El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, que jerarquiza la primera bailarina Viengsay Valdés, lleva a la Sala «Avellaneda» del Teatro Nacional, el ballet romántico Giselle, con coreografía de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019)
La eximia ballerina se apoyó en la coreografía original de los maestros Jean Coralli y Jules Perrot, libreto de los escritores Théophile Gautier, Vernoy de Saint-Georges y el propio Coralli, quienes se inspiraron en una leyenda popular germánica recogida por Heinrich Heine y música del maestro Adolphe Adam.
A la versión insular la distingue la excelente elaboración y montaje del drama, el carácter, la fuerza y la comunicación entre todos los personajes que intervienen en esa puesta en escena, cuyo acompañamiento musical estuvo a cargo de la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro de La Habana «Alicia Alonso», dirigida por el maestro Yhovani Duarte.
Giselle cuenta una historia de amor, engaño, traición, psicosis (locura), maldad, envidia y vida más allá de Tanatos (la muerte en el vocabulario psicoanalítico ortodoxo). Es —sin ningún género de duda— el ballet más codiciado y aclamado por los amantes del «arte de las puntas» y por los propios bailarines, quienes lo consideran un «sueño» y una verdadera «prueba de fuego», de la que —lamentablemente— no todos los danzantes salen airosos.
Con un poco de leyenda, un hálito de misterio y ligeros matices «mágicos», Gisellecautiva a balletómanos nacionales y extranjeros, así como a los colegas de la prensa acreditada que cubren esa temporada; fascinación que, ni el paso del dios Cronos, logra disminuir, ya que una técnica impactante no alcanza para desempeñar el papel de «Giselle», cuyos retos más complejos consisten en el virtuosismo técnico-artístico y en la interpretación teatral, fundidos en cálido abrazo, estilo impecable, así como entrega incondicional en cuerpo, mente y espíritu al arte danzario en general, y al ballet clásico-romántico en particular.
Interpretan los papeles protagónicos («Giselle» y «Albrecht») los primeros bailarines Anette Delgado y Dani Hernández, director de la Escuela Nacional de Ballet «Fernando Alonso», solistas e integrantes del cuerpo de baile, cuya actuación se caracterizó —básicamente— por la plasticidad para adaptarse al ritmo coreográfico y dramatúrgico de la obra llevada al proscenio y el respeto a la técnica académica y al estilo que la distingue.
En ese contexto coreográfico-dramatúrgico, quisiera destacar —con letras indelebles— la magistral interpretación que hacen de esa obra, Anette Delgado, quien desempeña el papel de la inocente campesina que muere virgen, y por ende, se convierte en una Willis que vaga por un «bosque encantado», y su pareja en la vida y en el arte, Dani Hernández, quien le presta pie y alma al noble «Albrecht, duque de Silesia», quien engaña a la muchacha al disfrazarse de un humilde campesino germano, pero es delatado por los celos morbosos que padece el guardabosques «Hilarión», impecablemente interpretado por el primer bailarín Ernesto Díaz, quien ha profundizado en las características psicológicas del personaje, y por ende, le ha aportado mucho de su fecunda cosecha artístico-profesional.
Anette y Dani —con los sentimientos, pensamientos y emociones que, al exteriorizarlos, los convierten en movimientos corporales— no solo intelectualizan y espiritualizan la técnica académica y la proyección escénica, sino también dominan el clima emocional del auditorio, el cual acaba rindiéndose a los pies de tan carismáticos artistas.
A Anette habría que dedicarle —por supuesto— un párrafo especial, ya que la escena en que «Giselle» enloquece y muere por amor, deviene una de las más logradas en la representación de esa perla del ballet romántico de todas las épocas y todos los tiempos, así como la escena final, en que Giselle se pierde en los oscuros laberintos de la tumba fría que guarda sus virginales restos, y Albrecht cae al suelo transido de dolor.
Por otra parte, Dani hace un uso inteligente de los conocimientos teórico-conceptuales y prácticos adquiridos en la academia, así como en el proscenio, y además, ha interiorizado e incorporado a su original estilo, signado —en lo fundamental— por la caballerosidad, elegancia y limpieza en los saltos y giros, que al personaje de «Albrecht» debe llevarlo a las tablas con el amor y la pasión que singularizan al fogoso «Duque de Silesia», quien está dispuesto a morir bailando por agotamiento físico para encontrarse con su adorada «Giselle» en el espacio espectral donde moran «Mirtha», la malvada «Reina de las Willis» y las doncellas que fallecieron vírgenes. El papel de «Mirtha» lo desempeña muy bien la bailarina Estefanía Hernández, quien encarna a un «espíritu» malvado, desprovisto de emociones y sentimientos, que decreta que «Hilarión» y «Albrecht» deben danzar hasta fenecer. Solo el amor que «Giselle» siente por el «Duque de Silesia» lo salva de una «muerte anunciada».
Con razón, el público los ovacionó con fervor, porque esa puesta de Gisellepor parte del BNC supo acariciar el intelecto y el espíritu humanos, como solo suele hacerlo —según el genio martiano— «la suavidad de la seda».
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