“La personalidad individual solo es gloriosa y útil a su poseedor, cuando se acomoda a la persona pública”, dicen algunas de tus líneas, como dicen tanto de lo que debemos y podemos ser en bien de los demás, de cómo ser más dignos, más humanos, más cubanos y más grandes de alma.
Tú nos lo enseñaste con cuanto escribiste a las niñas que te conquistaron con su astucia, a los de la edad de oro en el mundo, a juventudes vividas en sitios tan difíciles como las Canteras de San Lázaro, donde tu presidio político te curtió el alma entre tanta pena, entre tantos niños que no consiguieron nacer para ser felices como sentenciaste luego.
Fuiste guía para los de tu tiempo que te escucharon en tribunas, arregladas o no, siempre cerca de tu gente en cualquier lugar del mundo, cerca de los cubanos, los latinoamericanos y los pobres, de todos los que sabías que te necesitaban.
Nos lo enseñas aún porque basta leerte para escucharte, porque pensaste en tu mañana que es nuestro hoy y te ocupaste de dejarnos algo de lo mejor de ti, de tus ideas y tus actos como ejemplo.
Así, de “diablo cojuelo” te convertiste en hombre de firmes convicciones preparando independencias, en Delegado, en líder de una guerra necesaria para todos, no solo para Cuba, en paradigma latinoamericano y antiimperialista, en la alerta oportuna que todavía hace falta escuchar para que el monstruo que conociste desde dentro no coma las raíces de nuestro fértil tronco americano.
Te nos volviste Maestro, Apóstol, cubano universal de todos los tiempos, sin que aquel 19 de mayo de 1895 fuera más que el inicio de una cadena de enterramientos pretendidos y jamás logrados, sin que pasara más que una siembra para hacerte crecer sin límites de espacio o época.
Hoy mereces que una y otra vez volvamos a esas líneas tuyas, nuestras, a los consejos de padre, de amigo sincero, para ser mejores desde lo individual hasta lo global, como lo fuiste tú.
Hoy te encontramos y te hemos de encontrar cada vez con más certeza en una esquina de Cuba, en un niño de escuela, en un adulto honesto, en la dignidad de este país que no se rinde, como no te rendiste tú y que de cara al sol vuelve a amanecer en la pretensión de tocar con la nobleza de un pueblo entero, tu suave y meridiana luz.
Texto: Dania Díaz Socarrás/ Radio Cadena Agramonte.
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