El colega Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), presidió el espacio Catalejo, que tiene como sede la capitalina Casa de la Prensa.
La invitada especial fue la primera bailarina Viengsay Valdés, subdirectora artística del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación.
La distinguida visitante ha tenido el privilegio histórico de conocer y trabajar junto a los padres fundadores de la Escuela Cubana de Ballet (Alicia, Fernando y Alberto Alonso), así como con las cuatro joyas del ballet cubano y universal (Aurora Bosch, Loipa Araújo, Mirta Plá y Josefina Méndez), de quienes ha sido discípula aventajada.
Viengsay siente que a sus maestros les debe siempre. E intenta transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos teórico-prácticos que adquirió con ellos y que los jóvenes bailarines descubran, en el valioso legado dejado por esas personalidades de la danza mundial, los valores que le transmitieron, no solo en el contexto académico, sino también fuera de ese medio. Al respecto, declaró: «es un tesoro que he conservado, pero quiero compartirlo».
«En Cuba —expresó— el ballet se ha sentido como un arte popular, por la necesidad que vieron sus [padres] fundadores de crear una Escuela Cubana de Ballet, aunque […] siempre ha sido considerado un arte elitista en muchos países. En el nuestro, ha sido posible acceder al ballet como algo natural; ha sido llevado a cualquier rincón de la Isla, porque forma parte de ese gran crecimiento y desarrollo del ser humano».
Además de mantener el legado histórico, Viengsay siente también la necesidad intelectual y espiritual de añadir novedosos objetivos al BNC, «para elevar la calidad técnica y estético-artística, así como expandir el reconocimiento de nuestro Ballet».
Piensa que puede ser mucho mejor de lo que es hoy, y considera que es necesario estar actualizados, porque existe talento artístico en las nuevas generaciones, solo hay que pulir el trabajo que realizan.
«Encarnar, al mismo tiempo, [las funciones] de bailarina y directora resulta muy difícil, porque una función no debe sobrepasar a la otra. Quiero estar a la misma altura como bailarina y como directora».
«Soy una bailarina que lo da todo; para mí cada ensayo es como una función. Es una preparación psicológica, física, artística, pero en el escenario uno casi siempre da un extra. La preparación tiene que valer desde el principio y el artista debe tener chispa para resolver cada situación difícil [que se le presente en el proscenio]».
La Escuela Cubana de Ballet se nutrió de la escuela rusa, la inglesa, la danesa, la francesa y la italiana. «Nuestra escuela es la más joven de su tipo reconocida a [escala] internacional, pero hay que tener especial cuidado cuando se hacen colaboraciones con otras escuelas»
«Nosotros tenemos un sello propio y hay que defenderlo. Aunque existan otras escuelas que quieran aportar, no se puede permitir que nos cambien lo que ya se ha establecido. La formación con maestros extranjeros no significa un cambio en la forma de hacer de la Escuela Cubana de Ballet, porque es parte del respeto al legado histórico».
Más allá de Giselle, Carmen, Odette u Odile, Viengsay es una joven versátil, histriónica, fotogénica. Lo demostró en un video clip reciente. En esta jornada con los profesionales de la prensa promete escribir un texto para ser publicado. También es una graduada con los más elevados honores en la carrera de Arte Danzario que cursara en la Universidad de las Artes (ISA).
Se destaca en ella, un excepcional ser humano, además de tener cultura, profesionalidad y excelencia artística como bailarina.
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