una noche de verano», al decir de los poetas románticos.

¿Por qué aceptaste desempeñar el papel de Alexis en ese audiovisual, que trata un tema controvertido y controvertible, y a veces, poco comprendido por una parte nada despreciable de la teleaudiencia?

Trabajar con mi padre es lo mejor que me ha podido ocurrir en mi todavía corta carrera artístico-profesional. Él tiene una gran confianza en mí, y sabe cómo tratarme, me insinúa algo, y ya sé lo que quiere. Llegó ese personaje, que escribió para mí, y yo —con mucho gusto— interpreté a Alexis en ese contexto dramatúrgico por excelencia.

A los telespectadores les agrada que desempeñe papeles negativos en telenovelas o teleseries, pero muchos de ellos se entusiasmaron al verme encarnar a un personaje diferente, que no tiene tabúes ni prejuicios.

Sin embargo, me costó algún trabajo diseñar la construcción psicológica de Alexis, porque ese joven no tiene nada que ver conmigo. Somos completamente distintos, sobre todo desde el punto de vista caracterogénico: soy mucho más temperamental y extrovertido, mientras que él es pausado e introvertido.

Le confieso que yo no hacía las escenas eróticas con el pensamiento puesto en una mujer. Las hacía con la mirada fija en los ojos de Carlos Solar (Leonel), y dramatúrgicamente hablando, me «enamoré» de él, para otorgarle más veracidad a lo que ocurría en el set de filmación. Por tal motivo, me costaba tanto trabajo: tenía que dejar de ser Roly para ser Alexis […], y al fin lo conseguí, no sin realizar titánicos esfuerzos, porque esa es —en lo fundamental— la labor creativa que desarrolla un artista escénico.

¿Y cómo lograste la complicidad con Carlos Solar, o mejor, Leonel, el otro protagonista de esa historia, que está basada en hechos reales?

Definitivamente, logré la complicidad con Carlos, a quien conocía desde hace algún tiempo, ya que compartimos actuaciones en una telenovela. Cuando supimos que éramos los protagonistas de ese capítulo nos alegramos sinceramente, y con la primera lectura que le hicimos al guión, se estableció entre él y yo una óptima relación profesional y emocional. Comenzaron los ensayos y todo fluyó, como las olas de un mar apacible, que baña las costas del archipiélago cubano. Nos mirábamos y tratábamos de quitar esos tabúes y prejuicios, que lastran las actuaciones de los artistas que desempeñan papeles de individuos con orientación homoerótica en los medios audiovisuales. Practicamos mucho, y cuando llegábamos a la grabación, la mayoría de las veces salía en el primer intento […], sin necesidad de repetir la escena.

Entre Carlos y yo hubo «química», algo que existe entre dos personas del mismo sexo o de sexo diferente. Si el guión exige que nos besernos, nos besamos […], y ya, porque estamos conscientes de que solo actuamos, que es nuestro trabajo. Lo que sentimos fue un «aquí y ahora». Vamos a mirarnos como «enamorados», a sufrir lo que estamos vivenciando, y salió eso que fue acogido muy bien por la mayoría del público y por la crítica especializada.

¿Qué podría comentar acerca de la reacción de los televidentes frente a un tema percibido como tabú hasta hace muy poco tiempo en los medios  de comunicación?

Si bien la teleserie Rompiendo el Silencio ha resultado una agradable excepción, fundamentalmente por lo realistas que fueron los capítulos en que se estructura, a veces la experiencia del dramatizado en nuestro país queda aislada de elaboraciones de ese tipo, tal y como suceden en la vida real. Variadas críticas han sido formuladas en relación con algunas transmisiones, que —al desarrollar esa línea temática— omiten momentos íntimos entre parejas gay.

¿En esa puesta prevalecen tales tabúes o prejuicios?

Lo principal del guion y del capítulo es el amor por encima de todo […].  Las personas saben que dos hombres se besan, que dos mujeres se besan; es un tabú o un prejuicio para quien quiera verlo así, porque mental y espiritualmente no ha evolucionado y se ha quedado detenido en el tempo psíquico.

Cuando hicimos una escena de sexo, fue —sobre todo— de amor. Dos hombres se aman y es real; y si quieren darse un beso se lo dan. Nunca se concibió para decir: «Vamos a romper con esto o con aquello».

