Silencio: arma predilecta de la violencia intrafamiliar

«El silencio es más elocuente […], que miles de palabras». Ese proverbio, tomado de la filosofía oriental, madre de la sabiduría y la espiritualidad, es la mejor carta de presentación del telefilme Silencio, con guión del escritor Yoel Infante, e incluido en el popular espacio Una calle mil caminos, que dirige la experimentada realizadora Magda González Grau, transmite el Canal CubaVisión, y produce RTV Comercial.

Los protagonistas de dicho telefilme son el adolescente Haydel Núñez y los primerísimos actores Ana Gloria Buduén y Carlos Luis González, mientras que la introducción a tan compleja línea temática estuvo a cargo de la actriz Saray Vargas y la psicóloga Arahasay Lami, especialista del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX).

Antes de entrar en el análisis crítico que requiere ese tipo de material audiovisual, quisiera destacar —con letras indelebles— el loable papel desempeñado por Haydel, quien sabe utilizar —con inteligencia global y emocional— el candor, el encanto y la frescura que emana de los espíritus juveniles, para interpretar a un adolescente que enfrenta situaciones de índole traumática, que ponen en riesgo la salud mental infanto-juvenil.

Por otra parte, la excelencia artístico-profesional que caracteriza en cualquier medio a Carlos Luis y Ana Gloria es bien conocida por el público insular, y no necesita —creo yo— comentario alguno.   

Silencio tiene «vida independiente», abre puertas y ventanas, y sensibiliza al televidente acerca de la paternidad responsable, mientras que la trama y la acción dramática de ese audiovisual giran alrededor de Haydel, quien es la víctima principal de los conflictos que acaecen en el seno familiar.

El machismo y la homofobia a ultranza (males que —en cualquier sociedad del orbe— afectan a hombres y mujeres por igual), así como las relaciones de pareja sin tener la madurez biogénica, psicológica y espiritual necesaria para enfrentar las disímiles consecuencias que ellas conllevan, la traición, el doble discurso o doble moral, y el engaño en el medio familiar, se involucran —dramatúrgicamente— para configurar una historia signada por cuentas pendientes, rencores y silencios cómplices, donde el mayor perjudicado es el «pequeño príncipe», aunque todos y cada uno de los participantes en esa triste historia están afectados de una u otra forma, ya que —como reza el proverbio oriental— «todo lo que hiere a la víctima, hiere también al victimario».

Si bien el final de Silencio tiene algunos «puntos débiles», que dejan mucho que desear, sobre todo para el espectador con necesidades cognoscitivas mucho más exigentes, el problema se resuelve de manera satisfactoria, ya que el padrastro del adolescente debe afrontar las secuelas judiciales del daño que —conscientemente o no— ha provocado en el entorno sociofamiliar al que pertenecía.

Muy buena puesta en pantalla para mostrarles a los padres cómo deben enfrentar la educación infanto-juvenil: con amor, ternura y firmeza.    

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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