A Donald Trump se le están acabando sus matrerías. A falta de razones válidas lanzó la idea de que el voto por correo es fraudulento y si se usa el recurso, la elección de noviembre será la peor de la historia. Propone esperar al cese de la Covid-19, pero todos saben que su deseo gira sobre la recomposición de la economía, pues de lograrlo, obtendría puntos en su favor.
¿Tiene poca fe en su gestión? Si cree que en tres meses no se logrará aplacar el pico de la pandemia debe tener motivos. No será que reconoce su mal emprendimiento para enfrentar la pandemia, claro. Con lentitud y subvaloraciones,favoreció el arribo de las trágicas estadísticas actuales: 4 millones y medio de infectados y 150 mil víctimas mortales.
El presidente está encontrando resistencia ahora en sus propias filas. El líder de los republicanos en el senado, Michel MacConell y el jefe de la bancada oficial en la cámara baja, Kevin McCarthy,dijeron oponerse a emprender algo único en los dos siglos de historia norteamericana pues jamás, ni con guerras ni fuertes recesiones, se dejaron de realizar comicios a tiempo.
No son los únicos legisladores del bando conservador opinando de ese modo y, desde luego, los demócratas, en su totalidad, también rechazan la fórmula tan obviamente destinada a buscar momentos propicios para quien quiere repetir postre en la Casa Blanca.
Viendo que en esta oportunidad no siguen su rima aquellos que tanto le defendieron antes, Trump determinó colocar al frente de los servicios postales a un incondicional a su persona, Louis DeJoy,quien comenzó en el cargo cerrando oficinas y actividades capaces de entorpecer el normal desarrollo del sufragio si este se realiza por esa vía.
Como trasfondo para movimientos tácticos similares, Trump mantiene y aumenta su propaganda cuanto llama a establecer “ley y orden”, uno entre varios miedos echados a vuelo para provocar reacciones favorables a él de los ciudadanos. Pero el envío de oficiales federales a varias ciudades para enfrentar a los “anarquistas y vándalos” están provocan más rechazo que aceptación.
Estos agentes especiales se comportan como un cuerpo paramilitar, por encima de las autoridades locales, sin insignias ni placas en sus autos, secuestrando sin orden legal a manifestantes y agrediéndoles al más puro estilo de los carabineros chilenos. Un símil bien ajustado a los acontecimientos, como indican daños físicos desproporcionados, infligidos sobre quienes protestan.
La intemperancia provocó la salida a las calles del Muro de las Madres, mujeres identificadas como protectoras de los agredidos. Pese al rechazo a prácticas tan patibularias que lesionan derechos constitucionales, Trump amenaza con enviar soldados también. ¿Querrá inventarse una guerra interna?
No sería muy extraordinario si se aprecian los pasos dados en busca de mejorar su posición en las encuestas, muy deteriorada por el infausto manejo de la enfermedad y motivado también por una permanente tensión hacia adentro del país o en sus relaciones con el exterior.
Aún así ¡ojo! A no dudarlo Donald Trump tiene seguidores y fieles. Son los supremacistas blancos, los defensores de la tenencia de armas y de resolver por la fuerza asuntos con posibilidades de ser negociadas o con apego al respeto por lo ajeno. Segmentos retrógrados donde no faltan equivocados fortuitos.
El movimiento por justicia racial desencadenado tras el asesinato de George Floyd no va a ceder con recursos violentos, como se está haciendo y Trump pretende recrudecer.
Tampoco cometiendo fraude o forzando situaciones se podrá remontar el descalabro económico, en buen medida provocado por el propio presidente al no atender desde el inicio el fenómeno sanitario y al agravarlo al dar órdenes de reaperturas económicas prematuras que lejos de atemperar la caída, la aceleraron.El actual es el mayor retroceso y el más rápido desde 1947. El comunicado del Departamento de Comercio de EE.U. asegura que con el desplome presente se anulan al menos 5 años de crecimiento.
Pudiera ser menor el daño si Trump no hubiera objetadolas recomendaciones médicas y, casi seguro, de no haber puesto en manos poco fiables los fondos pactados con el congreso para asistir a personas y empresas.
Sin embargo, tras colocarse públicamente en contra de las advertencias científicas, se queja de que la gente prefiera a Anthony Fauci, el epidemiólogo que con gran tenacidad defendió el proceder lógico que hubiera evitado elevar el pico de infestaciones y muertes. Tan enfermiza postura de Trumpse parece a su idea de que debenreelegirlo.
En los funerales de John Lewis, congresista afro descendiente, muy destacado en la lucha por los derechos civiles, el ex presidente Barak Obama recién expuso: “Mientras estamos aquí, hay gente en el poder que está haciendo todo lo que puede para desanimar a que la gente vote, cerrando centros electorales, persiguiendo a minorías con requisitos de identificacióny atacando nuestros derechos de voto con precisión quirúrgica, incluso minando el servicio postal conforme se acerca una elección que va a depender de los votos por correo…”.
Desde varios puntos de vista, lo dicho por el ex jefe de estado resume las estocadas de Trumpen su empeño por mantenerse en el primer puesto a costa de cuanto sea. No obstante, está menos acompañado que en anteriores empresas de su accidentada y escasamente ética gubernatura.
A falta de aprobación ciudadana amplia, promesas creíbles o una hoja de servicios decorosa, acude al chantaje y a bajezas. Tiene en su favor –necesario tenerlo en cuenta- el complejo sistema electoral estadounidense que entrega capacidad de decisión final a500 y tantas personas, el Colegio Electoral, quienes deciden por encima de los millones que hayan votado de forma directa. Eso, claro, aunque harina del mismo costal, favorece o elimina, sin tener en cuenta suficientehonestidad ydecenciao hasta el debido interés ciudadano.