Por estos días, casi todo lo que huele a Cuba escala en la atención nacional y mundial. Hasta los detalles…
Algunos sucesos, solo algunos, transitan sobre primeras lecturas, sobre el carril de los acontecimientos, sus causas y consecuencias. Como debiera suceder…
Pero cuando la maquinaria mediática que apunta hacia mi Isla pone sus manos en el asunto se marchitan las flores, se fractura el suelo y la lluvia cae ácida. Les cuento…
Un colega sudamericano me aborda en el repleto Centro Principal de Prensa de Tokio 2020, un edificio que quita el aliento por lo grande y moderno.
Celebra que un cubanoamericano haya sido elegido como abanderado de la delegación estadounidense que desfilará este viernes en la ceremonia inaugural, en el Estadio Olímpico de Tokio.
Se refiere a Eddy Álvarez, medallista olímpico de invierno en patinaje de velocidad y quien luego se ha dedicado al beisbol, llegando a las Grandes Ligas con los Marlins de Florida. Tiene otros méritos, la verdad.
Tomando algo de té, mi colega intenta saber qué pienso al respecto y no sé si le sorprenden mi satisfacción y algunas consideraciones de primera intención.
Ha de ser un día glorioso para Estados Unidos. Han tomado en cuenta a un latino, a un representante de las minorías para tan simbólico acto. Es un paso de avance para una sociedad en que pululan la discriminación, la desigualdad y el racismo. Le digo reflexivo.
«El muchacho ha planteado que su historia representa el sueño americano», me dice provocativo mi interlocutor.
Sin duda, le apostillo, con el recado de que para la mayoría de los latinos el sueño no pasa del sueño, y que la noche es bien larga. Entonces asiente y cambia el tema.
«¿Miras esto como una provocación? Me pregunta. Y le digo tajante: no creo, no veo al Comité Olímpico de Estados Unidos metido en eso, ni a los atletas de ese país preocupados y coordinados para agredir a mi patria.
Pero igual le reconozco la sorpresa en torno a la elección… ¿Eddy lidera deportiva o simbólicamente esa delegación? ¿Cuántas luminarias pudieron portar el estandarte nacional en su lugar, con más méritos y aureola? Le indago…
«¿Washington estaría detrás de esto?» Pregunta mientras rompe el estuche de un chocolate de factura japonesa.
¿Tú crees? ¿En ese país la política interfiere en el deporte? Si fuera así el COI debería intervenir ya mismo… Le comento pícaramente, entre risas.
Ya luego se va a las profundidades de una laguna de oxidación… Menciona a Marco Rubio en referencia a un tuit relacionado con Eddy Álvarez…
Entonces me saca las cosquillas: ¿De quién me hablas? ¿De quién mintió burdamente en la disputa republicana frente a Trump? ¿De quién luego acabó pactando con el “rubio loco” para aprobar toda suerte de agresiones hacia Cuba y Venezuela? ¿De quién se le apartó luego, cuando la derrota era inminente y la suciedad podía embarrarlo demasiado?
¿Me hablas de quien cita a su bandera como de la libertad y no recuerda las tantas invasiones e intervenciones de los marines; las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki; los bloqueos y sanciones unilaterales por doquier; los centros de tortura ilegales, los negros asesinados en las calles de todas las ciudades de su país; los tiroteos casi semanales en que mueren niños, adolescentes y ancianos?
Volvamos a lo serio, le digo… Felicito a Eddy. Ojalá disfrute su momento este viernes. Nació en ese país de sangre cubana. Portará la enseña de las barras y las estrellas que sí, es la de Trump, Rubio, Reagan, Busch y otros innombrables, pero también ondea para Martin Luther King, Malcolm X, los Pastores por la Paz y tanta gente digna y buena que no pretende hundir a mi Isla en medio del Caribe, lo mismo a piedras que a símbolos, sobre todo a símbolos.
Le hablo de Mijaín López y Yaimé Pérez, de sus tantas medallas, de su desfile el mismo viernes, por el mismo lugar, con la bandera de la estrella solitaria, que no ha sido jamás mercenaria…
Entonces mi colega termina su chocolate y se despide afectuosamente. Yo me puse a escribir estas líneas, por si acaso…
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