Tengamos el sexo en paz

Tengamos el sexo en paz, versión del director artístico Rubén Wong Subiral, inspirada en la obra homónima del laureado escritor italiano Dario Fo, Premio Nobel de Literatura 1997, es el título de la obra que la agrupación «Teatro del Caballero», jerarquizada por el primerísimo actor José Antonio Alonso, llevara al capitalino Complejo Cultural «Bertolt Brecht».

En esa puesta en escena, confluyen comedia, danza y momentos en extremo divertidos, que hacen reir «a carcajada limpia» o sonreír «de oreja a oreja», y al mismo tiempo, incitan a la meditación (hacer silencio interior para escuchar los sonidos que emite nuestro universo subjetivo) acerca de un tema que despierta la atención e interés del espectador: los «secretos» de la sexualidad humana enfocados desde la óptica de la cultura oriental (hindú), madre de la sabiduría y la espiritualidad.

A propósito de ese monólogo sui generis, me agradaría reflexionar acerca de un género dramático, que —en opinión de los expertos— deviene uno de los más difíciles de llevar al proscenio con éxito de público y de crítica, ya que —según Francisco Garzón Céspedes— «es el supremo acto de magia del teatro. Debe ser representado con absoluta precisión [y exactitud], debe conjurar al [auditorio] a una ceremonia, donde cada segundo cuenta de modo definitorio para alcanzar un resultado [estético-artístico] pleno de comunicación y entrega [en cuerpo, mente y alma al «arte de las tablas»]; a una ceremonia de la razón y el sentimiento; a una ceremonia que apela al análisis y a la comunión, pero que es —ante todo— una ceremonia mágica por excepcional [y además], por su habilidad para sorprendernos y deslumbrarnos, [ya] que ejerce una suerte de hipnosis alternativa, y —a la vez— [facilita] la lucidez del juicio crítico».        

De acuerdo con esa línea de pensamiento, Marivel Hernández Suárez destaca el hecho de que «a través de la obra se puede apreciar cómo el monólogo —[en el contexto] de las modalidades teatrales— privilegia la palabra, y con ella, la interacción [comunicacional] entre emisor [actor o actriz] y receptor [espectador], a partir de las ideas y las voces que el dramaturgo le otorga al personaje [protagónico, que es fruto] de su [cosecha intelectual y espiritual]; personaje que —mediante la comunicación oral— [le] transmite a ese interlocutor masivo y heterogéneo [el público] sentimientos, emociones, pensamientos, frustraciones y mensajes de contenido ideológico [para] que [el] receptor realice —desde la subjetividad y los referentes contextuales y emocionales [que posee]— una interpretación del mensaje [ético-humanista] que [por vía subliminal] emana del texto y sus [disímiles] discursos».

Como cronista y amante apasionado del teatro caribeño y universal no me asiste la más mínima duda de que la carismática actriz Katerine Áreas, quien protagoniza ese monólogo, cumplió —con indiscutible excelencia artístico-profesional— todos y cada uno de los indicadores teórico-conceptuales y metodológicos esbozados por Francisco Garzón Céspedes y Marivel Hernández Suárez, ya que, en el escenario, ella —con un lenguaje claro y directo, o sea, desprovisto de «barroquismos lingüísticos» o «eufemismos semánticos»— habla francamente acerca del amor, de la alegría, de la belleza, y parte de la acuciosa necesidad de eliminar prejuicios y creencias erróneas, «hijos pródigos» de la todavía vigente programación sociocultural que privilegia el machismo y la homofobia, entre otras muchas aberraciones mentales acerca de las relaciones sexuales entre seres humanos, sin tener en cuenta el aforismo martiano: «todo lo que excluye, aparta o acorrala a los hombres es un crimen contra la humanidad» o el proverbio bioético: «Sí a la diversidad; No a la exclusión».

Tengamos el sexo en paz nos ayuda a valorar desde una óptica objetivo-subjetiva esas creencias heredadas desde tiempos inmemoriales que —en ocasiones, inconscientemente— cargamos sobre nuestro esquema corporal, y que dicha obra trata de desmontar para que seamos libres desde los puntos de vista físico, mental y espiritual, y por consiguiente, no estar atado a ningún prejuicio que pueda perturbar u opacar el inmenso placer que implica una vida sexual sana y robusta.

Entre otras cualidades que configuran la personalidad artística de Katerine Áreas, habría que señalar la integralidad que la caracteriza en escena, ya que no solo actúa, sino también baila, alterna entre lo dramático y lo humorístico, y comparte criterios con el «respetable», que —una vez finalizada su magistral actuación— la ovaciona con fervor y agradecimiento por ese ejercicio de buen arte teatral.                

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Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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