Viengsay Valdés retorna a las tablas para bailar Giselle

Fotos: Ariel Cecilio Lemus Granma

El público nacional y extranjero que llenó la sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, sede principal de la vigésimo séptima edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana «Alicia Alonso», recibió —«con afecto y respeto ternísimos», al decir del genio martiano— a la primera bailarina Viengsay Valdés, directora general del Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, quien desempeña el papel protagónico del ballet romántico Giselle, para conmemorar —cum dignitate— el aniversario 79 del debut artístico-profesional de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019) en esa gema de la danza universal.

En declaraciones a la prensa nacional, Viengsay Valdés, quien también preside el Comité Organizador de esa magna cita capitalina con el «arte de las puntas», destacó que su retorno al proscenio constituye « […] mi reaparición escénica después de más de dos años alejada de las tablas por un motivo muy hermoso, y que me ha dado mucha felicidad: mi bebé. Mis actuales responsabilidades como directora general del BNC ocupan gran parte de mi tiempo profesional, pero llevo entrenando […] durante varias semanas para volver a bailar […]».

En otra parte de su intervención, señaló que «Giselle es uno de mis ballets preferidos y siempre lo he visto con mucho respeto por lo que representa Alicia Alonso en la historia de ese ballet en particular, algo bien conocido en nuestra danza nacional e iberoamericana. Además, […] se cumplen 25 años de mi debut en ese personaje, así que para mí sería muy emotivo volver a interpretar […] a esa joven aldeana que se convierte en Willi».

La versión insular, diseñada por la eximia ballerina, y llevada a las tablas en esa solemne ocasión, se apoya en la original de los maestros Jean Coralli y Jules Perrot. Libreto de Théophile Gautier y Vernoy de Saint Georges, inspirado en una leyenda popular germánica, recogida por Heinrich Heine, con música del maestro Adolphe Adam, y el acompañamiento musical de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso», que dirige el maestro Yhovani Duarte.

En el repertorio del BNC, Giselle posee una gran trascendencia, no solo en lo que respecta a su propia historia, sino también porque con esa obra y con Alicia Alonso, su genial intérprete, la mayor isla de las Antillas trasciende —por primera vez— en el contexto internacional de la danza.

El papel de «Albrecht, duque de Silesia» lo desempeñó el primer bailarín Jacopo Tissi (Teatro alla Scala de Milán), quien posee magníficas condiciones técnico-expresivas, que lo convierten —sin discusión alguna— en un danzante digno de la gigantesca estatura artístico-profesional alcanzada por la talentosa bailarina cubana, y por ende, se desempeñó como un excelente partenaire, cuyas cualidades fundamentales son —entre otras— la elegancia, limpieza y seguridad yoica con que enfrentó los complejos pas de danse, y en cuanto a interpretación, le prestó pie y alma al fogoso «Albrecht»; característica personográfica que distingue al «Duque de Silesia».

Los carismáticos artistas estuvieron muy bien secundados por solistas e integrantes del cuerpo de baile, cuya actuación se caracterizó —entre otras virtudes— por la plasticidad para adaptarse al ritmo coreográfico y dramatúrgico de la obra llevada a escena y el respeto a la técnica académica y al estilo que la define.

Valdés y Tissi demostraron —con creces— que han incorporado a su estilo personalísimo de bailar, que «no son los battements a la barre [ni los espectaculares pirouettes y fouettés], los que producen el milagro del vuelo, [sino] el arranque espiritual […]». Intelectualizar y espiritualizar la técnica académica y la interpretación teatral; he ahí la «llave» que —al decir del maestro Fernando Alonso (1914-2013), uno de los padres fundadores de la prestigiosa Escuela Cubana de Ballet— «abre todas las puertas del fascinante mundo coreográfico-dramatúrgico».

¿Qué otro recurso aportado por las artes escénicas o la ciencia psicológica podría utilizar Viengsay para representar la impactante muerte de «Giselle», la joven campesina que fallece por amor al noble «Albrecht», y se convierte —por la «magia de la danza»— en una Willi? ¿Para que pueda irradiar, por todos y cada uno de los poros del cuerpo y el alma, tanto la ternura como la dulzura que identifican —desde la vertiente caracterógenica— al personaje de «Giselle»? ¿O para que evidenciara sobre las tablas que danzar deviene una fuerza interior que transmite energía positiva, y por ende, permite emplear —con precisión y exactitud— los disímiles medios que ofrece, tanto la técnica académica, como la interpretación teatral, para caracterizar magistralmente, en el primer acto, a la inocente aldeana que muere virgen, y en el segundo acto, a un espectro fantasmal, a un ser inanimado, que vaga por un «bosque encantado»? Preguntas que esa primerísima figura del ballet cubano y mundial contesta desde el escenario del coliseo capitalino para satisfacer las necesidades cognoscitivas y espirituales de los balletómanos insulares y foráneos.

Por otra parte, la armonía de su baile, devenido «poesía corporal», el ímpetu de su lirismo, el empleo de una técnica refinadísima, su estilo de gran clase, sus sempiternos balances, que parecen detener el avance inexorable del dios Cronos,sus deslumbrantes arabesques, así como la intensa pasión que pone en el baile, y con la que desafía al «respetable» y a la crítica, hacen vibrar de emoción a los fieles admiradores de una de las mejores bailarinas del orbe, heredera intelectual y espiritual del inmenso legado cultural dejado por Alicia Alonso a las nuevas y futuras generaciones de danzantes caribeños y latinoamericanos.     

Viengsay Valdés y Jacopo Tissi, así como el resto de los bailarines que participaron en esa puesta en escena, interpretaron —con impecable factura poética y estético-artística— esa obra romántica de todas las épocas y todos los tiempos, ya que —para ellos— danzar es sentir el ballet como un «chispazo de electricidad» que les recorre, no solo el esquema corporal, sino también les acaricia el intelecto y el espíritu. En consecuencia, los incita a entregar lo mejor de su yo íntimo para regocijo de los amantes de la danza clásica y los colegas de la prensa acreditada, quienes percibieron —desde lo más hondo de su ser espiritual— ese «corrientazo» que los conmovió desde la vertiente afectivo-emocional, y consecuentemente, desencadenó una cerrada ovación con que el auditorio premió la indiscutible maestría de tan ilustres representantes de la danza universal.

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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