En todo momento, estuvo diseñado para que fuera algo espiritual […].  Los planos nunca fueron agresivos. El primer beso que nos damos ya mi papá lo tenía ideado desde esa altura: Leonel llega por las escaleras y se ve el beso […] en la mirada de Rita, la esposa de Leonel […]. Siempre se pensó así, y las cámaras cuidaron mucho ese detalle […].

Todavía subsisten prejuicios al mostrar el esquema corporal en la pequeña pantalla. ¿Qué me puede comentar al respecto?

La sociedad (o la «programación socio-cultural», como sé que le agrada decir a usted) va configurando qué se hace, qué no se hace, qué está bien o qué está mal. Le puedo decir que estoy en contra de los desnudos […], especialmente cuando son injustificados e innecesarios. No tengo ningún tabú ni prejuicio en mostrar mi cuerpo; no obstante, a veces, los directores abusan un poco […], sobre todo del desnudo femenino.

Quedarse desnudo delante de las personas puede que sea difícil. Hay quien no tiene ese pudor. Se piensa que para el hombre resulta más fácil, y quizás no sea así, ya que —en modo alguno— se debe olvidar que los hombres somos seres humanos con virtudes, defectos, inconsistencias, debilidades y necesidades, que configuran nuestra personalidad.

A mí no me molesta en lo absoluto, si tengo que hacer una escena de desnudo, la hago, siempre y cuando esté justificada en el guión o la requiera la acción dramática. No tengo ningún problema en ese aspecto. Aunque secuencias así exigen mucha concentración, porque —en ocasiones— una caricia en cualquier lugar del cuerpo viene acompañada de un texto.

Para Carlos Solar y para mí eso no resultó ningún problema. No teníamos que estar desnudos, no hizo falta. Se recurrió, sobre todo a «pequeños detalles, que hacen grande el amor», por ejemplo: las caricias en zonas erógenas.

Uno de los principios esenciales en que se estructura el audiovisual cubano establece que debe entretener educando y educar entreteniendo. ¿En Rompiendo el silencio se cumple ese principio?

Rompiendo el Silencio tiene mucho de educación. Vivimos, amamos, creamos y soñamos en una sociedad machista y homofóbica, el mundo entero lo es. Aquí se tratan temas machistas, desde la homofobia hasta la violencia en su aspecto más amplio, incluso de la mujer hacia el hombre, que también existe, y salió en ese capítulo: Rita, la esposa de Leonel, utiliza al hijo para vengarse del esposo: le inculca no querer al padre, porque tiene una orientación sexual diferente.

No siempre estoy de acuerdo con que la televisión tenga que ser, necesariamente, educativa. La teleserie Rompiendo el Silencio puede resultar entretenida, pero es educativa per se, precisamente por la línea temática que desarrolla.

Lo primero es entender que, en el dramatizado, todo no puede ser tan educativo. También tiene que entretener, hacer reflexionar, extraer conclusiones. Faltan muchas historias. Algunas se han hecho, pero no se han enfocado adecuadamente. Quedan temas por exponer, que —no obstante— han salido al aire con demasiados adornos y el público se queda con deseos de ver un poco más.

La realidad —sin afeites ni maquillajes— hace mucha falta, ya que es muy necesaria. Si se toca una realidad edulcorada, el televidente se queja, y con razón, porque usa «pantalones largos» desde hace más de seis décadas. Por lo tanto, se necesitan buenos guionistas o mejores guiones. Ahora bien, que los «decisores» no los censuren, sino que los dejen proyectarse y escribir libremente, siempre y cuando estén en consonancia con los principios éticos,  ideo-estéticos, humanos y espirituales en que se estructura la política cultural trazada por la Revolución Cubana.

Algo que desee agregar para que no se le quede nada en el tintero?

Es una reflexión muy personal: hay algo que interviene en que la nueva generación de actores solo quiera incursionar en el séptimo arte. Estoy consciente de que el tema económico influye mucho. En el tiempo de mi padre, si te llamaban para desempeñar cualquier papelito, se iba corriendo y todos se sentían felices. Si bien soy un poquito mayor que los más jóvenes, cuando me llaman me siento satisfecho con lo que me ofrecen. Si no me agrada, trato —por todos los medios posibles— de buscarle y hallarle el lado positivo, ya que ese es —en esencia— mi trabajo.  Nada más.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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