Acosta Danza y su espectáculo invernal Fénix

Después de varios meses sin actuar en las tablas insulares, como consecuencia de la pandemia del nuevo Coronavirus-COVID-19, la compañía Acosta Danza, que jerarquiza el primer bailarín Carlos Acosta, Premio Nacional de Danza 2010, se presentó en la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso», los días 10, 11 y 12 de diciembre, con el espectáculo Fénix, para beneplácito de los fieles seguidores de la emblemática agrupación, que cultiva —con excelencia artístico-profesional digna del más cálido elogio— los más disímiles géneros danzarios.

Obras coreográficas antológicas, que sintetizan un lustro de actuaciones memorables de dicha compañía, integran el programa artístico: El cruce sobre el Niágara, de la coreógrafa Marianela Boán, un clásico de la danza moderna insular, inspirado en la obra de teatro homónima, del escritor y dramaturgo peruano, Alonso Alegría; Soledad, del artista barcelonés Rafael Bonachela, con música del maestro Astor Piazolla, y canciones del ilustre compositor mexicano Agustín Lara, en la voz de la vocalista Chavela Vargas; y Mundo interpretado, del artista brasileño Juliano Nunes, con la partitura original del maestro Pepe Gavilondo, y diseños de la artista visual Glenda León.

Acosta Danza tiene como objetivo principal ofrecer espectáculos integradores desde lo contemporáneo y lo neoclásico, sin desechar otras expresiones, épocas y estilos del arte danzario.

La agrupación se caracteriza —fundamentalmente— por ser un espacio de renovación, de búsqueda y experimentación, no solo para artistas cubanos, sino también para todos los creadores del mundo: coreógrafos, músicos, diseñadores, artistas de la plástica y del universo audiovisual.

Lo primero que llama la atención del público nacional y foráneo y de los colegas de la prensa especializada que cubren esas funciones de lujo, es que los integrantes de Acosta Danza poseen —como diría el poeta, escritor y dramaturgo granadino, Federico García Lorca— « […] duende, que quiere decir  tocado por el ángel de la gracia [o de la Jiribilla, según el poeta y novelista José Lezama Lima], para vibrar siempre en el amor [a la danza], con toda la intensidad propia de la belleza».

Por lo tanto, es posible descubrir en esos talentosos bailarines que están influidos por el espíritu del eminente maestro ruso, A. Schaiskevich, quien estima que «no es el virtuosismo de una elevada técnica el que produce el milagro del vuelo, sino el arranque espiritual […]», que —cual relámpago en una noche de verano— estremece al intérprete, y lo lanza en busca de la luz que irradia su mundo interior para proyectar sobre el auditorio la energía positiva, que emana del yo artístico —al igual que el agua cristalina corre por los ríos subterráneos del alma humana— y, consecuentemente, nutre el intelecto y el espíritu de los amantes del arte de las puntas.

Desde el proscenio del vetusto Coliseo de La Habana Vieja, los danzantes le sugieren al espectador que hay procesos y acontecimientos que solo se le revelan al homo sapiens a través de esa capacidad de elevadísimo rango, que la ciencia psicológica define como estimación, y que le facilita al ser humano captar —con mayor profundidad— los procesos de creación y percepción de la obra danzaria, lo visible y lo invisible, es decir, percibir con nitidez las cosas que simbolizan fuerzas espirituales superiores, que solo son cognoscibles por los sentidos espirituales y por la esfera afectiva; de ahí, que los bailarines conviertan los sentimientos y emociones en movimientos corporales, uno de los indicadores fundamentales en que se estructura la danza contemporánea, plato fuerte de la agrupación.

Por último, la troupe de Carlos Acosta siente la acuciosa necesidad de tener en cuenta el movimiento, que en la danza —como en las demás artes— existe como una relación hacia, desde y con el cuerpo-instrumento, que —al no reducirse a lo físico— requiere estar afinado, o con otras palabras, que la tríada cuerpo-mente-alma se encuentre en perfecta armonía. 

Publicado Por: Jesús Dueñas Becerra

Jesús Dueñas Becerra. Ejerce como colaborador la crítica artístico-literaria y el periodismo cultural en varios medios nacionales de prensa, en especial, en la emisora de la familia cubana: Radio Progreso. Su actividad fundamental es la crítica de danza y cinematográfica, así como las artes escénicas y las artes plásticas.

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