De un día soleado al infierno, así transcurrió en la ciudad japonesa de Hiroshima el 6 de agosto de 1945; a las 8:14 de la mañana el bombardero pesado estadounidense, Boeing B-29 Superfortresss arrojó una bomba de uranio que un minuto más tarde explotó en el aire, a unos 600 metros del suelo provocando la muerte de entre 50 000 y 100 000 personas el día de la detonación. La ciudad quedó devastada en un área de 10Km cuadrados.
Tres días después, se lanzó una bomba de plutonio en Nagasaki causando miles de víctimas. Cálculos moderados estiman que a finales de ese año 1945, la cifra de muertos en ambas localidades, pudo ser de más de 200.000 personas.
Los sobrevivientes de las explosiones, conocidos como hibakusha, sufrieron la consecuencia desastrosa de la radiación y del intenso calor. Una catástrofe humanitaria.
Al transcurrir más de siete décadas y observar la devastación que causaron las bombas de Hiroshima y Nagasaki, el debate contemporáneo se concentra en si fue necesario un ataque de tal dimensión sobre la población civil para lograr la rendición de Japón.
Para los que vinimos después, resulta conmovedor cuando los hibakushas rinden testimonios del infierno vivido por las nefastas consecuencias de los bombardeos atómicos y refieren cómo desarrollaron diferentes tipos de tumores malignos, cataratas, discapacidades, deformaciones y disímiles afectaciones en la salud mental por los sentimientos de culpa ante las pérdidas.
Pero a la humanidad cabe la responsabilidad de No olvidar y luchar por la No repetición de esas atrocidades y aunque en estos tiempos, los conflictos bélicos alcanzan matices y niveles distintos; suben y bajan de tono pero ninguno de los contendientes se aventuró a utilizar nuevamente la bomba atómica, hasta hoy.
En cambio, los acuerdos internacionales para la reducción de armamentos precisan de mantener más que nunca los niveles de cordura y fiscalización y no llegar al status de los tiempos de la Guerra Fría como infiere de hecho, la actual política de la administración de la Casa Blanca.
Si bien es cierto que las potencias nucleares encabezadas por Estados Unidos y Rusia han reducido las ojivas nucleares en 2020 con respecto a 2019, mantienen vigentes los procesos de modernización precisamente cuando disminuyen las perspectivas de control de los arsenales por la posible terminación en febrero 2021 del único tratado de reducción de armas nucleares entre las superpotencias, el Nuevo START.
Nada es suficiente aún, el mundo está a la sombra de la amenaza nuclear y la aceleración de la carrera armamentística. La era de los acuerdos internacionales podría estar llegando a su fin.
En el 2019 fracasó el Tratado sobre la eliminación de Misiles de Medio y Largo Alcance establecido en 1987 entre la Unión Soviética y Estados Unidos en tanto, el magnate republicano Donald Trump, de manera unilateral decidió dar por terminado el Acuerdo nuclear con Irán, considerado uno de los pactos diplomáticos más importantes del último siglo, conocido como Plan Integral de Acción Conjunta y con el cual a la nación persa se le levantarían las sanciones internacionales y multilaterales a cambio de que limitara su programa de energía atómica.
Asimismo, recordemos que el país norteño desde la llegada de Trump, se retiró también del tratado de Cielos Abiertos, el mismo que permite verificar los movimientos militares de los estados signatarios, aludiendo el no cumplimiento por parte de Rusia.
Esta semana, cuando conmemoramos el Día Internacional para la eliminación Total de las Armas Nucleares, por iniciativa de la ONU, el panorama se caldea aún más y los cintillos noticiosos fijan la atención en las presiones del Gobierno de Estados Unidos por lograr sanciones a Irán, partiendo de un Tratado del cual se retiró y reafirmando y dando por hecho que como potencia le impondría medidas coercitivas al país Persa, al margen de las Naciones Unidas.
El 2 de septiembre último el candidato presidencial del Partido Demócrata Joe Biden, en su discurso pronunciado en Delaware, acusó a Trump de aislar a EE.UU a nivel mundial al retirar a su país del pacto nuclear con Irán y de esa forma se sumó a otros políticos y senadores estadounidenses que manifiestan su rechazo hacia la política exterior de Trump.
Rusia, por su parte expresó: No se puede restablecer sanciones contra Irán ahora, lo entienden todos, excepto Estados Unidos,… la política de máxima presión sobre Irán está agotada.
El secretario General de la ONU, Antonio Gutérrez fue categórico al afirmar que: “Las Naciones Unidas no apoyará ninguna sanción sobre Irán sino lo aprueba el Consejo de Seguridad…”
Se tensan los hilos de la guerra mientras en la superpotencia del norte un hombre con un maletín nuclear pugna por dar continuidad a su mandato en las elecciones de noviembre entre dos partidos que representan a un país imperial por excelencia, a la vez que se autoenaltece en las sesión conmemorativa del aniversario 75 de la ONU diciendo…”nuestras armas son más avanzadas que nunca…tenemos el ejército más poderoso del mundo…”
Entretanto, la humanidad clama por una diplomacia multilateral que asegure nuestro despertar para No pasar nuevamente de un día soleado al infierno.
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